El jueves el cine-club Alcultura proyectó en el salón de
actos de la Escuela de Ingenieros la película de Woody Allen “Blue Jasmine”. Y
después hubo un sabroso coloquio que me ha llenado de alimento espiritual para
una temporada, sobre todo por mis dudas sobre el talento de este director de 75
años después de sus películas de encargo en su periplo europeo. No comparto
totalmente lo que dicen los neurólogos de que las neuronas con los años se
amojonan. Puede ser, no digo que no, pero en el caso de Woody Allen, y después
de esta película, afirmo que no.
También teníamos la convicción de que cualquier película
sobre la crisis debería ser una tragedia porque no había otro tono posible más que
el dramático para narrar lo que está pasando. Pero viene el viejo Allen y
cuenta el complejísimo camelo económico que brotó en su país y contagió a
Europa a través de un inesperado personaje, la mujer de un especulador financiero.
Y lo hace sin renunciar a su gracia y a su ligereza habitual mediante una serie
de personajes que se
mueven alrededor de esta mujer para aportar el equilibrio perfecto y convertir
este drama en comedia.
Además,
como siempre y sin redoble de tambores, no intenta capturar el signo de los
tiempos, ni certificar la putrefacción del capitalismo como intenta Martin Scorsese
en “El lobo de Wall Street”, sino que se vale de su habitual tono menor, donde
trufa lo grave con humor e ilustra la acción con las canciones que escuchaba en
la radio cuando era niño, para hablarnos de la crisis. Y a pesar de esa falta
de pretensiones tan de agradecer, no se ha visto hasta ahora un punto de vista más
original sobre la burbuja financiera, sirviéndose
de la decadencia mental de una mujer, Jasmine, que en realidad se llama
Jeanette, esposa de un especulador financiero, personaje inspirado en el conocido
estafador Bernard Madoff.
Jasmine
tiene la cara y el cuerpo de Cate Blanchett, que se nos presenta como una
versión moderna de la “Blanche Dubois” de Tennessee Williams. Pero mientras este
personaje de Williams representaba el derrumbe del universo de las damas del
sur, Allen nos habla del descalabro final de unos cuantos sinvergüenzas a los
que el Estado, con su falta de regulación, permitió malgastar a su antojo los
ahorros ajenos. Y para entender el crash de 2008, nada mejor que el discurso del
personaje que interpreta Matthew McConaughey en la película de Scorsese sobre
este mismo tema, “todo consiste en pasar el dinero desde el bolsillo de los
clientes al nuestro”.
Sin
embargo, mujeres como Jasmine no se manchan con los sucios negocios de sus
maridos, son mujeres que lavan su conciencia con ciertas ocupaciones benéficas,
son espíritus ociosos que buscan entretenimiento y razones para vivir en la
decoración de interiores y en el mantenimiento de una eterna juventud. Estas
mujeres también existen en España, aunque aquí el dinero tienda más a
esconderse por aquello de la no ostentación de la riqueza. Pero haberlas, las
hay, cada país tiene las suyas. Y comparten, en esencia, la manera consciente de
ignorar de dónde brota el dinero, llegando al autoconvencimiento de que todo es
producto del talento de sus flamantes maridos. Y cuando la mala suerte quiere
que la Justicia les eche el guante, ellas dicen creer que el dinero caía del
cielo. Y para colmo además quieren que el mundo las crea.
Ángel Luis Jiménez Rodríguez
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