Un economista francés ha publicado un libro sobre la
desigualdad titulado “El capital en el siglo XXI”, que ha sembrado el pánico en
la derecha conservadora por sus propuestas.
El autor de ese libro se llama Thomas Piketty, y provoca esa
reacción al mantener la tesis de que la desigualdad económica es un efecto
inevitable del capitalismo y si no se combate vigorosamente, la inequidad
seguirá aumentando hasta niveles que socaven la democracia y la estabilidad
económica del sistema capitalista. Pero no solo él, en estos días también el Papa
Francisco y Barack Obama han reconocido que la desigualdad es el problema más
grave de la sociedad actual y que la desigualdad define nuestro tiempo. Según Piketty
la desigualdad crece cada vez más porque la tasa de remuneración al capital es
mayor que la tasa de crecimiento de la economía. Y esta fórmula de reparto
desigual es imposible de mantener en el tiempo porque el sistema se cae.
La inesperada popularidad -ha vendido en un mes 100.000
ejemplares solo en inglés- de este libro académico y de no fácil lectura, no es
un fenómeno nuevo. Otras veces ha ocurrido con libros publicados en momentos en que existía
en el mundo interés y demanda por ideas nuevas. La desigualdad siempre ha
existido y no va a desaparecer, pero la crisis económica ha acentuado la
desigualdad hasta límites insospechados por el lento crecimiento de los
ingresos de la mayoría de la población y el espectacular ascenso de las rentas
de las clases altas. Nos encaminamos hacia una sociedad dominada por la
riqueza, mucha de ella heredada o conseguida por la especulación más que por el
trabajo. Pero lo que más ha molestado de este libro es la manera de echar por
tierra el más preciado de los mitos conservadores: el empeño en reconocer que
el incremento de las rentas de los ricos es la justa recompensa por ser
creadores de empresas y empleo, lo cual es totalmente incierto y menos en esta
crisis.
Piketty en su libro ha dejado demostrado con una erudición
autentica y buenas dosis de profundidad histórica, que esta edad dorada de la
desigualdad no surge como nos quieren hacer creer de las rentas producidas por
la iniciativa empresarial, sino de los activos que poseen las clases altas
procedentes cada vez en mayor proporción de las herencias recibidas. Economistas,
intelectuales y universidades de todo el mundo, que han estudiado las tesis de
Piketti, han llegado al consenso de que cada una de las partes del libro es
básicamente correcta, y casi todos están de acuerdo en que el argumento general
del libro en términos generales es acertado. Así que, ahora la clase
conservadora ha iniciado un proceso de descalificación, no ya del libro sino
del autor, ante el temor a que el diagnóstico de Piketty sobre la desigualdad pueda
ser utilizado para justificar una mayor presión fiscal sobre los ricos o pueda
remodelar el paisaje político-económico en el que se libraran todas las futuras
batallas de las ideas políticas.
La demanda de Piketty de aplicar una fiscalidad progresiva o
impuestos más altos a las rentas más elevadas y a las grandes fortunas para
limitar la concentración del poder económico y, también, recaudar dinero para
los servicios del Estado, es calificada de marxista y propia de los males del
estalinismo sin más argumentos, pero además se cuestionan sus capacidades
analíticas, sus motivaciones e incluso su nacionalidad francesa. No puedo
entender como la derecha puede pretender cambiar la valoración del libro
llamando al autor “rojo” y “francés”.
El problema de la derecha está en no entender que las ideas
son importantes porque dan forma a la manera de referimos a esta sociedad donde
vivimos y a nuestros actos y comportamientos en ella. Cada vez más la desigualdad, aunque siempre ha
existido y no va a desaparecer, va a dominar la agenda de los indignados, de
los colectivos sociales que protestan en la calle y de los políticos y votantes…
incluso la agenda del Papa Francisco y del presidente Obama. La coexistencia
pacífica con la desigualdad se ha terminado. De hecho, cada día son más intensas
y generalizadas las exigencias de lucha contra ella. Y por supuesto, al
servicio de esa idea está la publicación del libro “El capital en el siglo XXI”
de Thomas Piketty.
Ángel Luis Jiménez Rodríguez