domingo, 16 de agosto de 2020

Las monjas de Pescadores.


Esta semana pasada dejaron Algeciras las hermanas Auxiliadoras, y me van a permitir que les dedique esta columna porque no puedo dejar de dar las gracias por su labor callada y silenciosa en nuestra ciudad desde hace más de 50 años.

La Sociedad de las Auxiliadoras de las Almas del Purgatorio es una congregación religiosa católica fundada en París en 1856. Las hermanas auxiliadoras se dedican a las obras de misericordia, especialmente al servicio de los marginados. Con calidez, sencillez y espíritu de alegría buscan llevar la esperanza a este mundo.

Recalaron en Algeciras a petición del Padre Sebastián González Araujo, vicario general del Campo de Gibraltar, para realizar el trabajo de campo del “Estudio socio religioso del Campo de Gibraltar” a finales de los años 60, y ya no se fueron. Iniciaron su labor pastoral en la barriada de Los Pastores y posteriormente se trasladaron a Pescadores, donde llevan toda una vida.

Así, las conocidas como las monjas de Pescadores, se establecieron en nuestra ciudad con un estilo de vida simple pero implicadas en la vida social, política, y cultural, en definitiva, en todo lo que constituye la vida de nuestra sociedad.

Su congregación fue y es parte integrante de la Asociación Algeciras Acoge, desde sus orígenes allá por 1.991, y las hermanas han sido socias de Agaden, Asociación para la defensa y Estudio de la Naturaleza.

Estas mujeres han sido y son aún un ejemplo de compromiso, solidaridad, caridad, servicio, y cristiandad. Han trabajado en la prisión de Botafuego y en el Centro de Internamiento de Extranjeros gracias a la ONG Prolibertas, y se han implicado en temas de migración porque no hay fronteras cuando hablamos de amar al prójimo.

Muestra de su fraternidad y empatía son estas palabras de una de las hermanas durante su labor en el CIE dando clases de español a las internas: “El encuentro con estas mujeres, conocer la dureza de sus vidas y los sufrimientos y humillaciones que han soportado hasta llegar al CIE, me conmueven profundamente. Me ha hecho experimentar la injusticia de las leyes con las que les cargamos y mi impotencia. Me siento agradecida por su amistad y confianza y me llenan de alegría cuando gracias a nuestro encuentro vuelven a brillar en ellas el ánimo y la esperanza".

Solo tengo palabras de gratitud para ellas, por todo lo que me han enseñado por su calidez, amor y entrega. ¡Que grande pero que poco reconocida la labor de estas mujeres! Gracias por todo queridas Mari Carmen, Resu, Asun, Carmen, Pilar, Isabel, ..., Os quiero y os llevaré siempre en mi corazón.


Publicado en Europa Sur el 4 de agosto de 2020

¡Regularización YA!


Desde que comenzó la crisis sanitaria provocada por el Covid-19 son muchas las voces que han pedido al Gobierno una regularización masiva de todos los extranjeros que se encuentran de forma irregular en España.

Una de las últimas ha sido la del subsecretario de Migrantes y Refugiados de la Santa Sede, que por orden del Papa Francisco está reclamando una regularización masiva, porque puede ser una solución beneficiosa para todos.

Los informes de la Santa Sede durante la pandemia apuntan a que se ha producido una reducción de los flujos migratorios por efecto de la crisis, pero también un incremento en el tráfico de migrantes por parte de las mafias.

En el contexto actual de emergencia sanitaria mundial es fundamental que se garanticen los derechos de todas las personas que se encuentran en el territorio español con especial atención a aquellas más vulnerables como son las migrantes en situación administrativa irregular y las personas solicitantes de asilo en espera prolongada de resolución de su solicitud.

En España a finales de 2019 había entre 390.000 y 470.000 personas en situación irregular. Esto supone entre un 11% y un 13% del total de inmigrantes extracomunitarios. Contrariamente a lo que señalan los discursos políticos de la extrema derecha, el 80% vienen de América y menos de un 10% de África. La última gran regularización se produjo en 2005, con Zapatero en La Moncloa.

