martes, 27 de mayo de 2014

Más desiguales que nunca.

Un economista francés ha publicado un libro sobre la desigualdad titulado “El capital en el siglo XXI”, que ha sembrado el pánico en la derecha conservadora por sus propuestas.

El autor de ese libro se llama Thomas Piketty, y provoca esa reacción al mantener la tesis de que la desigualdad económica es un efecto inevitable del capitalismo y si no se combate vigorosamente, la inequidad seguirá aumentando hasta niveles que socaven la democracia y la estabilidad económica del sistema capitalista. Pero no solo él, en estos días también el Papa Francisco y Barack Obama han reconocido que la desigualdad es el problema más grave de la sociedad actual y que la desigualdad define nuestro tiempo. Según Piketty la desigualdad crece cada vez más porque la tasa de remuneración al capital es mayor que la tasa de crecimiento de la economía. Y esta fórmula de reparto desigual es imposible de mantener en el tiempo porque el sistema se cae.

La inesperada popularidad -ha vendido en un mes 100.000 ejemplares solo en inglés- de este libro académico y de no fácil lectura, no es un fenómeno nuevo. Otras veces ha ocurrido con  libros publicados en momentos en que existía en el mundo interés y demanda por ideas nuevas. La desigualdad siempre ha existido y no va a desaparecer, pero la crisis económica ha acentuado la desigualdad hasta límites insospechados por el lento crecimiento de los ingresos de la mayoría de la población y el espectacular ascenso de las rentas de las clases altas. Nos encaminamos hacia una sociedad dominada por la riqueza, mucha de ella heredada o conseguida por la especulación más que por el trabajo. Pero lo que más ha molestado de este libro es la manera de echar por tierra el más preciado de los mitos conservadores: el empeño en reconocer que el incremento de las rentas de los ricos es la justa recompensa por ser creadores de empresas y empleo, lo cual es totalmente incierto y menos en esta crisis.

Piketty en su libro ha dejado demostrado con una erudición autentica y buenas dosis de profundidad histórica, que esta edad dorada de la desigualdad no surge como nos quieren hacer creer de las rentas producidas por la iniciativa empresarial, sino de los activos que poseen las clases altas procedentes cada vez en mayor proporción de las herencias recibidas. Economistas, intelectuales y universidades de todo el mundo, que han estudiado las tesis de Piketti, han llegado al consenso de que cada una de las partes del libro es básicamente correcta, y casi todos están de acuerdo en que el argumento general del libro en términos generales es acertado. Así que, ahora la clase conservadora ha iniciado un proceso de descalificación, no ya del libro sino del autor, ante el temor a que el diagnóstico de Piketty sobre la desigualdad pueda ser utilizado para justificar una mayor presión fiscal sobre los ricos o pueda remodelar el paisaje político-económico en el que se libraran todas las futuras batallas de las ideas políticas. 

La demanda de Piketty de aplicar una fiscalidad progresiva o impuestos más altos a las rentas más elevadas y a las grandes fortunas para limitar la concentración del poder económico y, también, recaudar dinero para los servicios del Estado, es calificada de marxista y propia de los males del estalinismo sin más argumentos, pero además se cuestionan sus capacidades analíticas, sus motivaciones e incluso su nacionalidad francesa. No puedo entender como la derecha puede pretender cambiar la valoración del libro llamando al autor “rojo” y “francés”.

El problema de la derecha está en no entender que las ideas son importantes porque dan forma a la manera de referimos a esta sociedad donde vivimos y a nuestros actos y comportamientos en ella.  Cada vez más la desigualdad, aunque siempre ha existido y no va a desaparecer, va a dominar la agenda de los indignados, de los colectivos sociales que protestan en la calle y de los políticos y votantes… incluso la agenda del Papa Francisco y del presidente Obama. La coexistencia pacífica con la desigualdad se ha terminado. De hecho, cada día son más intensas y generalizadas las exigencias de lucha contra ella. Y por supuesto, al servicio de esa idea está la publicación del libro “El capital en el siglo XXI” de Thomas Piketty.

Ángel Luis Jiménez Rodríguez

jueves, 22 de mayo de 2014

¿Qué queda del 15M?

