sábado, 25 de mayo de 2013

La confianza en la Unión Europea.

La crisis económica ha terminado por derrumbar la confianza de los ciudadanos en la Unión Europea (UE), un proyecto histórico que hoy se tambalea golpeado por el creciente descontento y el cada vez más extendido euroescepticismo. El 57%  de los europeos dicen no confiar en la Unión, frente a un 33% que si lo hace, según el último Eurobarómetro. La desconfianza hacia la UE alcanza en España un porcentaje del 72%, aunque hasta hace poco aparecíamos entre los estados miembros en los que la UE recibía mayor respaldo. Juan Fernando López Aguilar, líder de los socialistas españoles en la Eurocámara, opina que Europa está en riesgo de autodestrucción. “Es el peor momento de su historia está muy mal”. Y esta situación la atribuye a las erróneas políticas económicas impulsadas desde Bruselas.  
También los últimos datos de Eurostat sobre la evolución económica de la zona euro evidencian el estrepitoso fracaso de las políticas de austeridad a ultranza impulsadas a largo plazo desde Bruselas. Mientras en otras zonas del mundo desarrollado (EE UU, Japón, Gran Bretaña) caminan ya hacia la salida de la Gran Recesión. Los malos datos del primer trimestre del año, que no han sido ninguna sorpresa, han hecho saltar los nervios de algunos de nuestros representantes públicos. Y ha puesto de moda una cierta contradicción en aspectos no principales de la política económica, que nunca acaban en ruptura, entre la marioneta (Bruselas) y quien la mueve (Berlín). La primera acusa a la otra de inflexible y asfixiante y Alemania humilla a la Comisión calificándola de ineficaz y mala gestora.
 Este reparto de papeles entre el poli bueno y el poli malo terminará cuando las elecciones de septiembre en Alemania abran un tiempo nuevo, pero eso siempre que no vuelva a ganar la derecha de Ángela Merkel. La representación más implícita de ese reparto de papeles tuvo lugar la semana pasada entre el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, y el presidente de la Comisión Europea, Durao Barrosos, criticado por el ministro alemán por no haber conseguido poner en marcha medidas para luchar contra el desempleo. “La casa europea no puede construirse si se hace esperar años a toda una generación”. Y lo dice el mismo que impide cualquier alegría para estimular los mercados de trabajo de los países del sur de Europa. El presidente de la Comisión, solo pudo balbucear una pobre respuesta, “Alemania debería hacer más para tirar de la economía de la zona”. Qué pantomima nos montan continuamente Berlín y Bruselas, como si no conociéramos quién es la marioneta (Bruselas) y quien mueve los hilos (Berlín).
El duelo ha continuado este fin de semana con el presidente del banco central de Alemania (Bundesbank), Jens Weidmann, que ha criticado en una entrevista a su colega Mario Draghi, gobernador del Banco Central Europeo (BCE), porque la disposición de este último a comprar bonos soberanos a cambio de más reformas conduce a “riesgos y efectos secundarios” como los que están corriendo la Reserva Federal, el Banco de Japón o el Banco de Inglaterra. El objetivo es no moverse ni un milímetro del marco estatutario del BCE, el más restrictivo en sus actuaciones en relación con sus colegas de otras partes del mundo.
Europa, en la reunión del Consejo del mes de junio, debería dar el salto hacia una política económica activista para la recuperación del crecimiento. Porque solo este órgano tiene hoy la autoridad y capacidad política para hacerlo. Una serie de países -mayoritariamente del Sur- deberían también aunar esfuerzos en esa dirección, siguiendo los pasos de los nuevos Gobiernos de Italia y Francia. Pero falta que el Gobierno español deje su actitud pasiva y se una a una política que debería ser mayoritaria en el Consejo Europeo, como empieza a serlo en el seno del Banco Central. Veintiséis millones y medio de parados en Europa, y más de seis millones en España lo demandan. Ya no se puede esperar a las elecciones alemanas de septiembre, es necesario y urgente un plan europeo de estimulo económico para generar empleo, si es que de verdad queremos salvar a Europa de la autodestrucción.
Ángel Luis Jiménez Rodríguez

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