Hay políticos que con la corrupción y confusión actual se
atreven a decir “Si me desprecias, vótame”.
Esta frase electoral parece imposible, pero sin decirla numerosos
políticos imputados y despreciados por diversas causas de corrupción se han
presentado y han sido votados como alcaldes, diputados o senadores. El sistema
no tiene voluntad de afrontar esta cuestión por muchas leyes que se aprueben. No
entiendo, ni puedo entender esta situación. Así que esto solo puede tener una
extraña explicación, que la ciudadanía acepte la corrupción como algo normal. Normalizar
la corrupción para que no sea noticia, aunque se haga crónica la desconfianza y
el desprecio en los políticos. Pero la normalización es una figura totalitaria utilizada
mucho en el régimen anterior, ¿queremos volver a esa época?
Normalizar la corrupción es la única opción posible para el
partido del Gobierno, ya que está atrapado en una red de corrupción estructural
(Gurtel) y en una práctica irregular de sus finanzas durante décadas (Bárcenas).
Nos dicen continuamente que la mayoría de los políticos son gente honesta y los
corruptos son pocos. Pero aunque fuera cierto, y en parte puedo aceptarlo, esos
pocos están tan bien situados que lo corrompen todo, y esa es la imagen que
percibimos los ciudadanos. Según la mayoría de las encuestas el 96% de los
españoles creen que la corrupción está generalizada. Sin embargo, la línea
defensiva del PP es otro error, pues la solidaridad entre ellos es interpretada
por la ciudadanía como una reacción corporativa y normal de la clase política.
También hay que tener muy claro que no hay corruptos sin
corruptor. Y que si nadie pagara, el corrupto dejaría de pedir. La corrupción
es cara y arruina la confianza de todos. Y lo más grave, pone en peligro la
democracia y favorece la deriva autoritaria. Por tanto, no podemos aceptar que
la política sea un espacio de excepción en el que la moral no rige, ni que su
ley sea el poder, pero menos que la economía sea otro territorio de excepción y
que el único criterio válido sea la cuenta de resultados, ya sea para la empresa
o el empresario. Los empresarios nunca se sacian, nada les parece bastante. Los
negocios son los negocios, y según dicen no deben existir barreras en la
búsqueda del beneficio. Entonces, cómo podemos sorprendernos de que la
corrupción sea y esté tan generalizada, si es lo normal en el sistema. Así que
a corto plazo hay que capear el temporal, pero a medio y largo hay que cambiar
de pensamiento, ideas y lenguaje para poder acabar con la corrupción.
Ángel Luis Jiménez Rodríguez
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