La
crisis económica ha terminado por derrumbar la confianza de los ciudadanos en
la Unión Europea (UE), un proyecto histórico que hoy se tambalea golpeado por
el creciente descontento y el cada vez más extendido euroescepticismo. El
57% de los europeos dicen no confiar en
la Unión, frente a un 33% que si lo hace, según el último Eurobarómetro. La
desconfianza hacia la UE alcanza en España un porcentaje del 72%, aunque hasta
hace poco aparecíamos entre los estados miembros en los que la UE recibía mayor
respaldo. Juan Fernando López Aguilar, líder de los socialistas españoles en la
Eurocámara, opina que Europa está en riesgo de autodestrucción. “Es el peor
momento de su historia está muy mal”. Y esta situación la atribuye a las erróneas
políticas económicas impulsadas desde Bruselas.
También los últimos datos de Eurostat sobre la evolución económica
de la zona euro evidencian el estrepitoso fracaso de las políticas de
austeridad a ultranza impulsadas a largo plazo desde Bruselas. Mientras en
otras zonas del mundo desarrollado (EE UU, Japón, Gran Bretaña) caminan ya hacia
la salida de la Gran Recesión. Los malos datos del primer trimestre del año, que
no han sido ninguna sorpresa, han hecho saltar los nervios de algunos de
nuestros representantes públicos. Y ha puesto de moda una cierta contradicción
en aspectos no principales de la política económica, que nunca acaban en
ruptura, entre la marioneta (Bruselas) y quien la mueve (Berlín). La primera
acusa a la otra de inflexible y asfixiante y Alemania humilla a la Comisión
calificándola de ineficaz y mala gestora.
Este reparto de papeles
entre el poli bueno y el poli malo terminará cuando las elecciones de
septiembre en Alemania abran un tiempo nuevo, pero eso siempre que no vuelva a
ganar la derecha de Ángela Merkel. La representación más implícita de ese
reparto de papeles tuvo lugar la semana pasada entre el ministro alemán de
Finanzas, Wolfgang Schäuble, y el presidente de la Comisión Europea, Durao
Barrosos, criticado por el ministro alemán por no haber conseguido poner en
marcha medidas para luchar contra el desempleo. “La casa europea no puede
construirse si se hace esperar años a toda una generación”. Y lo dice el mismo
que impide cualquier alegría para estimular los mercados de trabajo de los
países del sur de Europa. El presidente de la Comisión, solo pudo balbucear una
pobre respuesta, “Alemania debería hacer más para tirar de la economía de la
zona”. Qué pantomima nos montan continuamente Berlín y Bruselas, como si no
conociéramos quién es la marioneta (Bruselas) y quien mueve los hilos (Berlín).
El duelo ha continuado este fin de semana con el presidente del
banco central de Alemania (Bundesbank), Jens Weidmann, que ha criticado en una
entrevista a su colega Mario Draghi, gobernador del Banco Central Europeo (BCE),
porque la disposición de este último a comprar bonos soberanos a cambio de más
reformas conduce a “riesgos y efectos secundarios” como los que están corriendo
la Reserva Federal, el Banco de Japón o el Banco de Inglaterra. El objetivo es
no moverse ni un milímetro del marco estatutario del BCE, el más restrictivo en
sus actuaciones en relación con sus colegas de otras partes del mundo.
Europa, en la reunión del Consejo del mes de junio, debería dar el
salto hacia una política económica activista para la recuperación del
crecimiento. Porque solo este órgano tiene hoy la autoridad y capacidad
política para hacerlo. Una serie de países -mayoritariamente del Sur- deberían también
aunar esfuerzos en esa dirección, siguiendo los pasos de los nuevos Gobiernos de
Italia y Francia. Pero falta que el Gobierno español deje su actitud pasiva y
se una a una política que debería ser mayoritaria en el Consejo Europeo, como
empieza a serlo en el seno del Banco Central. Veintiséis millones y medio de
parados en Europa, y más de seis millones en España lo demandan. Ya no se puede esperar a las elecciones alemanas de
septiembre, es necesario y urgente un plan europeo de estimulo económico para
generar empleo, si es que de verdad queremos salvar a Europa de la
autodestrucción.
Ángel Luis Jiménez Rodríguez
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