lunes, 12 de noviembre de 2012

XXIII Feminario en Córdoba. (II)



Durante el segundo día del XXIII fueron citados y recomendados varios libros. “El crisantemo y la espada”, de Ruth Benedict, antropóloga estadounidense. En 1943 la Oficina de Información de Guerra de EEUU,  le encargó el análisis como antropóloga de la cultura japonesa para tomar en cuenta los diferentes hábitos y costumbres a la hora de hacer normas. Ya había señalado y advertido en su tesis doctoral que cada cultura valora y privilegia conductas y tipo de personalidades que tiendan a conformar los patrones sociales existentes. “El poder del amor”, de de Joann Davis. Una fabula con un inmenso poder de transformación, donde se pasa de la ley de de la sustitución a la ley del amor. “La cadena rota”, novela histórica sobre la revolución francesa, de Toni Martínez de Leza, donde destacan los personajes femeninos de una gran fuerza, personajes magníficos y bien dibujados.

Empezamos la jornada hablando sobre los avances y retrocesos en el hacer político de las mujeres. La derecha conservadora, decían las ponentes, está aprovechando la crisis para retroceder ideológicamente, y eso tiene mucho que ver con los derechos y libertades de la mujer. Ahora, la derecha tiene impunidad para hacer reformas, que antes no se hubiera atrevido a realizar. Están practicando la teoría del shock -meten miedo para que no haya capacidad de respuesta-, y eso les está permitiendo recortar derechos laborales o la igualdad, pero no somos conscientes. Estamos viviendo un retroceso de treinta años, una vuelta de la mujer a la casa -voluntaria o forzadamente- para atender la familia o a los dependientes, cumpliendo con su eterno rol reproductivo. La familia tradicional ha sido para la mujer el lugar donde se le ha maltratado, humillado y despreciado. Incluso puede plantearse como en la Transición –transmisión para algunas- que las diputadas embarazadas corran turno y dejen su escaño para volver a casa. En nuestra sociedad se está mandando callar a la mujer en público y en privado, señal inequívoca del retroceso en igualdad. El poder se le ha ido de la mano a la izquierda cuando ha pasado de la lírica a la prosa, y se ha perdido en debates estériles. Y el PSOE, principal partido de la oposición, parece también muy perdido, la bandera de la igualdad se le ha caído, y su dirección se aleja cada día más de sus bases y de la realidad de la calle. Hace falta un rearme ideológico, pero siempre desde la igualdad y la libertad para poder avanzar y recuperar espacios y derechos perdidos, y luchar por los que están a punto de perderse. Y ese rearme ideológico o lucha política debería empezar desde el paritorio. Así que los pasos atrás solo están permitidos para coger impulso.

Después, se planteo la necesidad de un feminismo radical, porque es el que va a la raíz de los problemas, de los fundamentos del Estado moderno, y de la lucha por un mundo mejor, que tiene que ser siempre igualitario. Un feminismo utópico, porque sin utopía no hay emancipación. Un feminismo que reivindicara una Constitución donde aparecieran los derechos de madres, hermanas e hijas iguales a los del hombre. Un reconocimiento a la reciprocidad entre hombre y mujer. Un reconocimiento mutuo de autoridad y poder. La aplicación de las leyes es diferente para pobres y ricos, para hombres y mujeres. En las instituciones, la derecha, ahora o nunca, hace retroceder los derechos de las mujeres y quiere replantear las estructuras sociales con la ayuda de la Iglesia, cuyas tradiciones han sido y siguen siendo las enemigas de las mujeres. Ya en su día (1992), Juan Pablo II manifestó que la ideología de género era la cultura de la muerte. A la Iglesia hay que decirle que las convicciones son tan importantes como las creencias y tanto unas como otras deben ser respetadas. Unas hablan de la vida y  otras de la vida después de la muerte. El feminismo seguirá defendiendo la ideología de género, por más que diga la Iglesia que es la cultura de la muerte. La Iglesia pretende acabar con los derechos de las mujeres. Mientras que el feminismo, como cultura de la vida, lucha por las libertades cívicas y los derechos de la mujer. El feminismo debe tener muy claro que las ideas no se sostienen, sino se defienden. Y para ello, hay que volver con iniciativa y con valor a las barricadas.

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