Estas son notas sobre las jornadas del
XXIII Feminario sobre ¿Qué es la violencia estructural contra las mujeres?
en el Rectorado de la Universidad de Córdoba. Se hablo y se debatió sobre
la significación de las mujeres y la estructuración de la violencia en la
sociedad; los avances y retrocesos en el hacer político de las mujeres; de la
teoría a la praxis en la violencia contra las mujeres; y la educación, la
filosofía y la religión en el mundo de la mujer.
Primero se habló de la prostitución y
del proceso de deshumanización de la mujer para poderla prostituir. Al ser el patriarcado el no pensamiento, el tema de la
prostitución no les preocupe, si no es para regularla, reglarla o controlarla.
Una mujer prostituida pierde su autonomía sexual y con ella su libertad, por
eso la prostitución se ha convertido en una institución central del patriarcado.
Las mujeres deben atreverse a decir lo que los hombres le hacen a las mujeres
prostituidas o esclavizadas buscando su placer, porque así se denuncia al
patriarcado. Los hombres utilizan a las mujeres como objetos de consumo sin
importarles si están en la prostitución por coacción, drogas o hambre. Las
circunstancias no importan si el macho ejerce su explotación por dinero. Otro
aspecto de esta relación de poder es el uso de las palabras que definen a la
prostitución “Intercambio de servicios sexuales por dinero”. Cuando la definición más correcta
sería “La prostitución es una institución central del patriarcado para
satisfacer la sexualidad de los hombres”. Por
eso la tienen perfectamente reglada los Estados más democráticos. Hay que ser
abolicionista en esta lacra social. Porque el consentimiento sexual nunca puede
ser libre ni igual, en una sociedad desigual.
Se habló también de las trampas de los gobiernos para
falsear las respuestas a las exigencias de igualdad de las mujeres. No hay
mujeres en política por un pacto, sino por una designación. Todos los días se
están malversando conceptos sobre los derechos de la mujeres, e inclusive
exonerando los atropellos que se le ocasionan, aunque haya leyes que los
protejan. Por eso hay que
reclamar políticas públicas que generen derechos, pero no solo en la
teoría, sino en la praxis, porque cada día más se está retrocediendo en la
igualdad. Las mujeres tienen
déficit de autoridad porque los hombres no se la reconocen. Las mujeres en
política no deben sugerir, solicitar o pedir, sino exigir. Las mujeres deben luchar ya por un
poder constituyente. No deben conformarse con ir en las listas, sino hacer
las listas. Tienen que educar a los hombres en la reciprocidad. Porque si
tienen autoridad nadie las podrá mandar callar, ni en el ámbito público ni
privado. El error de los movimientos feministas ha sido querer feminizar la
política, cuando lo que hace
falta es feminizar el poder.
El tema final del día fue sobre lo que
significa la violencia estructural. Violencia que hay que desestructurar para
dejarla solo en lo que es: violencia. La violencia extrema la hacen siempre
posible otras violencias subliminales o estructurales, que empiezan por recortar derechos como los de
igualdad, sanidad o dependencia. La
violencia estructural que no es tan visible como la machista, tiene mucho que
ver con la vergüenza y el pudor en la mujer. Una mujer violentada siempre
queda marcada por la vergüenza. Si las mujeres aguantan una violencia continua
es por vergüenza, cuando lo que deberían sentir es agravio, odio y deseos de
venganza. Por eso hay que desenmascarar y superar la vergüenza y el pudor y
aprender de cuanta vergüenza y pudor pueden prescindir las mujeres. Así que una
pedagogía de la feminidad pasa por deshumillar a las que han sido humilladas,
violentadas o prostituidas. Mañana más.
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