viernes, 12 de septiembre de 2014

Política y Religión.

En estos treinta años de democracia la sociedad española ha sufrido un profundo cambio en materia de creencias entrelazado con los cambios sociales. Analizarlo no es sencillo por su complejidad y por lo espinoso que es siempre tratar el tema religioso en nuestro país. Pero la secularización  generalizada, fruto de la modernidad, está haciendo que la religión haya perdido peso en la sociedad. Desde una perspectiva sociológica, el cambio impulsado por los procesos citados ha hecho que la religión tenga cuantitativamente menos peso y cualitativamente otra forma.

Sin embargo, desde la perspectiva ideológica, el debate parece moverse en los mismos parámetros de siempre, con un desajuste entre la representación del hecho religioso y la realidad del mismo. Hasta el año 1978 la religión católica formaba parte de la estructura del Estado. Pero la Constitución Española la ubica en el ámbito de lo privado, porque dice en su artículo 16.3 que ninguna confesión tendrá carácter estatal. A pesar de lo dicho, la mayoría de las prácticas religiosas se siguen manteniendo en el ámbito de lo público y con la participación de autoridades eclesiásticas y políticas, lo mismo en actos civiles como religiosos.  La religión ha desaparecido de las estructuras pero se mantiene por la inercia en la cultura política.   
 
Buen ejemplo de lo que digo es lo ocurrido el pasado 15 de Agosto, fiesta religiosa de la Asunción de María, en la que no sé cuantos Ayuntamientos han ratificado a sus Patronas como alcaldesas perpetuas de su pueblo o ciudad. También hubo obispos y curas que aprovecharon este hecho para hablar de política en sus homilías, convirtiendo la misa a la virgen en auténticos mítines políticos. Sin ir más lejos, al obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, le pareció que la misa de la virgen era la ocasión ideal para urgir al Gobierno a dejarse de “titubeos” y aprobar ya la reforma de la ley del aborto.

El intrusismo es reciproco tanto en lo público como en lo privado y en lo político como en lo religioso. La ministra Fátima Báñez, sin ir más lejos, ha encomendado a la Virgen del Rocío tareas de su estricta competencia como el paro y la gestión económica de su ministerio. O la concesión por el ministerio del Interior de la medalla del merito policial a Nuestra Señora María Santísima del Amor por su lucha contra la delincuencia. Me parece increíble, pero así es y así ocurre. El intercambio de papeles entre Política y Religión es continuo y la televisión recoge ejemplos todos los días.

Algunos ejemplos más de ese intercambio político-religioso del día de la Asunción fueron en Madrid, aunque también se dieron en otros lugares de España, la alcaldesa, Ana Botella, pidió a la Virgen de la Paloma trabajo para los madrileños. Normal. Ella es incapaz y no puede hacer nada. Pero peor fue lo del consejero de Sanidad de la Comunidad Autonómica, que pidió salud para todos los madrileños. “Así ahorraremos dinero de las arcas porque con la ayuda de la Virgen no habrá que gastarlo para tratar a las personas”. Bochornoso.

Comprendo que al PP le cuesta aceptar las formas de un Estado aconfesional. Pero como buenos cristianos deberían aceptar este pequeño sacrificio. Como ciudadano exigiría que los políticos y los religiosos ejercieran cada uno en su olivo: en la misa, misa; en el mitin, mitin; y en política, política. Y a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. Lo digo yo y lo dicen también los  Evangelios.

Ángel Luis Jiménez Rodríguez

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