sábado, 17 de mayo de 2014

Retrato demoledor de una mujer llamada Jasmine.

El jueves el cine-club Alcultura proyectó en el salón de actos de la Escuela de Ingenieros la película de Woody Allen “Blue Jasmine”. Y después hubo un sabroso coloquio que me ha llenado de alimento espiritual para una temporada, sobre todo por mis dudas sobre el talento de este director de 75 años después de sus películas de encargo en su periplo europeo. No comparto totalmente lo que dicen los neurólogos de que las neuronas con los años se amojonan. Puede ser, no digo que no, pero en el caso de Woody Allen, y después de esta película, afirmo que no.

También teníamos la convicción de que cualquier película sobre la crisis debería ser una tragedia porque no había otro tono posible más que el dramático para narrar lo que está pasando. Pero viene el viejo Allen y cuenta el complejísimo camelo económico que brotó en su país y contagió a Europa a través de un inesperado personaje, la mujer de un especulador financiero. Y lo hace sin renunciar a su gracia y a su ligereza habitual mediante una serie de personajes que se mueven alrededor de esta mujer para aportar el equilibrio perfecto y convertir este drama en comedia.

Además, como siempre y sin redoble de tambores, no intenta capturar el signo de los tiempos, ni certificar la putrefacción del capitalismo como intenta Martin Scorsese en “El lobo de Wall Street”, sino que se vale de su habitual tono menor, donde trufa lo grave con humor e ilustra la acción con las canciones que escuchaba en la radio cuando era niño, para hablarnos de la crisis. Y a pesar de esa falta de pretensiones tan de agradecer, no se ha visto hasta ahora un punto de vista más original sobre la burbuja financiera,  sirviéndose de la decadencia mental de una mujer, Jasmine, que en realidad se llama Jeanette, esposa de un especulador financiero, personaje inspirado en el conocido estafador Bernard Madoff.

Jasmine tiene la cara y el cuerpo de Cate Blanchett, que se nos presenta como una versión moderna de la “Blanche Dubois” de Tennessee Williams. Pero mientras este personaje de Williams representaba el derrumbe del universo de las damas del sur, Allen nos habla del descalabro final de unos cuantos sinvergüenzas a los que el Estado, con su falta de regulación, permitió malgastar a su antojo los ahorros ajenos. Y para entender el crash de 2008, nada mejor que el discurso del personaje que interpreta Matthew McConaughey en la película de Scorsese sobre este mismo tema, “todo consiste en pasar el dinero desde el bolsillo de los clientes al nuestro”.

Sin embargo, mujeres como Jasmine no se manchan con los sucios negocios de sus maridos, son mujeres que lavan su conciencia con ciertas ocupaciones benéficas, son espíritus ociosos que buscan entretenimiento y razones para vivir en la decoración de interiores y en el mantenimiento de una eterna juventud. Estas mujeres también existen en España, aunque aquí el dinero tienda más a esconderse por aquello de la no ostentación de la riqueza. Pero haberlas, las hay, cada país tiene las suyas. Y comparten, en esencia, la manera consciente de ignorar de dónde brota el dinero, llegando al autoconvencimiento de que todo es producto del talento de sus flamantes maridos. Y cuando la mala suerte quiere que la Justicia les eche el guante, ellas dicen creer que el dinero caía del cielo. Y para colmo además quieren que el mundo las crea. 

Ángel Luis Jiménez Rodríguez

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