Como mínimo del 15M queda la posibilidad de repetirlo, aunque creo que ha sabido transformarse en otras entidades colectivas que persiguen objetivos concretos y sobre todo la defensa de los derechos de la gente.

Se han cumplido el tercer aniversario del 15M y ninguna de sus propuestas, que se sepa, han penetrado en ninguna institución ni gran partido, además los grandes medios no han incorporado ninguna de las voces y referentes del movimiento, y sin embargo sigue recibiendo un apoyo social del 72% según las encuestas. El 15M no sigue en las plazas, y muchos pueden pensar que ha sido un fracaso o ya no existe. Pero no es así, porque el 15M ha sabido transformarse en otras entidades colectivas que persiguen objetivos concretos: Afectados por la hipoteca en vivienda, 15MpaRato contra los banqueros, Marea Blanca en Sanidad, Marea verde en Educación y Red Ciudadana, Partido X o Podemos en el frente electoral. Hoy por fin  podemos decir que ha llegado la hora de la gente y de utilizar bien el voto, lo poco que tenemos los ciudadanos para cambiar las cosas.

En estos años la presencia de 15M en defensa de los derechos de la gente ha sido visible y efectiva, pues han paralizado la privatización de la Sanidad en Madrid o la arbitraria urbanización del barrio de Gamonal, han participado en la gestión de lo público en Barcelona, y, a través de la PAH, han sido fuente de derecho en el tema de los desahucios. El 15M empieza a modular, directa o indirectamente, cambios electorales que afectan al bipartidismo con múltiples alternativas de cara a las elecciones europeas del día 25. Además, han afectado a la agenda pública pues el Jefe de Estado, el Presidente de Gobierno o el Presidente de la Generalitat han reducido sensiblemente sus actividades a pie de calle, porque la calle ha pasado a ser de la gente.

Los del 15M dicen que las urnas no son el único espacio posible, aunque también es necesario ocuparlo para cambiar las cosas. Votando se iniciará un proceso constituyente, que aunque lento erosione este Régimen ya erosionado. El 15M es un cambio cultural que será lento pero que será, y aunque venía gestándose desde hace mucho, era imposible prever todo esto hace tan solo tres años. El 15M se inició como un hermoso tumulto en el que se juntaban los afectados por las hipotecas con los damnificados por las preferentes, los cristianos de base con los básicamente ateos, los parados de larga duración con los licenciados que colgaban el diploma de un delantal en un chiringuito de comida rápida, y todos ellos decían y siguen diciendo que juntos podemos. De aquella catarsis han surgido diversas organizaciones contra la corrupción, los desahucios, el bipartidismo y la desesperanza que de una forma u otra aún resisten y estarán presentes en el Parlamento Europeo después del 25 de Mayo. Lo creo y lo espero. Esta es la hora de los pequeños que se han hecho ya grandes.

Ángel Luis Jiménez Rodriguez

sábado, 17 de mayo de 2014

Retrato demoledor de una mujer llamada Jasmine.

El jueves el cine-club Alcultura proyectó en el salón de actos de la Escuela de Ingenieros la película de Woody Allen “Blue Jasmine”. Y después hubo un sabroso coloquio que me ha llenado de alimento espiritual para una temporada, sobre todo por mis dudas sobre el talento de este director de 75 años después de sus películas de encargo en su periplo europeo. No comparto totalmente lo que dicen los neurólogos de que las neuronas con los años se amojonan. Puede ser, no digo que no, pero en el caso de Woody Allen, y después de esta película, afirmo que no.

También teníamos la convicción de que cualquier película sobre la crisis debería ser una tragedia porque no había otro tono posible más que el dramático para narrar lo que está pasando. Pero viene el viejo Allen y cuenta el complejísimo camelo económico que brotó en su país y contagió a Europa a través de un inesperado personaje, la mujer de un especulador financiero. Y lo hace sin renunciar a su gracia y a su ligereza habitual mediante una serie de personajes que se mueven alrededor de esta mujer para aportar el equilibrio perfecto y convertir este drama en comedia.