La Oficina de Asilo acumula actualmente más de 100.000 expedientes de asilo pendientes. Y ahora más que nunca, es necesario que los derechos de las personas migrantes en situación administrativa irregular se vean garantizados.

Frente a esta situación, la Secretaría de Estado de Migraciones ha publicado una Instrucción donde flexibiliza el Arraigo Social ante la crisis del Covid-19, intentando adaptar la figura del Arraigo Social a la realidad española.

Pero no es suficiente, los sin papeles, los sin techo, los jornaleros, las trabajadoras del hogar y los cuidadores siguen siendo los más vulnerables y la crisis sanitaria ha visibilizado y agravado la precariedad de las vidas de estas personas.

Como dice la carta a los Efesios 2,19-22: “Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios”.

Para ello, es urgente que se ponga en marcha un proceso de regularización que les permita acceder a sus derechos en igualdad de condiciones al tiempo que se reconozca el valor las aptitudes, dedicación y compromiso que pueden aportar a sociedad española. 


Publicado en Europa Sur el día 28 de julio de 2020

El drama de los desahucios.


La semana pasada volví a presenciar el tremendo desgarro que supone un lanzamiento (la ejecución forzosa de una resolución judicial que priva a una persona de la posesión de un inmueble). El desahucio de una madre con sus tres hijas de la casa que ocupaban cuyo propietario es un gestor de activos inmobiliarios.

Vivimos una situación de crisis sanitaria, social y económica con miles de familias en la calle y 3,4 millones de casas desocupadas. Pero las administraciones públicas, en vez de dar respuesta a la situación de emergencia habitacional y detener la sangría de desalojos, amparan y protegen los intereses de las entidades financieras.

En el primer trimestre de 2020, los juzgados españoles ejecutaron 9.659 desahucios. 2.390 por impago de hipoteca, 6.892 por impago de alquiler y 377 por otras causas. Sin hablar de las causas penales por usurpación. La inmensa mayoría de las familias fueron a la calle en vísperas del estado de alarma y el confinamiento.

La situación empeorará porque desde el pasado 4 de junio se han reactivado los procedimientos judiciales suspendidos en marzo. Las medidas aprobadas por el Gobierno sólo prohíben desahucios de alquiler de familias que han caído en vulnerabilidad como consecuencia de la pandemia, pero nada dice de las que ya eran vulnerables antes.

Los precios del alquiler han aumentado un 50% en los últimos 5 años, tras la entrada de sociedades de inversión privadas, los llamados fondos buitres. El índice de asequibilidad de la vivienda de alquiler privada en España es uno de los más bajos de la OCDE, y el pago del alquiler representa una carga excesiva para más del 38% de los inquilinos. Además, la oferta de viviendas sociales de bajo costo es casi inexistente, a pesar del consenso existente sobre su necesidad.

La mayoría de desahucios se realizan por los bancos para los fondos buitres con carteras hipotecarias morosas derivadas de operaciones como la compra del ladrillo del Banco Popular al Santander por Blakstone, o la del BBVA por Cerberus. Ya en 2017 los Bancos ganaron más de 50.000 millones de euros con la venta de carteras hipotecarias morosas.

La situación hipotecaria que viven miles de familias y la sobreprotección jurídica de las entidades financieras en nuestro país es única en el mundo. No visibilizamos la magnitud ni a las dimensiones de la tragedia que estamos viviendo.

Es inadmisible e intolerable que en un Estado Social y Democrático de derecho se produzcan centenares de miles de desalojos a la vez que existen millones de pisos vacíos que no están cumpliendo su función social. 


Publicado en Europa Sur el 21 de julio de 2020


El agua un bien escaso.


El agua es un bien esencial pero escaso. La escasez de agua afecta a más del 40% de la población mundial, porcentaje que sigue aumentando por el cambio climático. Además, más del 80% de las aguas residuales resultantes de la actividad humana se vierte en los ríos o en el mar sin ningún tratamiento.

En España, el 45% de los ríos, humedales y estuarios, y el 44% de los acuíferos están en mal estado. La contaminación de estos recursos, los cambios morfológicos (presas, grandes embalses) o la extracción excesiva de caudales siguen siendo las principales amenazas para la salud de estos ecosistemas.

En Andalucía la Agencia Andaluza del Agua utiliza desde hace una década un discurso ambientalista, pero incumple la Directiva Marco del Agua de la Unión Europea cuyo objetivo es prevenir y reducir la contaminación, promover un uso sostenible del agua, proteger y mejorar el medio acuático y paliar los efectos de las inundaciones y sequías.

Las organizaciones ecologistas han denunciado que la política andaluza del agua es obsoleta, no sigue los preceptos de la Directiva de la UE, y va contra la conservación de los ecosistemas acuáticos.

Los principales problemas son los vertidos de aguas residuales sin depurar por falta de depuradoras o porque las existentes funcionan mal, y el escaso control sobre los recursos subterráneos que ponen en peligro el abastecimiento urbano y las áreas protegidas como el Parque Nacional de Doñana.

Los acuíferos son las mejores reservas de agua, porque no son tan sensibles a las sequías como los embalses, sin embargo, en las cuencas del Guadalquivir y Mediterránea Andaluza, la mayoría de sus acuíferos están contaminados. Y los acuíferos costeros están sobreexplotados debido a la fuerte presión que ejercen los regadíos, el ladrillo y los campos de golf.

Gracias a la aplicación de la legislación europea, la calidad del agua dulce ha ido mejorando gradualmente. Esta legislación ambiciosa obliga a los países a alcanzar el buen estado ecológico antes de 2027.

En España no se aplica, y como consecuencia en julio de 2018 nos multaron por la nula o mala depuración de nuestras aguas residuales. Ante los incumplimientos, las penalizaciones han superado los 32,7 millones de euros, la mayor sanción que hemos tenido que pagar nunca a Bruselas. Además, el Gobierno estima que hasta 2023 no se solventaran todos estos problemas.

Así que, es esencial recuperar la buena salud de ríos, acuíferos y humedales porque es nuestro mejor seguro ante el cambio climático.


Publicado en Europa Sur el 14 de julio de 2020

¿Educación pública o concertada?


Se ha terminado el año lectivo sin que nuestros niños hayan podido integrarse en sus aulas. Ahora nos queda preparar y adaptar los colegios a la nueva normalidad para que el inicio de curso en septiembre sea posible. Toda inversión en educación es poca teniendo en cuenta su efecto directo sobre la vida de las personas y sobre la sociedad en su conjunto.

En la comisión del Congreso para la Reconstrucción Social y Económica de España, se ha alcanzado un acuerdo para que la totalidad de los fondos extra para enseñanza, también los que provengan de la UE, se destinen únicamente a los centros de titularidad pública.

La educación pública sigue siendo la que acoge a la mayor parte de los alumnos escolarizados en nuestro país, un 67,5% del total, mientras que la educación privada concertada escolariza al 25,7% y la enseñanza privada no concertada al 6,8% restante.

La financiación pública de la enseñanza privada que, en sus orígenes, obedeció a la insuficiencia de plazas en el sector público, en la actualidad responde a las presiones por una oferta diferenciada que dé respuesta a unas preferencias diversas.

El argumento fundamental de los padres para optar por las escuelas concertadas no es una mayor calidad educativa, si no las características socioeconómicas de los alumnos, significativamente distintas y más favorables para el proceso educativo que las de los centros públicos.

Como consecuencia de la LOMCE, de los efectos de la crisis y los recortes en educación, desde 2007 hasta 2017, la escuela concertada ha ganado un 25% de financiación mientras que la escuela pública sólo ha crecido un 1,4% (técnicamente ha retrocedido).

