viernes, 7 de septiembre de 2012

Una voz discordante de la Iglesia.

El 31 de agosto murió el ex cardenal de Milán, Carlos María Martini, con 85 años. El llamado “cardenal  del diálogo” dejó una suerte de testamento espiritual en una charla que tuvo antes de morir con el también jesuita Georg Sporschill y que ha publicado el periódico italiano el Corriere della Sera. En esa charla no se anda con rodeos y dice “La Iglesia debe reconocer los errores propios y debe seguir un cambio radical, empezando por el Papa y los obispos”. El cardenal ve a la Iglesia cansada, sin vocaciones, atrapada por la burocracia, enganchada al bienestar y comenta “Nuestros rituales y nuestros vestidos son pomposos. Sé que no podemos desprendernos de todo con facilidad, pero al menos podríamos buscar hombres que sean libres y más cercanos al prójimo, como lo fueron el obispo Romero y los mártires jesuitas de El Salvador. ¿Dónde están entre nosotros los héroes en los que inspirarnos…?”. Reconoce en su charla que la Iglesia está anticuada y pone en duda el papel de la Iglesia católica frente a los nuevos modelos de familia. Además, receta tres instrumentos para salir del agotamiento. “El primero es la conversión. Debe reconocer los propios errores. Los escándalos de pederastia nos empujan a emprender un camino de conversión. Las preguntas sobre la sexualidad y sobre todo los asuntos que competen al cuerpo son un ejemplo. Debemos preguntarnos si la gente escucha todavía los consejos de la Iglesia en materia sexual. ¿La Iglesia es todavía una autoridad de referencia o sólo una caricatura en los medios?”. El segundo y el tercer consejo son recuperar la palabra de Dios y los sacramentos como una ayuda y no como un castigo, preguntándose “¿llevamos los sacramentos a los hombres que necesitan una nueva fuerza?”. Carlos María sintiendo la muerte cerca, tal vez deseándola pues tenía un párkinson que le venia martirizando desde hacía años, rechazó el tratamiento terapéutico como un último mensaje de rebeldía y discordancia con la Iglesia. Y… los que quieran entender que entiendan.
Ángel Luis Jiménez Rodriguez

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