Además, como siempre y sin redoble de tambores, no intenta capturar el signo de los tiempos, ni certificar la putrefacción del capitalismo como intenta Martin Scorsese en “El lobo de Wall Street”, sino que se vale de su habitual tono menor, donde trufa lo grave con humor e ilustra la acción con las canciones que escuchaba en la radio cuando era niño, para hablarnos de la crisis. Y a pesar de esa falta de pretensiones tan de agradecer, no se ha visto hasta ahora un punto de vista más original sobre la burbuja financiera,  sirviéndose de la decadencia mental de una mujer, Jasmine, que en realidad se llama Jeanette, esposa de un especulador financiero, personaje inspirado en el conocido estafador Bernard Madoff.

Jasmine tiene la cara y el cuerpo de Cate Blanchett, que se nos presenta como una versión moderna de la “Blanche Dubois” de Tennessee Williams. Pero mientras este personaje de Williams representaba el derrumbe del universo de las damas del sur, Allen nos habla del descalabro final de unos cuantos sinvergüenzas a los que el Estado, con su falta de regulación, permitió malgastar a su antojo los ahorros ajenos. Y para entender el crash de 2008, nada mejor que el discurso del personaje que interpreta Matthew McConaughey en la película de Scorsese sobre este mismo tema, “todo consiste en pasar el dinero desde el bolsillo de los clientes al nuestro”.

Sin embargo, mujeres como Jasmine no se manchan con los sucios negocios de sus maridos, son mujeres que lavan su conciencia con ciertas ocupaciones benéficas, son espíritus ociosos que buscan entretenimiento y razones para vivir en la decoración de interiores y en el mantenimiento de una eterna juventud. Estas mujeres también existen en España, aunque aquí el dinero tienda más a esconderse por aquello de la no ostentación de la riqueza. Pero haberlas, las hay, cada país tiene las suyas. Y comparten, en esencia, la manera consciente de ignorar de dónde brota el dinero, llegando al autoconvencimiento de que todo es producto del talento de sus flamantes maridos. Y cuando la mala suerte quiere que la Justicia les eche el guante, ellas dicen creer que el dinero caía del cielo. Y para colmo además quieren que el mundo las crea. 

Ángel Luis Jiménez Rodríguez

miércoles, 14 de mayo de 2014

Asesinato político o hablar por hablar.

No hay razones para sostener que el asesinato de la Presidenta de la Diputación de León sea producto de un clima enrarecido y crispado de la política, porque cada día se confirma más que ha sido cometido por personas próximas a la presidenta y que alegan razones de carácter privado.

El asesinato a tiros de la Presidenta de la Diputación y del PP de León es un hecho lamentable y difícil de explicar, aunque su lugar en los medios debería estar en las páginas de sucesos, porque según la hipótesis de la policía y de Interior se trata de una “venganza por motivos laborales”. Todo parece indicar que de una relación de afecto entre Isabel Carrasco, Presidenta de la Diputación, y Montserrat Triana, hija de la detenida y presunta asesina, se pasó a otra de enconado enfrentamiento que ha terminado en tragedia. Y según avanza la investigación del hecho se confirma que el asesinato ha sido cometido por personas próximas a la Señora Carrasco que alegan razones de carácter privado.

Así que mantengamos la calma, y no responsabilicemos de este hecho, como hacen algunos medios, a la crispación política o a un clima político enrarecido provocado por los escraches anti-desahucios. No se puede decir que este asunto sea ajeno a todo lo que envuelve a los partidos y especialmente a las siglas que defendía Isabel Carrasco.  Este es un asesinato cruel, inútil y violento que produce vergüenza y desasosiego. La muerte no resuelve nada. Asesinar a alguien por un despido o discrepancias políticas, si se confirman los hechos, es intolerable y merece el rechazo y la condena de todos. Pero nada más, no puede ni debe tener mayor significación, relevancia o reacción política.

Sin embargo, hechos como este deben y pueden ayudarnos a reflexionar sobre la reacción y critica de la gente ante la actitud de determinados políticos. Y sobre su rechazo, al entender que no se ocupan de resolver los problemas de los ciudadanos que los eligieron, es más, pensamos que solo están obsesionados por sus luchas sectarias y por mantenerse en el poder a toda costa. Por supuesto, debemos salvar, porque es de justicia, a tantos políticos con vocación de servicio, íntegros y honestos, que haberlos los hay. Son dignos del cargo que ocupan, aunque a veces tengan que tomar decisiones difíciles y complicadas.

