jueves, 5 de abril de 2012

Todas las primaveras…


En sus versos a la saeta, Antonio Machado decía que el pueblo andaluz todas las primaveras anda pidiendo escaleras para subir a la cruz. Cada primavera el pueblo se echa a la calle para celebrar una fiesta viva y total (palabra, música, imágenes, olores, costumbres…). Fiesta que conmemora la pasión y muerte de Jesús de Nazaret hace dos mil años. En esa participación popular parece no haber distinción de género, clase o ideología. Este es un fenómeno complejo estudiado no sólo desde el punto de vista religioso, sino también cultural y antropológico. Desde el punto de vista religioso, este es un modo muy peculiar que tiene el pueblo, la gente sencilla, de vivir y expresar su relación con Dios, la Virgen y los Santos. Pero esta religiosidad popular no se entiende sin la cultura. El componente cultural es consustancial a la piedad popular y su presencia no desvalora el componente religiosos, sino que por el contrario lo realza. Por eso la “semana santa” es probablemente la mayor obra de arte colectivo del mundo occidental. Desde el punto de vista antropológico, la semana santa aporta unos valores sociales identificables con la capacidad de comunicación que propicia la participación del pueblo como actor principal. Esto redunda en un sentimiento de pertenencia a unas raíces de fuerte arraigo social y familiar, que se transmiten y se transmitirán de generación en generación siempre que esta tradición se mantenga como una fiesta auténtica del pueblo con sus tres componentes festivo, cultural y religioso.

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