Hace
unos días se difundieron las últimas fotografía nocturnas realizadas por la
NASA desde la Estación Espacial Internacional, y España era una concatenación
de luces que nos mostraban un país muy iluminado por sus ciudades. Aunque
también había zonas oscuras y una franja negra que dividía la provincia de
Cádiz en dos de Norte a Sur. Esa isla oscura es el Parque Natural de los
Alcornocales, y dentro de sus límites está la Almoraima. El Gobierno pretende
vender o más bien regalar este latifundio público del Campo de Gibraltar (más
de 14.000 hectáreas), pues dice que le está costando dinero. La Almoraima como sociedad
del Ministerio de Medio Ambiente está mal gestionada, en 2013 sus cuentas no han
pasado el análisis de la auditoria Deloitte encargada de fiscalizarla. Y saldrá
de esas pérdidas gracias exclusivamente a una subvención de 2,34 millones de
euros que el Estado le concedió para gastos corrientes, cuando se encuentra en
un proceso abierto de privatización.
La
Almoraima dependiente de la dirección general de Desarrollo Rural y Política
Forestal era un latifundio público que daba beneficios en todos los ejercicios entre
1993 y 2007. Y hasta ahora la auditora
Deloitte no había reflejado reparo alguno en las cuentas, ni salvedades en el
informe de los resultados. Estos reparos a una empresa del Estado no son normales
ni habituales. Pero lo más curioso es que parte de la subvención recibida se
está utilizando para una “reestructuración de personal”. De un total de 99
empleados, doce trabajadores han salido el año pasado de la empresa La Almoraima.
Y todo esto para que el comprador del latifundio se encuentre con una plantilla
más delgada y una empresa más saneada.
Pero
para hacer más atractiva la venta de La Almoraima, la dirección de la sociedad
transmitió a sus posibles compradores un plan de usos que permitiría levantar
un complejo turístico de lujo -hotel, campo de golf y aeropuerto- en la zona de
la finca que no está dentro del Parque Natural de Los Alcornocales, aunque si
en su borde. La Junta, que se opone a la privatización, ha empezado a tramitar
una ampliación del parque que incluya el 100% de la finca. Sin embargo, la
directora de La Almoraima, Isabel Ugalde, puesta por el Gobierno del PP ya ha
recurrido esa ampliación ante el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. No
sé si la Junta conseguirá evitar este nuevo atropello a un espacio natural como
ha ocurrido con los del Algarrobico, Valdevaqueros y otros.
Lo
que está ocurriendo en este país con la destrucción del paisaje y de sus
espacios naturales es para estar preocupados. Este Gobierno está dejando en
precario todos los parques naturales que sobreviven en las proximidades de las
costas andaluzas desde la Almoraima hasta Cabo de Gata. Cada día nos
encontramos con un nuevo plan faraónico o de lujo que está al acecho de nuevas
presas. Alcornocales, pinares y otros bosques centenarios corren el riesgo de
ser barridos por un monstruo como el hotel del Algarrobico de Carboneras, el
proyecto de La Almoraima o el de Valdevaqueros. La prepotencia de los
saqueadores campa a sus anchas y son recibidos como reyes por nuestros
políticos y Ayuntamientos.
Hace
unos días en El País, el conocido escritor Juan Goytisolo decía que para quienes
hayan conocido la costa mediterránea española de hace medio siglo viajar hoy
día por ella es presenciar una feria de horrores y un involuntario ejercicio de
masoquismo. Goytisolo conoce muy bien las costas andaluzas y sobre todo las
tierras de Almería, pues escribió en los años 60 dos maravillosos ensayos o
libros de viaje titulados “Campos de Nijar” y “La Chanca”. Por supuesto, no
tiene la menor duda de que el culto al dinero fácil ha convertido la costa
mediterránea española en un espectacular adefesio. Ya solo espera que las generaciones
venideras juzguen como corresponde la
codicia de unos y la prepotencia de otros en su miope concepción de un progreso
que se ha desvanecido como un espejismo a costa de la destrucción de un paisaje
que permanece vivo en la memoria de los viejos pero que ya no se recuperará
jamás ni lo podrán ver los jóvenes.
Ángel Luis Jiménez Rodriguez
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