domingo, 11 de noviembre de 2012

XXIII Feminario en Córdoba. (I)




Estas son notas sobre las jornadas del XXIII Feminario sobre ¿Qué es la violencia estructural contra las mujeres?  en el Rectorado de la Universidad de Córdoba. Se hablo y se debatió sobre la significación de las mujeres y la estructuración de la violencia en la sociedad; los avances y retrocesos en el hacer político de las mujeres; de la teoría a la praxis en la violencia contra las mujeres; y la educación, la filosofía y la religión en el mundo de la mujer.

Primero se habló de la prostitución y del proceso de deshumanización de la mujer para poderla prostituir. Al ser el patriarcado el no pensamiento, el tema de la prostitución no les preocupe, si no es para regularla, reglarla o controlarla. Una mujer prostituida pierde su autonomía sexual y con ella su libertad, por eso la prostitución se ha convertido en una institución central del patriarcado. Las mujeres deben atreverse a decir lo que los hombres le hacen a las mujeres prostituidas o esclavizadas buscando su placer, porque así se denuncia al patriarcado. Los hombres utilizan a las mujeres como objetos de consumo sin importarles si están en la prostitución por coacción, drogas o hambre. Las circunstancias no importan si el macho ejerce su explotación por dinero. Otro aspecto de esta relación de poder es el uso de las palabras que definen a la prostitución “Intercambio de servicios sexuales por dinero”. Cuando la definición más correcta sería “La prostitución es una institución central del patriarcado para satisfacer la sexualidad de los hombres”. Por eso la tienen perfectamente reglada los Estados más democráticos. Hay que ser abolicionista en esta lacra social. Porque el consentimiento sexual nunca puede ser libre ni igual, en una sociedad desigual.

Se habló también de las trampas de los gobiernos para falsear las respuestas a las exigencias de igualdad de las mujeres. No hay mujeres en política por un pacto, sino por una designación. Todos los días se están malversando conceptos sobre los derechos de la mujeres, e inclusive exonerando los atropellos que se le ocasionan, aunque haya leyes que los protejan. Por eso hay que reclamar políticas públicas que generen derechos, pero no solo en la teoría, sino en la praxis, porque cada día más se está retrocediendo en la igualdad. Las mujeres tienen déficit de autoridad porque los hombres no se la reconocen. Las mujeres en política no deben sugerir, solicitar o pedir, sino exigir. Las mujeres deben luchar ya por un poder constituyente. No deben conformarse con ir en las listas, sino hacer las listas. Tienen que educar a los hombres en la reciprocidad. Porque si tienen autoridad nadie las podrá mandar callar, ni en el ámbito público ni privado. El error de los movimientos feministas ha sido querer feminizar la política, cuando lo que hace falta es feminizar el poder.

El tema final del día fue sobre lo que significa la violencia estructural. Violencia que hay que desestructurar para dejarla solo en lo que es: violencia. La violencia extrema la hacen siempre posible otras violencias subliminales o estructurales, que empiezan por recortar derechos como los de igualdad, sanidad o dependencia. La violencia estructural que no es tan visible como la machista, tiene mucho que ver con la vergüenza y el pudor en la mujer. Una mujer violentada siempre queda marcada por la vergüenza. Si las mujeres aguantan una violencia continua es por vergüenza, cuando lo que deberían sentir es agravio, odio y deseos de venganza. Por eso hay que desenmascarar y superar la vergüenza y el pudor y aprender de cuanta vergüenza y pudor pueden prescindir las mujeres. Así que una pedagogía de la feminidad pasa por deshumillar a las que han sido humilladas, violentadas o prostituidas. Mañana más.

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