Aunque la escuela concertada recibe fondos en función de su volumen, este incremento no llega por haber ganado alumnos (o aulas concertadas) en la última década, sino de los complementos a la financiación de las Comunidades Autónomas.

No me posiciono en contra de las escuelas concertadas, pero entiendo que el derecho a la educación gratuita no comprende el derecho a la gratuidad educativa en centros privados, porque los recursos públicos no responden a las preferencias individuales, sino a las necesidades sociales.

Fomentar la educación pública, no ataca a la concertada. Pero, privilegiar a la concertada, si puede acabar con la pública. Aún tenemos una oportunidad de reducir las partidas de ayuda a las concertadas y consolidar las públicas. Si se mantienen las actuales Proyecciones de Población del INE, España tendrá 800.000 niños menos en 2030 y habrá que cerrar más de 30.000 aulas. 


Publicado en Europa Sur el día 7 de julio de 2020

Colapso en la Justicia.


En nuestro país la Justicia, al igual que la Sanidad y la Educación, no funcionará bien hasta que esté dotada de las inversiones y los medios humanos y materiales necesarios para poder ser eficiente. La crisis de la COVID-19 ha hecho saltar las alarmas.

En 2019, según el Consejo General del Poder Judicial, había 2,8 millones de juicios pendientes, cifra que este año podría elevarse por la pandemia a cuatro millones. Aunque, más del 70% son procedimientos que podrían ventilarse online, sobre todo, aquellos donde la única prueba es documental, como ocurre en el 80% de los juicios por cláusula suelo.

Esta crisis ha evidenciado la lentitud de la Justicia. Porque todos tenemos derecho a una tramitación ágil de los asuntos que nos afectan. Pero, cómo se pueden agilizar cuatro millones de asuntos judiciales pendientes para este año.

Los tribunales de Justicia tardaran años en superar este retraso mientras no se tomen las medidas adecuadas. El panorama es desolador, y pocos confían en el plan diseñado por el Ministerio hasta que no haya inversiones, reformas y la organización necesaria.

No les corresponde a los abogados arbitrar soluciones para este complejo problema, pero son imprescindibles para reactivar la actividad judicial. Sin embargo, en la nueva normalidad, nos encontramos restricciones. En los juzgados solo se permite el acceso a usuarios y profesionales con cita previa, estableciéndose como sistema de consulta la vía telefónica y los correos habilitados expresamente en cada órgano.

Sin embargo, ni se han habilitado direcciones de correo electrónico en todos los órganos judiciales ni se responde a las llamadas telefónicas con la presteza que el sistema requiere, tampoco se facilita la información por estos medios por las obligaciones existentes en materia de protección de datos. Esto impide el normal ejercicio de la función de los abogados y también limita el Derecho de Defensa.

Los Abogados no son en sentido estricto “público”, ni “usuarios” del servicio de la Administración de Justicia. Los Abogados, junto con el Ministerio Fiscal y otros profesionales, son personas e instituciones que cooperan con la Administración de Justicia.

De la misma manera que ninguno de los sujetos partícipes indiscutibles de la Administración de Justicia -Jueces, Fiscales, Letrados, funcionarios, médicos, forenses, policías-, tienen limitado el acceso a las sedes judiciales, tampoco deberían tenerla los abogados, por razones obvias. Empecemos por corregir este problema, es bien sencillo.


Publicado en Europa Sur el 30 de junio de 2020

Deshaciendo bulos.


Ha finalizado el estado de alarma, pero el coronavirus sigue entre nosotros. Estamos en “la nueva normalidad”, una etapa de rastreo y vigilancia donde el estudio y seguimiento de los contactos de cualquier persona contagiada persigue realizar un diagnóstico temprano para evitar la transmisión.

Desde hace unos días, Algeciras permanece en alerta tras el brote detectado en una pensión, que provocó la muerte de uno de sus huéspedes de 78 años con patologías previas. De los otros 16 residentes, tres dieron positivo en la prueba de Covid-19. Una mujer española de 70 años, ingresada en el hospital Punta de Europa. Y dos inmigrantes subsaharianos de 19 y 24 años.

