Ya he asistido a varios actos preelectores de la campaña
para las elecciones europeas del 25 de mayo y cualquier cosa vale para no tener
que hablar o concretar sobre políticas de apoyo al empleo y, especialmente, a
la promoción del empleo joven.
Es hora de que los partidos en vez de desgastarse en riñas
de alcance local se tomen en serio una lacra social que está asfixiando a una
generación de españoles -el 55% de los jóvenes de hasta 24 años, casi un
millón, están desocupados-, y que a escala europea alcanzan la cifra de seis
millones de jóvenes sin empleo.
Esta es una generación que reúne todas las condiciones
necesarias para revitalizar nuestra desconcertada sociedad, pero sin liderazgos
reconocidos ni horizontes comunes claros, aunque anhela y necesita con urgencia
un nuevo relanzamiento de verdad y sin mentiras. Es una generación que estamos
perdiendo y sin embargo, no podemos perder porque es nuestro futuro.
Los jóvenes de esta generación saben y son conscientes de
que van a vivir, por primera vez en muchos tiempo, peor que sus padres y que
tendrá muchas menos probabilidades de conseguir las cosas que les gustaría lograr, siendo sin
embargo la más preparada de nuestra historia.
Pero según el estudio de Metroscopia para El País sobre el
sentir de los españoles de entre 18 y 35 años, me llama la atención que no sea
una generación abocada a la amargura, al derrotismo o al cinismo, creen en el
sistema pero piden cambios profundos. En este retrato robot apresurado hay que
destacar que nuestros actuales jóvenes constituyen una generación que sabe
integrar y compatibilizar con naturalidad identidades nacionales y culturales
múltiples.
Su objetivo no es la toma del Palacio de Invierno, sino una
regeneración democrática profunda, porque aunque está decepcionada con la forma
en la que funciona nuestro sistema político, creen en la democracia y en los
partidos. Intelectualmente son más republicanos que monárquicos. No son
antirreligiosos (y menos aun anticlericales), pero consideran la religión como
algo ajeno a sus vidas. Piensan que la economía funciona mal, pero creen saber
por qué: la ausencia de un adecuado control político sobre la misma y sobre la ingeniera financiera.
Nuestros jóvenes se sienten, a la vez y con similar
intensidad, localistas y cosmopolitas, de su pueblo o región y ciudadanos del
mundo. Quizá por ello, la perspectiva de buscar salida en otros horizontes no
les parece un desgarro emocionalmente traumático: cuando ninguna tierra resulta
realmente ajena no es esperable la sensación de desarraigo, sobre todo cuando
la mayoría considera que España no se preocupa en absoluto de su futuro.
Así que discutan los partidos como mejorar la estrategia
europea de empleo, especialmente del empleo joven, propongan en sus programas sus
alternativas concretas a los ciudadanos y que estos decidan el próximo 25 de
mayo a quién elegir para que no se pierdan más oportunidades de empleo en
nuestro país. Porque se podrán tener dudas sobre a quién votar, pero no a quién
no votar. Yo, por lo menos, lo tengo meridianamente claro, al PP no.
Ángel Luis Jiménez Rodríguez
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