Pero al igual que hablamos de nuestros representantes, también tenemos que decir algo de los representados. Hay muchos ciudadanos con un desconocimiento irresponsable ante los problemas de la política, no saben o no quieren saber y después se quejan, sabiendo que si los ciudadanos no hacen política alguien la hará por ellos. Muchas veces esa Política tiene que conciliar intereses divergentes y beneficios comunes difícilmente compatibles. Por eso no solo es aconsejable sino necesaria alguna forma de educación específica sobre los requisitos y las obligaciones de la ciudadanía, asignatura boicoteada en España de forma interesada por los sectores clericales más oscurantista y la derecha más reaccionaria.

Creo que tenemos que cambiar todos, porque resulta suicida para nuestro país consentir una Política con tan poca participación que solo permite hablar a los poderes de la macroeconomía y la especulación financiera, mientras condena al resto de los ciudadanos a una resignación acrítica o a una protesta desordenada. Los ciudadanos quieren ser escuchados y estar bien representados, precisamente por ser ciudadanos informados. Y los Gobiernos y la Unión Europea no pueden ni deben desdeñar más esas voces después de las elecciones del 25 de Mayo. 

Ángel Luis Jiménez Rodriguez

miércoles, 7 de mayo de 2014

Retrato robot de una generación.

Ya he asistido a varios actos preelectores de la campaña para las elecciones europeas del 25 de mayo y cualquier cosa vale para no tener que hablar o concretar sobre políticas de apoyo al empleo y, especialmente, a la promoción del empleo joven.

Es hora de que los partidos en vez de desgastarse en riñas de alcance local se tomen en serio una lacra social que está asfixiando a una generación de españoles -el 55% de los jóvenes de hasta 24 años, casi un millón, están desocupados-, y que a escala europea alcanzan la cifra de seis millones de jóvenes sin empleo.

Esta es una generación que reúne todas las condiciones necesarias para revitalizar nuestra desconcertada sociedad, pero sin liderazgos reconocidos ni horizontes comunes claros, aunque anhela y necesita con urgencia un nuevo relanzamiento de verdad y sin mentiras. Es una generación que estamos perdiendo y sin embargo, no podemos perder porque es nuestro futuro.

Los jóvenes de esta generación saben y son conscientes de que van a vivir, por primera vez en muchos tiempo, peor que sus padres y que tendrá muchas menos probabilidades de conseguir  las cosas que les gustaría lograr, siendo sin embargo la más preparada de nuestra historia.

Pero según el estudio de Metroscopia para El País sobre el sentir de los españoles de entre 18 y 35 años, me llama la atención que no sea una generación abocada a la amargura, al derrotismo o al cinismo, creen en el sistema pero piden cambios profundos. En este retrato robot apresurado hay que destacar que nuestros actuales jóvenes constituyen una generación que sabe integrar y compatibilizar con naturalidad identidades nacionales y culturales múltiples.

Su objetivo no es la toma del Palacio de Invierno, sino una regeneración democrática profunda, porque aunque está decepcionada con la forma en la que funciona nuestro sistema político, creen en la democracia y en los partidos. Intelectualmente son más republicanos que monárquicos. No son antirreligiosos (y menos aun anticlericales), pero consideran la religión como algo ajeno a sus vidas. Piensan que la economía funciona mal, pero creen saber por qué: la ausencia de un adecuado control político sobre la misma  y sobre la ingeniera financiera.

Nuestros jóvenes se sienten, a la vez y con similar intensidad, localistas y cosmopolitas, de su pueblo o región y ciudadanos del mundo. Quizá por ello, la perspectiva de buscar salida en otros horizontes no les parece un desgarro emocionalmente traumático: cuando ninguna tierra resulta realmente ajena no es esperable la sensación de desarraigo, sobre todo cuando la mayoría considera que España no se preocupa en absoluto de su futuro.

