martes, 3 de septiembre de 2013

El fondo y la forma en política.

El fondo y la forma son muy importantes en la literatura y el arte, pero más en la política. Porque el fondo es lo que queremos decir o hacer, ya sean ideas, conceptos o sentimientos, y la forma es cómo lo decimos o hacemos ante los demás. Desde luego, sí queremos ser coherentes en política el fondo y la forma deben ir unidos.

Todo esto viene al hilo del  debate de investidura de Susana Díaz como presidenta de la Junta, que comenzará mañana miércoles en el Parlamento de Andalucía poniendo fin a un proceso de elección política donde la forma ha sido muy criticada. Esta será la cuarta vez en cinco años que la Cámara elija un nuevo jefe de Gobierno andaluz tras la de Manuel Chaves (2008), José Antonio Griñán (2009 y 2012) y ahora la de Susana Díaz (2013). Investidura en la que no habrá sorpresas, pues los 47 votos de los diputados del PSOE tendrán el apoyo de los 12 diputados de IU, sus socios en el Gobierno de Andalucía.

El nivel de crítica por la forma de hacer y actuar del PSOE ha sido muy fuerte dentro y fuera del partido. Las primarias exprés o el simulacro de primarias para la elección de candidatos no ha estado muy acertado sobre todo por su premura, no dando tiempo a los aspirantes que no tenían apoyo alguno del aparato. Y aunque se puedan compartir algunas de las críticas o reservas que se han planteado en la forma de elección de Susana Díaz, mejor no pasarse porque ya resulta llamativa la ferocidad con la que el PP se ha lanzado contra ella antes de que empiece su andadura como presidenta.

Según el PP la elección de Susana Díaz es un “dedazo o “susanazo”, una imposición de Griñán. Como si el PP fuera un ejemplo a seguir con sus “dedazos” en las Comunidades de Madrid o Valencia o como las vergonzantes palabras de Juan Ignacio Zoido, alcalde de Sevilla y presidente súbito del PP de Andalucía, sobre la candidatura a la Junta: “hay que estar a lo que decida Rajoy”. Además, las críticas a Susana Díaz por su juventud, falta de experiencia o sus orígenes modestos rezuman un clasismo de lo más negativo. No es el candidato más joven en alcanzar la presidencia de la Junta (Borbolla tenía 36 años), así que si molesta por algo debe ser por ser mujer y de origen humilde, “no es de nuestra clase” dicen los del PP.

Pero donde la crítica resulta delirante es por su condición de mujer. Susana no es decidida o valiente sino “ambiciosa”; no es inteligente sino “lista”; no aprende sino que es “una esponja”. Y aunque es universitaria es “indocumentada”, “barriobajera” y “de estética poco depurada”. El marco se completa con un repaso a su estilismo, al color de su pelo o de sus blusas. Si esto no es sexismo, me gustaría que me explicaran de qué se trata. Pero a mí todo esto me parecerá banal, vacio e irrisorio si la mujer que va a ser investida el jueves como presidenta se compromete con todos los andaluces en ser “implacable” contra la corrupción y el desempleo.

Porque al final lo importante con o sin Susana Díaz es que el próximo Gobierno de Andalucía tenga fuerza y ganas para sacarnos a los andaluces de este agujero de desesperanza en el que estamos inmersos. Que se tomen como propio y prioritario el reto del desempleo y la corrupción y sitúen a Andalucía en el debate nacional. Y, sobre todo, que tengan proyectos nuevos y una apertura real a la sociedad andaluza, sintiendo y haciendo como suyos los problemas de la ciudadanía. Así y solo así, me podre olvidar del abuso en la forma porque entonces sabré que el fondo está lleno de contenido.

María José y Ángel Luis Jiménez

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