El virus se ha extendido al trasladar a estas personas desde esta pensión a un centro de una ONG, cuando ya había un fallecido, pero sin comunicar su contagio. Los afectados son de origen africano. Y se han detectado 64 contactos, con 17 PCR positivos.

A todas estas personas migrantes se les realizó pruebas en Almería, cuando llegaron a España en marzo, y sus resultados fueron negativos. Y, sin embargo, el alcalde de Algeciras ha falseado los datos a su antojo para usarlos de arma arrojadiza contra el gobierno central. De paso ha criminalizado a los inmigrantes. Nada nuevo.

Los bulos sobre el coronavirus son otra epidemia. Se han verificado 600. Buscan crear más miedo o aprovecharse de la situación de alarma. Pero antes de la pandemia ya circulaban dos grandes bulos sobre los inmigrantes.

Uno, sobre el colapso de la sanidad pública por los inmigrantes, que no solo carece de base estadística, si no que contradice todos los datos disponibles. Un informe de la Sociedad Española de Medicina de Familia concluyó que el 57,75% de la población española había acudido al menos una vez a los servicios de atención primaria frente a sólo el 12,7% de la población inmigrante.

Asociado a este, hay otro sobre el gran gasto que suponen los inmigrantes. Sin embargo, según la Fundación La Caixa, la población inmigrante en España sólo supone el 5.1% del gasto sanitario público total. Y según datos del Instituto de Estudios Fiscales, el coste farmacéutico por paciente español es de 374 euros frente a los 73,70 euros por extranjero.

Tampoco la llegada de inmigrantes supone una amenaza para la salud pública, ni pone en riesgo los sistemas sanitarios. En 2018 se publicó un estudio sobre migraciones y salud, elaborado por más de 20 científicos internacionales, donde se especifica que “no existe una asociación sistemática entre migración e importación de enfermedades infecciosas”.


Publicado en Europa Sur el día 23 de junio de 2020

Competencias y responsabilidad.

 

En España los servicios sociales han sido históricamente el pariente pobre del Estado de Bienestar. La Ley de Dependencia sentó las bases para su desarrollo, que se frenó por la gestión de la crisis económica.

Las residencias para personas mayores han estado especialmente desatendidas por el sector público. La escasez de plazas públicas abrió las puertas a la oferta privada, que vio en esta necesidad un importante nicho de negocio. Así fondos de inversión, aseguradoras y constructoras entraron en el mercado de las residencias de ancianos.

Estas residencias, con un alto trasiego de personas, visitantes y personal, una proporción insignificante de profesionales sanitarios cualificados, con un modelo de trabajo asistencialista alejado de la “atención centrada en la persona”, con contratos precarios, bajos salarios, e instalaciones y recursos claramente insuficientes, no pudieron evitar la propagación del coronavirus entre residentes y personal.

Y qué hacían nuestros políticos desde el inicio de la crisis sanitaria. Pues utilizar las muertes en estas residencias como arma arrojadiza, sin rubor ni respeto por la tragedia. Por supuesto, obviando quién eran los responsables del control de todos los centros sociales en nuestro país.

Al amparo del artículo 148 de la Constitución, las competencias en materia de servicios sociales están transferidas a las comunidades autónomas. También durante la pandemia las competencias para adecuar las residencias de ancianos, contratar personal o dotarlas de equipamiento ha seguido estando en manos de las comunidades autónomas.

Así lo reflejan varias órdenes publicadas en el BOE desde marzo. De hecho, el Real Decreto 463/2020 establece que cada Administración conserva las competencias que le otorga la legislación vigente en la gestión ordinaria de sus servicios.

