Quedan dos meses para las elecciones europeas de Mayo, donde
nos jugamos mucho, porque será como una especie de plebiscito para la política
de austeridad del Gobierno y de Europa.
Las elecciones europeas del 25 de mayo tienen más
trascendencia que otras celebradas anteriormente, porque por primera vez el
resultado influye en el nombramiento del presidente de la Comisión y porque
serán como una especie de plebiscito para la política de austeridad de España y Europa. Es más, Elena Valenciano,
la candidata socialista, se atreve a decir que si ganan las europeas estarán
empezando a ganar las generales del 2015. Aunque en estos momentos es
imprescindible tener en cuenta el estado de ánimo de los votantes por la falta
de credibilidad de las instituciones españolas y europeas.
Ha llegado la hora de la campaña y de las ideas. Estos
comicios tradicionalmente sin interés para los electores, ganan importancia
ante la tendencia imparable a la europeización de la política. Un total de 28
países elegirán en cuatro días de votación a 751 eurodiputados. La primera
lectura será nacional, pero estas elecciones van más allá, porque la política europea
es la política interna en cada uno de los países de la Unión. Los sondeos
pronostican un empate entre populares y socialdemócratas, una fuerte subida de
la izquierda unitaria y un descenso de liberales y verdes. Y aunque es triste reconocerlo,
hay que tener mucha precaución por la pujanza de un crisol de fuerzas políticas
euroescépticas, populistas e incluso eurofobas, cuyo “asalto” a las
instituciones europeas tiene como único objetivo destruir sus valores, aunque estos
valores estén ahora en crisis.
El domingo el PP dio el pistoletazo de salida a la
precampaña sin un candidato, lo cual parece un despropósito por lo anormal e
increíble. Menos mal que tienen uno en Europa, Jean-Claude Juncker, ex primer
ministro luxemburgués. Este social-cristiano debe proteger el relato de la
exitosa salida del túnel que publicita el actual mandarinato del euro, ya que
fue responsable de su gestión en el Eurogrupo anteriormente. Esa indudable
experiencia es también su gran punto débil, teniendo en cuenta que la crisis y
sus consecuencias zumbaran en los oídos de millones de españoles y europeos a
la hora de votar.
En su comité federal del fin de semana el PSOE aprobó con el
96,7% de los votos la lista para las elecciones europeas. El espíritu con el
que los socialistas enfocan esta campaña está basado en tres propuestas
fundamentales de los socialdemócratas europeos. La primera, una directiva para
combatir las brechas salariales entre hombres y mujeres. La segunda, fijar un
salario mínimo en todos los países de la UE y, la tercera, actuar contra el
fraude y “erradicar los paraísos fiscales”. Además cuentan con un buen
candidato para presidir la Comisión, el líder socialdemócrata Martin Schultz,
que no ha dudado en criticar la “miopía alemana” en la gestión de la gran recesión,
porque la austeridad solo “ha retardado y encarecido la salida de la crisis”.
Partidario de dar un golpe de timón, dice que “donde la canciller Merkel habla
que necesitamos una democracia acorde con el mercado, yo digo que necesitamos
un mercado acorde con la democracia”.
Izquierda Unida dice que hay que estar en contra de la
deriva que ha tomado Europa, pero no de lo que significa Europa. Su jovencísimo
candidato Alexis Tsipras (Atenas 1974) de la Izquierda unitaria, maneja un
mensaje seductoramente simple: las medidas de austeridad son “una barbaridad” y
“los países periféricos o del sur no pueden seguir de rodillas”. Es odiado por
los tecnócratas de Bruselas por frases como esta: “Pronto nos dirán que
prescindamos de la democracia a cambio de préstamos”. No tiene vínculos con los
partidos mayoritarios ni de Grecia, ni de Europa, por lo que tiene pocas
posibilidades de presidir la Comisión.
Después de este pequeño repaso sobre las diferentes opciones
políticas para las elecciones europeas, solo nos queda ir a votar para hacer
posible una Europa más responsable y más participativa. Hace falta una Europa
más democrática, más igualitaria y más justa, que tome decisiones importantes,
pero no impopulares. Porque el problema no es como se dice de las
instituciones, sino de las políticas. Y si todavía dudamos sobre a quién votar,
ahí están las coaliciones o agrupaciones de electores como Podemos, que tienen su origen en los movimientos ciudadanos como el
15-M y que reflejan un conjunto de propuestas de reformas coincidentes con lo que debe ser una
alternativa de izquierdas. Además, tienen la ventaja de ser la expresión de una
democracia participativa directa que complementa a la democracia representativa
de los grandes partidos. Así que, como decía un europeísta convencido como
Jorge Semprún, ha llegado la hora de practicar Europa.
Ángel Luis Jiménez Rodríguez
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