En esta crisis se está librando una guerra cruel contra los
pobres, pero no contra la pobreza, porque entienden muchos gobiernos de derecha
que la ayuda a los perdedores o excluidos está perjudicando la recuperación y
el crecimiento económico.
En un ensayo reciente del sociólogo Daniel Little, Rector de
la Universidad de Michigan, hablando de
la ideología del mercado insinuaba que para los neoliberales o la derecha en
general, el mercado siempre tiene razón y la gente que acaba en la pobreza es
porque merece ser pobre. O sea, que si eres pobre de alguna manera eres un
incompetente y la culpa es tuya, pero no del sistema, cuando es el sistema el
que no les permite sacar la cabeza de la pobreza y el ostracismo, si has tenido
la fatalidad de nacer pobre.
Compruebo todos los días que en nuestra sociedad se está
librando una guerra contra los pobres y excluidos, pero no contra la pobreza
culpable de muchos de nuestros males sociales y morales, y que además esta
guerra coincide con el padecimiento y la desigualdad de mucha gente por una
economía en crisis como la actual. Ahora esta guerra se ha convertido en el
asunto central y definitorio de la política de muchos gobiernos de derecha, que
atribuyen la debilidad actual de la economía a una excesiva intervención del
Estado o al llamado Estado del bienestar.
Por eso, la gran preocupación de los gobiernos -sobre todo
de derechas- es su ansiedad por los déficits presupuestarios, y no ayudar a
tantos “perdedores” a pagar sus hipotecas. O a tantos “excluidos” por el
sistema a recibir ayudas sociales. Así que en sus propuestas presupuestarias
incluyen recortes y ajustes, sobre todo en los programas de protección social.
Nada de dependencia, nada de prestaciones por desempleo o cualquier otra
asistencia social hasta que se alcance la recuperación. Pero entonces esos
Gobiernos, ¿a quién sirven? Porque es deber de los Gobiernos y de los Estados
dar protección a sus ciudadanos desprotegidos por la crisis hasta que se salga
de ella. Y así debería hacerse, pero no se hace.
Muchos Gobiernos más que servir al pueblo sirven a los
ídolos del poder o del dinero, olvidándose por completo de las personas. Se han
olvidado y siguen olvidando que por encima de los mercados o de los negocios
está el ser humano y su dignidad como hombre o mujer. Así que no puedo entender
a nuestro Gobierno o a cualquier otro Gobierno que no ofrezca a sus ciudadanos
la posibilidad de vivir con dignidad y de participar activamente en el bien
común. Porque si no es así, ese Gobierno no me sirve y hay que cambiarlo. Así
de simple y sencillo.
Ángel Luis Jiménez Rodriguez
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