En las próximas elecciones europeas del 25 de mayo,
dependiendo del voto los europeos, nos jugamos mucho. Podemos salir de esas
elecciones más unidos o fragmentados, más cohesionados o desacoplados sobre el
modelo social europeo edificado para la solidaridad, y más tolerantes o
intolerantes con los federalismos y el espíritu
democrático de la Unión Europea.
Cuando veo en televisión a ese señor barbado, llamado Arias
Cañete, candidato a la fuerza en las elecciones europeas por el PP, que con voz
imperiosa arenga a sus compañeros de negocios con expresiones tan raciales como
“hay que batirse el cobre”, no me extraña nada porque van a lo suyo. Además
continúa advirtiendo que ese batirse el cobre es necesario porque estas
elecciones influirán en las elecciones municipales y autonómicas que vendrán
después, así que les dice a sus socios “éstas como si fueran las vuestras”.
En estas elecciones como en otras anteriores la mayoría de
los candidatos ni creen ni sienten lo que dicen, por eso no emocionan sus
discursos, ni los creemos. Además, no se muestran como personas normales con
sus fortalezas y debilidades y sentido del humor, sino como auténticas mascaras
o actores interpretando un papel. O más bien como paseantes de vanidades o creídos de su bien hacer, lo cual es
aún más grave.
Imagino que el bocado europeo debe ser suculento visto el
empeño de todos los partidos en que su potencial clientela no se quede en la
cama el 25 de mayo y vote masivamente. Debe serlo porque de estas elecciones
los europeos saldrán más unidos o divididos. En principio, tendremos un Presidente
de la Comisión o un Gobierno europeo designado por el Parlamento, por tanto, un
modelo social integrador más fortalecido, una mayor tolerancia entre
federalistas y más democracia, aunque todo esto deberá conjugarse con una
aceptable gestión tecnocrática.
Esto es lo que está sometido a prueba el 25 de mayo. Y no
solo por la crisis sino también porque a su amparo están fructificando
movimientos que propugnan salidas egoístas, xenófobas, eurohostiles y
reaccionarias. Si los rugidos de esas minorías salvajes y antidemocráticas se
amplifican en el Parlamento europeo por culpa de una fuerte abstención, los
demócratas no podremos lamentarnos después sobre los déficits de liderazgos o
la falta de arrastre emotivo de los programas en liza.
Así que los ciudadanos deben exigirse a sí mismos, y no solo
a sus representantes, coherencia. No solo debemos preguntarnos qué hace Europa
por nosotros, sino qué hacemos nosotros por una Europa que ha venido garantizando
un entorno de paz y mecanismos suficientes para recuperar el bienestar social,
que ahora estamos perdiendo. Ha llegado la hora de la gente, ha llegado la hora
del protagonismo popular y ciudadano. Así que es vital que la ciudadanía, ante
la insuficiente oferta de los partidos en la campaña, demande con una creciente
presión soluciones sobre cómo combatir el paro, cómo crear empleo y cómo poder
“garantizar” el empleo juvenil.
Es hora de que los electores debatan, requieran, exijan,
contrasten y vayan perfilando un mandato nuevo al elegir a aquellos aspirantes
a diputados europeos que den respuesta a las cuestiones que realmente preocupan
a la gente. Y para aquellos aspirantes que no saben, no responden o no se
preocupan por nuestros problemas, la respuesta no puede ser otra que el vacio y
el retorno a su casa, porque ni los necesitamos ni los queremos. Hay
alternativas y muchos colores en el arco iris donde elegir. Por supuesto, podemos
cambiar las cosas, pero antes hay que luchar por ellas, porque sin lucha no habrá
victoria.
Ángel Luis Jiménez Rodríguez
No hay comentarios:
Publicar un comentario