miércoles, 19 de febrero de 2014

¿Ser útil o importante?

Decía Winston Churchill que “la gente no quiere ser útil sino importante”, y añado que también quieren aguantar el mayor tiempo posible en el carguillo, y todo sin tener la menor idea de lo que están haciendo.

En este país el político acepta el puesto que le ofrecen sin siquiera preguntarse si tiene la menor idea de lo que tendría que hacer y si será útil para el puesto. Sumiso al que lo ha nombrado, se instala en la rutina, atento a un solo objetivo: evitar cualquier decisión que conlleve el riesgo de perder el cargo. Lo único que al final le importa es aguantar el mayor tiempo posible, porque de él depende sus ingresos pero algo más importante, la valoración social que luego se le tenga. Ser importante.

Por eso en este país en los últimos años ha dominado la cultura del pelotazo y los mediocres, como cuenta Antonio Muñoz Molina en su libro Todo lo que era solido. “A una economía especulativa le corresponde sin remedio una conciencia delirante”, dice. “Se cambiaron las leyes no para hacerlas mejores, sino para asegurarse de que podrían actuar sin problemas al margen de ellas”, afirma.

La España de la especulación, el dinero fácil, la corrupción social y política se convierte en “el país de los simulacros y los espejismos, el de las candidaturas olímpicas y las exposiciones universales, el de las obras ingentes destinadas no a ningún uso real sino al exhibicionismo de los políticos que los inauguraban y el halago paleto de los ciudadanos que se sentían prestigiados por ellas”. No les preocupaba hacer puentes donde no había ríos, aeropuertos donde no aterrizaban aviones y autopistas por donde no pasaban coches. La modernización de España ha terminado siendo la modernización de las apariencias.

Y no me vale la excusa de que esa es nuestra cultura, que los españoles somos así. Porque el cambio de hábitos hoy es posible y más necesario que nunca, aunque no sea fácil. Los hábitos de conducción (la velocidad, el cinturón, el alcohol) se han transformado radicalmente en diez o quince años. Los hábitos de fumar cambiaron de la noche a la mañana. Porque no pueden hacerlo también nuestras instituciones políticas y económicas. Pienso que si hay un esfuerzo decidido e integrado, España puede cambiar.

Los españoles tenemos la energía y la creatividad para salir de esta situación. España debe elegir tocar fondo. El país se enfrenta a una elección trascendental: modernidad o populismo. En una dirección está el bienestar, el trabajo duro pero con recompensa justa, la seguridad jurídica y unas instituciones en las que podamos creer. En la otra está la cultura del pelotazo, la mediocridad, el dinero fácil y un capitalismo de amigos en el que las ganancias son del que tiene contactos y las pérdidas de la sociedad en su conjunto. La elección siempre es nuestra. Así que tenemos que elegir, ¿ser útiles o importantes? Y lo que esto en el fondo significa.


Ángel Luis Jiménez Rodríguez

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