miércoles, 7 de mayo de 2014

Retrato robot de una generación.

Ya he asistido a varios actos preelectores de la campaña para las elecciones europeas del 25 de mayo y cualquier cosa vale para no tener que hablar o concretar sobre políticas de apoyo al empleo y, especialmente, a la promoción del empleo joven.

Es hora de que los partidos en vez de desgastarse en riñas de alcance local se tomen en serio una lacra social que está asfixiando a una generación de españoles -el 55% de los jóvenes de hasta 24 años, casi un millón, están desocupados-, y que a escala europea alcanzan la cifra de seis millones de jóvenes sin empleo.

Esta es una generación que reúne todas las condiciones necesarias para revitalizar nuestra desconcertada sociedad, pero sin liderazgos reconocidos ni horizontes comunes claros, aunque anhela y necesita con urgencia un nuevo relanzamiento de verdad y sin mentiras. Es una generación que estamos perdiendo y sin embargo, no podemos perder porque es nuestro futuro.

Los jóvenes de esta generación saben y son conscientes de que van a vivir, por primera vez en muchos tiempo, peor que sus padres y que tendrá muchas menos probabilidades de conseguir  las cosas que les gustaría lograr, siendo sin embargo la más preparada de nuestra historia.

Pero según el estudio de Metroscopia para El País sobre el sentir de los españoles de entre 18 y 35 años, me llama la atención que no sea una generación abocada a la amargura, al derrotismo o al cinismo, creen en el sistema pero piden cambios profundos. En este retrato robot apresurado hay que destacar que nuestros actuales jóvenes constituyen una generación que sabe integrar y compatibilizar con naturalidad identidades nacionales y culturales múltiples.

Su objetivo no es la toma del Palacio de Invierno, sino una regeneración democrática profunda, porque aunque está decepcionada con la forma en la que funciona nuestro sistema político, creen en la democracia y en los partidos. Intelectualmente son más republicanos que monárquicos. No son antirreligiosos (y menos aun anticlericales), pero consideran la religión como algo ajeno a sus vidas. Piensan que la economía funciona mal, pero creen saber por qué: la ausencia de un adecuado control político sobre la misma  y sobre la ingeniera financiera.

Nuestros jóvenes se sienten, a la vez y con similar intensidad, localistas y cosmopolitas, de su pueblo o región y ciudadanos del mundo. Quizá por ello, la perspectiva de buscar salida en otros horizontes no les parece un desgarro emocionalmente traumático: cuando ninguna tierra resulta realmente ajena no es esperable la sensación de desarraigo, sobre todo cuando la mayoría considera que España no se preocupa en absoluto de su futuro.

Así que discutan los partidos como mejorar la estrategia europea de empleo, especialmente del empleo joven, propongan en sus programas sus alternativas concretas a los ciudadanos y que estos decidan el próximo 25 de mayo a quién elegir para que no se pierdan más oportunidades de empleo en nuestro país. Porque se podrán tener dudas sobre a quién votar, pero no a quién no votar. Yo, por lo menos, lo tengo meridianamente claro, al PP no.

Ángel Luis Jiménez Rodríguez


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