domingo, 6 de mayo de 2012

Una reflexión sobre el PSA-PA

Esta reflexión hecha en vísperas de las elecciones andaluzas del 25 de marzo, sigue igual de vigente al dimitir el pasado lunes, Pilar González, su secretaria general acusada de impulsar una nueva formación con un perfil más de izquierda. Su delito poder debatirla en el próximo congreso del partido previsto para el próximo mes de julio. La carta de dimisión dirigida a los militantes andalucistas decía “no puedo permanecer por más tiempo en una organización que prefiere actuar con métodos del pasado dando un golpe de estado contra mi” llegando a recurrir a “prácticas mafiosas” propias de una “organización enferma”. El pecado de Pilar González ha sido creer que era de verdad la secretaria general del PA, sin embargo, el partido siempre se ha dirigido desde la “mesa camilla” de su fundador, Alejandro Rojas Marcos, por un grupo de ex dirigentes históricos que le siguen siendo fieles. Pilar González afirmaba el lunes que siempre ha dicho que era responsable “de no sacar al partido de la miseria, pero no de haberlo metido en ella”. Algo parecido decía yo antes de estas denuncias. Apuntaba en la víspera de las elecciones andaluzas, que si el PA no conseguía representación parlamentaria el 25-M tendría que disolverse porque llevaba ya una legislatura sin presencia en la cámara andaluza. Una travesía del desierto, como se dice en política, demasiado larga. Pervivir como partido sin ser el instrumento al servicio del pueblo andaluz en los parlamentos nacionales y autonómicos no tenía sentido. El mantener su pobre presencia pública a cualquier precio era una irresponsabilidad política de su dirección, que no ha sido capaz de poner al día las ideas que inspiraron a los primitivos ideólogos del andalucismo del primer tercio del siglo pasado, ni redefinirlas o clarificarlas. Hasta llegar al día de hoy los fracasos del nacionalismo andaluz tienen nombres y apellidos. Hubo egoísmos, errores ideológicos, estrategias equivocadas y personalismos exacerbados. El principio del fin fue el pacto de Rojas Marcos con Martin Villa de UCD, ahí empezó el hundimiento. La estrategia parecía buena por sus consecuencias: desbloquear el referéndum del 28 de febrero de 1980 que estaba bloqueado electoralmente. Pero el error del partido fue creerse que eran los únicos artífices de traer la autonomía a Andalucía, olvidando al PSOE, que fue la opción elegida por el pueblo español y andaluz como alternativa al franquismo y a los gobiernos posteriores de derecha. Fue un pecado de soberbia. Este error, tremendo error, tuvo un antecedente en las elecciones generales y municipales de 1979, donde ya se hablaba de eliminar la “s” de socialista. Se decía por la dirección del partido, secundada por mucha militancia, que dos “eses” no podían coexistir en Andalucía, y que así, el partido abriría más su electorado. Había que hacer un partido del tipo “catch all” o “atrapatodo”, como se suele traducir del inglés. Las fronteras de clase no tenían importancia, decía el aparato del partido, que no las bases. La experiencia ha demostrado lo contrario, el partido perdió su electorado natural y no consiguió el que esperaba. Ese error causó el error definitivo, que a lo largo de todo este tiempo ha sido la indefinición del partido: ni nacionalismo de clases, ni interclasista, ni conservador… Vamos ni chicha ni limoná. El PSA-PA fue un partido construido en la Transición para sacar a Andalucía de su marginación. Un instrumento político necesario para muchos andaluces y útil al Pueblo Andaluz para asumir el protagonismo que su historia e identidad como pueblo se merecían. Eso reflejan los discursos y escritos de sus ideólogos, Pepe Aumente, José Acosta y José María de los Santos, entre otros. Estos teóricos y los líderes de ese momento histórico recibieron el voto de muchos andaluces, que entendieron y creyeron el discurso andalucista. Pero, al final no ha servido para nada, porque el partido andalucista se ha quedado en pura apariencia. Nada de nada. Y así no puede seguir, si no quiere engañar al pueblo que quiere representar. La gente piensa, y por eso no lo vota, que este partido ni atiende, ni se le entiende. Es un elefante herido por sus errores que avanza despacio y con miedo hacia la incertidumbre y la desaparición, que no quiere aceptar, cuando partidos más grandes han caído en España y en Europa.
Ángel Luis Jiménez Rodriguez

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