Así que discutan los partidos como mejorar la estrategia europea de empleo, especialmente del empleo joven, propongan en sus programas sus alternativas concretas a los ciudadanos y que estos decidan el próximo 25 de mayo a quién elegir para que no se pierdan más oportunidades de empleo en nuestro país. Porque se podrán tener dudas sobre a quién votar, pero no a quién no votar. Yo, por lo menos, lo tengo meridianamente claro, al PP no.

Ángel Luis Jiménez Rodríguez


sábado, 3 de mayo de 2014

Lo qué nos jugamos en las europeas.

En las próximas elecciones europeas del 25 de mayo, dependiendo del voto los europeos, nos jugamos mucho. Podemos salir de esas elecciones más unidos o fragmentados, más cohesionados o desacoplados sobre el modelo social europeo edificado para la solidaridad, y más tolerantes o intolerantes con los federalismos y el espíritu  democrático de la Unión Europea.

Cuando veo en televisión a ese señor barbado, llamado Arias Cañete, candidato a la fuerza en las elecciones europeas por el PP, que con voz imperiosa arenga a sus compañeros de negocios con expresiones tan raciales como “hay que batirse el cobre”, no me extraña nada porque van a lo suyo. Además continúa advirtiendo que ese batirse el cobre es necesario porque estas elecciones influirán en las elecciones municipales y autonómicas que vendrán después, así que les dice a sus socios “éstas como si fueran las vuestras”.

En estas elecciones como en otras anteriores la mayoría de los candidatos ni creen ni sienten lo que dicen, por eso no emocionan sus discursos, ni los creemos. Además, no se muestran como personas normales con sus fortalezas y debilidades y sentido del humor, sino como auténticas mascaras o actores interpretando un papel. O más bien como paseantes de  vanidades o creídos de su bien hacer, lo cual es aún más grave.

Imagino que el bocado europeo debe ser suculento visto el empeño de todos los partidos en que su potencial clientela no se quede en la cama el 25 de mayo y vote masivamente. Debe serlo porque de estas elecciones los europeos saldrán más unidos o divididos. En principio, tendremos un Presidente de la Comisión o un Gobierno europeo designado por el Parlamento, por tanto, un modelo social integrador más fortalecido, una mayor tolerancia entre federalistas y más democracia, aunque todo esto deberá conjugarse con una aceptable gestión tecnocrática.

Esto es lo que está sometido a prueba el 25 de mayo. Y no solo por la crisis sino también porque a su amparo están fructificando movimientos que propugnan salidas egoístas, xenófobas, eurohostiles y reaccionarias. Si los rugidos de esas minorías salvajes y antidemocráticas se amplifican en el Parlamento europeo por culpa de una fuerte abstención, los demócratas no podremos lamentarnos después sobre los déficits de liderazgos o la falta de arrastre emotivo de los programas en liza.

Así que los ciudadanos deben exigirse a sí mismos, y no solo a sus representantes, coherencia. No solo debemos preguntarnos qué hace Europa por nosotros, sino qué hacemos nosotros por una Europa que ha venido garantizando un entorno de paz y mecanismos suficientes para recuperar el bienestar social, que ahora estamos perdiendo. Ha llegado la hora de la gente, ha llegado la hora del protagonismo popular y ciudadano. Así que es vital que la ciudadanía, ante la insuficiente oferta de los partidos en la campaña, demande con una creciente presión soluciones sobre cómo combatir el paro, cómo crear empleo y cómo poder “garantizar” el empleo juvenil.

Es hora de que los electores debatan, requieran, exijan, contrasten y vayan perfilando un mandato nuevo al elegir a aquellos aspirantes a diputados europeos que den respuesta a las cuestiones que realmente preocupan a la gente. Y para aquellos aspirantes que no saben, no responden o no se preocupan por nuestros problemas, la respuesta no puede ser otra que el vacio y el retorno a su casa, porque ni los necesitamos ni los queremos. Hay alternativas y muchos colores en el arco iris donde elegir. Por supuesto, podemos cambiar las cosas, pero antes hay que luchar por ellas, porque sin lucha no habrá victoria.


Ángel Luis Jiménez Rodríguez