Hace meses por recomendación del Consejo Asesor para la
Transición de Cataluña, el presidente de la Generalitat, Arthur Mas, escribía a
Rajoy pidiéndole fecha para acordar cómo y cuando se podía celebrar un referéndum
o consulta sobre la autodeterminación del territorio catalán. No hubo respuesta.
Y desde entonces el silencio del Gobierno sobre este asunto ha sido total. El
silencio, el cerrar los ojos o meter la cabeza en el suelo que yo sepa no son
soluciones para un problema tan grave como el catalán. Hacer como que no pasa
nada mientras se silba tampoco lo es. Y enrocarse en que la ley es la ley
tampoco sirve. Esto es serio. Hasta el más lerdo se da cuenta del cariz que
están tomando las cosas. Ya en Cataluña se disimula muy poco el deseo de
abandonar España.
El independentismo está a punto de ser claramente
mayoritario entre los catalanes, como se ha demostrado en la Diada. También las
encuestas ya son tan claras sobre este asunto como impresionante fue su cadena
humana del miércoles. Y ante eso da muchísima tristeza y coraje comprobar la
inacción del Gobierno, que no hace nada, ni contrarresta ninguna de las
mentiras que se dicen sobre el expolio o el “robo” al que les ha sometido
España. Ni siquiera se intentan romper algunos de esos falsos mitos sobre los
que se sostiene su independentismo. La propaganda es unidireccional, y parece
que en Cataluña solo hay independentistas. ¿Por qué esta falta de respuesta?
¿Por qué este pasotismo del Gobierno? Es muy difícil de entender ese silencio tanto
ahora como en el pasado.
En un
país libre, y en la Europa del siglo XXI, ni las leyes ni los tanques pueden sostener
por si solos un Estado si sus partes no desean permanecer unidas. Ojalá los
políticos, siempre por detrás de la calle, ante esta situación límite puedan
encontrar una respuesta mediante un modelo político federal o confederal que
supere a la España de las autonomías, que ya no sirve, y le dé solución a los
problemas existentes. Una vía federal donde encajen la mayoría de los ciudadanos
de este país. No hay en Europa un Estado más plurinacional y plurilingüístico
que el español, y sin embargo no somos un Estado federal. Por eso creo que con
la reforma constitucional correspondiente se podría encauzar el acuciante
problema catalán.
La
vía federalista es la única opción que hoy tiene el Gobierno español y los
partidos nacionales para evitar la independencia de Cataluña. Opción que no hay
que imponer, pero que si debe convencer a la mayoría, porque la inacción y el
inmovilismo actual es la vía más rápida para llegar a la ruptura. Y la llave
para la reforma constitucional y esa vía de cambio la tiene hoy la derecha
política: El Partido Popular. No solo porque la izquierda política sea
minoritaria en el Congreso, sino porque solo el PP puede hacer una reforma así
sin que la torpedeen como sucedió con el intento anterior de Zapatero.
Tampoco
el PP lo tendría fácil y las dificultades serían mucha para reformar la
estructura territorial de España, porque esa decisión provocaría una nueva
brecha en los medios de comunicación reaccionarios de nuestro país, lo que sin
duda rentabilizaría electoralmente UPyD. Pero en este momento histórico la
decisión sin lugar a dudas está en manos del PP y de su presidente Mariano
Rajoy. Y, por supuesto, en los apoyos necesarios de los partidos de la oposición.
Hay que mover ficha, porque el inmovilismo a nada conduce. Cuando un jugador
mueve posición en cuestiones relevantes al final todos acaban teniendo que
mover fichas. Y parece que así es, pues
desde el Gobierno ya hay voces como la del ministro de Exteriores, García
Margallo, y otros dirigentes populares que apuesta por escuchar a la calle y
buscar una salida constitucional para este problema. La duda es si llegaremos a
tiempo o ya será demasiado tarde.
Ángel Luis Jiménez Rodríguez
No hay comentarios:
Publicar un comentario