Durante el segundo día del XXIII fueron
citados y recomendados varios libros. “El crisantemo y la espada”, de Ruth Benedict, antropóloga
estadounidense. En 1943 la Oficina de Información de Guerra de EEUU, le
encargó el análisis como antropóloga de la cultura japonesa para tomar en
cuenta los diferentes hábitos y costumbres a la hora de hacer normas. Ya había
señalado y advertido en su tesis doctoral que cada cultura valora y privilegia
conductas y tipo de personalidades que tiendan a conformar los patrones
sociales existentes. “El poder del amor”, de de Joann Davis. Una fabula
con un inmenso poder de transformación, donde se pasa de la ley de de la
sustitución a la ley del amor. “La cadena rota”, novela histórica
sobre la revolución francesa, de Toni
Martínez de Leza, donde
destacan los personajes femeninos de una gran fuerza, personajes magníficos y
bien dibujados.
Empezamos la jornada hablando sobre los
avances y retrocesos en el hacer político de las mujeres. La derecha conservadora, decían
las ponentes, está aprovechando la crisis para retroceder ideológicamente, y
eso tiene mucho que ver con los derechos y libertades de la mujer. Ahora,
la derecha tiene impunidad para hacer reformas, que antes no se hubiera
atrevido a realizar. Están
practicando la teoría del shock -meten
miedo para que no haya capacidad de respuesta-, y eso les está permitiendo
recortar derechos laborales o la igualdad, pero no somos conscientes. Estamos
viviendo un retroceso de treinta años, una vuelta de la mujer a la casa
-voluntaria o forzadamente- para atender la familia o a los dependientes,
cumpliendo con su eterno rol reproductivo. La familia tradicional ha sido para
la mujer el lugar donde se le ha
maltratado, humillado y despreciado. Incluso puede plantearse
como en la Transición –transmisión para algunas- que las diputadas embarazadas
corran turno y dejen su escaño para volver a casa. En nuestra sociedad se está
mandando callar a la mujer en público y en privado, señal inequívoca del
retroceso en igualdad. El poder se le ha ido de la mano a la izquierda cuando
ha pasado de la lírica a la prosa, y se ha perdido en debates
estériles. Y el PSOE, principal partido de la oposición, parece también muy
perdido, la bandera de la igualdad se le ha caído, y su dirección se aleja cada
día más de sus bases y de la realidad de la calle. Hace falta un rearme ideológico,
pero siempre desde la igualdad y la libertad para poder avanzar y recuperar
espacios y derechos perdidos, y luchar por los que están a punto de perderse. Y ese rearme ideológico o lucha
política debería empezar desde el paritorio. Así que los pasos atrás solo están
permitidos para coger impulso.
Después, se planteo la necesidad de un feminismo radical, porque
es el que va a la raíz de los problemas, de los fundamentos del Estado moderno,
y de la lucha por un mundo mejor, que tiene que ser siempre igualitario. Un feminismo utópico, porque sin
utopía no hay emancipación. Un feminismo que reivindicara una Constitución
donde aparecieran los derechos de madres, hermanas e hijas iguales a los del
hombre. Un reconocimiento a la
reciprocidad entre hombre y mujer. Un reconocimiento mutuo de autoridad y
poder. La aplicación de las leyes es diferente para pobres y ricos, para
hombres y mujeres. En las instituciones, la derecha, ahora o nunca, hace
retroceder los derechos de las mujeres y quiere replantear las estructuras
sociales con la ayuda de la Iglesia, cuyas tradiciones han sido y siguen siendo
las enemigas de las mujeres. Ya en su día (1992), Juan Pablo II manifestó que
la ideología de género era la cultura de la muerte. A la Iglesia hay que decirle que
las convicciones son tan importantes como las creencias y tanto unas como otras
deben ser respetadas. Unas hablan de la vida y otras de la vida
después de la muerte. El
feminismo seguirá defendiendo la ideología de género, por más que diga la
Iglesia que es la cultura de la muerte. La Iglesia pretende acabar con los
derechos de las mujeres. Mientras que el feminismo, como cultura de la vida, lucha por las libertades cívicas y
los derechos de la mujer. El
feminismo debe tener muy claro que las ideas no se sostienen, sino se
defienden. Y para ello, hay
que volver con iniciativa y con valor a las barricadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario