A lo largo de estos más de treinta años de democracia
en nuestro país, todos los ministros de Educación han tenido una obsesión,
reformar lo hecho por el ministro del Gobierno anterior. Y esta situación no
puede continuar. Hay que decir basta y pedir que todos los partidos del arco
parlamentario se planteen un consenso en la educación. No se puede seguir
sometiendo a nuestros niños y jóvenes a un cambio continuo. Para ello es
necesario que la nueva reforma tenga visos de normalidad y estabilidad. Sin
embargo, la aprobación de la ley Wert de Educación, solo con la mayoría del PP
en las Cortes, será un nuevo fracaso. Durará lo que el PP dure en el Gobierno.
Está concebida y materializada -por sus planteamientos religiosos e ideológicos-
para ser derogada inmediatamente por el partido que gane las próximas
elecciones. Esto es lo que ha ocurrido antes con la LOE, la LODE, la LOGSE, la
LOCE, y todas las que se han ido sucediendo al compás de la alternancia
política. Es la desgracia que persigue a la enseñanza en España. Aquí se ha
despreciado el consenso y se ha favorecido la imposición. Ahora, hace falta que
expertos y políticos se junten y vallan de la mano para solucionar las carencias
objetivas de nuestro sistema educativo. Sobre una base de lo más sencilla:
enseñanza laica, igual para todos, con el trabajo como eje de su actividad
metodológica e inspirada en los ideales de solidaridad humana. Este puede ser el
camino para solucionar el fracaso escolar, el abandono, el deterioro de la
calidad de la enseñanza, la pérdida del papel del profesorado y la amarga
evidencia de que el alumnado llega a la universidad sin saber expresarse, ni
oralmente ni por escrito. Hace falta una reforma no para ahora, sino para varias
generaciones de españoles. No hay otra salida. Además, la educación debe ser el
motor que nos ayude a salir de esta tremenda crisis y volver de nuevo a la
estabilidad, el crecimiento y el
empleo.
Ángel Luis Jiménez Rodriguez
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