Así que, la responsabilidad del Gobierno central se limitó a coordinar y controlar la acción de las autonomías. Las órdenes dadas desde el Gobierno de España establecían pautas de refuerzo y reorganización de las residencias cuyo cumplimiento se exigía a las comunidades, a las que además se facultó a mediados de marzo a intervenir o medicalizar los centros en caso necesario. Además, estableció un fondo extraordinario de 300 millones de euros para reforzar “prestaciones básicas de servicios sociales” (Real Decreto-ley 8/2020).

Teniendo claro las competencias del gobierno central y los autonómicos, que cada cual asuma su responsabilidad, incluidos los gestores de estas residencias.


Publicado en Europa Sur el 16 de junio de 2020

Abrir los ojos.

El Premio Princesa de Asturias de la Concordia ha recaído este año en los profesionales sanitarios españoles que han combatido en primera línea la pandemia del Covid-19. Su esfuerzo ha permitido atender un número de casos de pacientes infectados y víctimas mortales muy elevado, y su humanidad ha acompañado a enfermos ingresados cuyos familiares no podían estar presentes en sus últimas horas de vida.

Proporcionalmente ha sido uno de los colectivos más perjudicados por la enfermedad, sobre todo por el desconocimiento que había de la enfermedad en las primeras fases de la pandemia y la escasez de equipos de protección individual por el colapso del mercado internacional.

La sanidad pública española lleva más de una década siendo sostenida gracias al sacrificio de estos profesionales, porque los recortes y privatizaciones han esquilmado y debilitado nuestro Sistema Público de Salud. El número de médicos y camas hospitalarias se redujo con los recortes, una decisión que ha resultado letal.

La falta de personal es una de las causas del gran atasco sanitario de los hospitales. Cerca de 700.000 pacientes se encontraban a la espera de ser operados antes de la crisis, según el Sistema Nacional de Salud. Apenas hay datos de lo que ha pasado desde entonces. Cuántos enfermos de patologías que nada tenían que ver con la COVID-19 han fallecido o visto empeorada su situación al no poder ser atendidos.

La pandemia también nos ha mostrado la situación de muchas residencias de mayores, la mayoría en manos privadas, que no cumplen criterios mínimos de seguridad, cualificación o recursos humanos. Los resultados han sido terribles. Es necesaria una red de residencias de titularidad y gestión pública, además de un estricto control de todas, ya sean públicas o privadas.

Así que, debemos extraer enseñanzas de esta situación, nuestro sistema sanitario tiene que salir fortalecido, dotándolo de medios suficientes, tanto humanos como materiales y técnicos, que le permita afrontar cualquier situación de crisis futura.

Si no hubiéramos pasado por esta crisis sanitaria, política y social, no seríamos conscientes de nuestra vulnerabilidad. A veces cuando avanzamos sin obstáculos no vemos lo evidente, las amenazas futuras, por eso hay que abrir los ojos.

Los miles de millones de euros que destinará Europa para salir de esta grave crisis deben seguir desarrollando nuestra sanidad pública y de calidad, y está en manos de los políticos conseguirlo, si no, es que no han entendido nada de la pandemia.

 

Publicado en Europa Sur el día 9 de junio de 2020


La Economía verde.


El pasado 18 de mayo, el Tribunal Supremo confirmaba la sentencia emitida por la Audiencia Nacional en octubre de 2017, que consideraba que la Confederación Hidrográfica del Ebro no evaluó debidamente las consecuencias ecológicas de construir un embalse sobre el ecosistema del río Gállego (afluente del Ebro).

Esta sentencia evidencia un punto de inflexión en la política de aguas española porque exige de forma clara un plus para que se puedan construir embalses que deterioran los ecosistemas acuáticos. Es más, señala que no se puede “invocar en abstracto el interés público superior”, sino que es necesario “un análisis científico detallado y especifico del proyecto” para concluir que es posible ejecutar una obra.

Sólo hemos necesitado 30 años para entender que salvaguardar nuestros ecosistemas es más importante que ese supuesto “interés general” que llena nuestra geografía de estas infraestructuras. Nuestro modelo de desarrollo debe estar basado en el uso sostenible de recursos y valores naturales.

