Esta semana que termina ha sido políticamente
muy intensa. El domingo 25, la izquierda le plantó cara al PP en Andalucía.
Ese mismo fin de semana, la escenificación soberanista de CIU en Cataluña. Y
como no, la huelga general del jueves 29, que muestra a las claras que una
sociedad democrática compleja como la española no se sujeta pasivamente a la
cuadrícula de la derecha o de los tecnócratas de aquí, Bruselas o Berlín.
Exigen en las urnas y en la calle soluciones informadas y políticas, en vez de
criterios técnicos o demagógicos. Nos dicen que los sindicatos no son el
problema sino parte de la solución, y que nunca es tarde para incorporarlos a
un nuevo pacto social que ya resulta imprescindible. Este es el momento de la
Gran Política frente a la política de quienes ven en esta situación una oportunidad
partidista e ideológica para imponer reformas, ajustes y recortes de derechos y
servicios sociales básicos como los que estamos conociendo hoy aprobados por el
Gobierno de Rajoy para este año. Y que podemos describir como de sufrimiento y paro
para los que menos tienen y de regalo fiscal para los que más tienen. El PP no
quiere enterarse de que gobernar en tiempos difíciles es hacer política, que en
su sentido más noble es decidir cómo queremos vivir juntos. Que no basta con
disponer de una mayoría absoluta, aunque sean tan amplias como la conseguida el
20 de noviembre, sino que es necesario un compromiso histórico entre las
diversas fuerzas que representan a la mayoría de la ciudadanía, sin sujeciones
ideológicas y con cesiones mutuas. En definitiva, trabajar por el bienestar de
todos y entre todos, incorporando las medidas de saneamiento y las reformas
estructurales necesarias para corregir el déficit público, pero también
políticas de crecimiento que combatan nuestra gigantesca bolsa de paro y mantengan
los sistemas de protección social. La democracia ya no es ni será una cuestión
de confianza en las élites políticas y empresariales, sino más bien la gestión
de la desconfianza en un proceso abierto permanente hacia esas élites.
Ángel Luis Jiménez Rodriguez