Alemania con su inmovilismo económico está contribuyendo en
buena medida al sufrimiento español y al de sus vecinos del sur europeo.
El miércoles 27 de noviembre, más de dos meses después de la
victoria electoral de Ángela Merkel, se ha alcanzado un acuerdo entre el bloque
conservador y los socialdemócratas alemanes para gobernar los próximos cuatro
años en una gran coalición. Aunque todavía queda un escollo por superar: la
consulta a la militancia socialdemócrata. Y es que el principal partido de la
oposición se comprometió a consultar a sus más de 470.000 afiliados sobre un
posible pacto de coalición. Así debería ser en cualquier partido democrático,
consultar a las bases cuando se va a gobernar en coalición y se han modificado
en las negociaciones los programas electorales.
La consulta entre los socialdemócratas se realizará el 14 de
diciembre, y si el acuerdo pasa esa prueba habrá un nuevo Gobierno alemán
presidido por Ángela Merkel justo antes de navidad. El acuerdo de gobierno, del
que se han ido filtrando a la prensa sucesivos borradores, consta de más de 170
páginas donde se intenta dar respuesta a las principales reivindicaciones de
los tres partidos alemanes firmantes asumiendo compromisos por valor de miles
de millones de euros sin ninguna subida de impuestos. Habrá que verlo. El pacto
incluye mejoras en pensiones, y dos de los puntos claves para los
socialdemócratas, un salario mínimo interprofesional de 8,5 euros por hora (en
España es de 2,7 euros) fijado por ley a partir del 2015 y un compromiso para
permitir la doble nacionalidad.
Pero resueltos los problemas nacionales, la cuestión es a
dónde quiere llegar Alemania con Europa, pues su enorme superávit por cuenta
corriente -indicador general de la balanza comercial- es nocivo e introduce “un
sesgo deflacionario en la eurozona” según el nobel Paul Krugman. La negativa
alemana a realizar ajustes en su política económica ha multiplicado los costes
de austeridad en España y en el sur de Europa. Es una simple cuestión de
aritmética, puesto que el sur de Europa ha sido obligado a poner fin a sus
déficits, Alemania tendría que haberse obligado
a reducir su superávit. Sin embargo, los responsables alemanes responden
a todo esto que su política es impecable. Lo cual no es cierto. ¿Por qué?
Porque cinco años después del inicio de la crisis, la
economía europea sigue en depresión afectada por la persistente escasez de
demanda. En nuestro entorno, un país con superávit comercial como Alemania hace
que el gasto de sus vecinos en bienes y servicios se desvíe a los suyos, y de
esta manera les arrebata el trabajo. Es indiferente si lo hace maliciosamente o
con las mejores intenciones. Lo está haciendo de todas maneras. Y ese
inmovilismo alemán contribuye en buena medida al sufrimiento español y a
nuestra tasa de paro de casi el 27%, y del 57% entre los jóvenes.
Alemania debía haber gastado más para evitar la depresión
europea, y no lo ha hecho, mientras sus vecinos del sur estaban obligados a
gastar menos. Espero que este gobierno de coalición en el que participan los
socialdemócratas se dé cuenta de su error y rectifique. Porque si los europeos
del sur siguen estancados en la recesión, ¿qué sentido tiene para el “corazón
de Europa” hablar de una “Alemania fuerte”?. Será líder de Europa y la cuarta
economía mundial, pero solo nos ofrece austeridad, un crecimiento raquítico y
el despego de la política europea de la escena internacional. A Alemania ese
ensimismamiento le ha hecho perder la brújula europea, y eso le acabará pasando
factura, aunque también al resto de Europa. Y ya está bien.
Ángel Luis Jiménez Rodríguez
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