En este punto de inflexión lo lógico es apostar por la Economía verde, aquella que mejora el bienestar humano y la equidad social, reduce los riesgos ambientales y la presión sobre los sistemas naturales, y armoniza el desarrollo económico y el consumo eficiente de los recursos.

Sin embargo, y pese a ser una energía limpia, se acaba de iniciar una carrera por la energía fotovoltaica con una avalancha de proyectos que pueden estar incubando una burbuja especulativa y que transformarán el paisaje en el territorio andaluz. Innegable es la contribución de la energía solar fotovoltaica a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y a la consolidación de un tejido productivo descarbonizado. Pero no puede ser ignorada la repercusión de las plantas fotovoltaicas en un desarrollo sostenible.

La Unión Española Fotovoltaica defiende que “la expansión de la energía fotovoltaica en los próximos años, tanto a nivel nacional como internacional, ofrece una oportunidad para la reindustrialización de Europa y de España. Pero, es imprescindible que la transición energética vaya acompañada de un desarrollo industrial planificado y realizado de manera ordenada que permita alcanzar un crecimiento continuo y estable”.

Una pérdida de diversidad en los usos del suelo y una disminución de la calidad paisajística pueden ser los efectos colaterales de una inadecuada o inexistente planificación. Necesitamos ya una ordenación que evite tentaciones especulativas y proteja el suelo y el paisaje.


Publicado en Europa Sur el 2 de junio de 2020


Tiempos de pandemia.


Ahora que se vislumbra el final de este periodo de crisis sanitaria por la COVID-19, el confinamiento ha demostrado ser una medida eficaz para contener la epidemia. Desde su entrada en vigor en España se ha reducido el crecimiento de los contagios del 30 al 1%. Esta afirmación no la discute nadie ni dentro ni fuera de España, especialmente los epidemiólogos y la Organización Mundial de la Salud.

Desde el inicio de la crisis, la comunidad científica depositó sus esperanzas en esta estrategia epidemiológica conocida como supresión, es decir, el distanciamiento intensivo y forzoso para aplanar la consabida curva de incidencia y evitar la saturación hospitalaria, frente a la mitigación, que prioriza la creación de una inmunidad de grupo permitiendo la propagación ralentizada y controlada del virus.

Tras más de 70 días de confinamiento, nuestro sistema sanitario está exhausto y diezmado, la ciudadanía está cansada y harta, pero las prisas pueden echar por tierra lo conseguido. Existe el riesgo alto de que, si se relajan demasiado pronto las medidas de supresión y nada las sustituye, puede haber un rebrote de contagios.

Pues bien, parece que todos los sacrificios realizado por el conjunto de la población se han olvidado en estas últimas dos semanas, al menos es lo que se percibe en los medios de comunicación. Algunos ciudadanos han salido a las calles saltándose esas normas de confinamiento. Dónde está su responsabilidad, solidaridad y respeto hacia los demás. ¿Pesa más su egoísmo y sus intereses políticos que los más de 28.600 muertos y 235.000 contagiados?

Algunos pueden pensar que mis palabras son fruto de la polarización política de este País, pero no, ni siquiera he votado a ninguno de los partidos que están en el gobierno de coalición, aunque sé quién lo hace bien y quién lo hace mal, y no entiendo ni comparto la incitando al enfrentamiento, el odio y la división frente a una pandemia para la que no estábamos preparados.

Ojalá la dinámica de este país y de sus partidos fuera otra. Ojalá sus intereses se centraran en las transformaciones sociales y económicas que este país necesita. Y su preocupación fueran los comedores sociales, las residencias de mayores, el trabajo digno y la exclusión social.

No quiero dejar de dar las gracias a esa inmensa mayoría que se está comportado de manera ejemplar. Sin embargo, ahora, en la segunda fase de la escalada, empieza lo difícil porque la responsabilidad recae sobre cada uno de los ciudadanos. ¿Estaremos a la altura?


Publicado en Europa Sur el 26 mayo de 2020