jueves, 16 de mayo de 2013

La reforma del aborto.


Si de verdad el Gobierno y su ministro Ruiz Gallardón quieren reducir el número de abortos, deberían actuar contra los embarazos no deseados, cuya frecuencia es preocupante... A este Gobierno en este como en otros temas le sobra ideología y le falta mucho sentido común. Sin embargo, lo más sorprendente del debate abierto por el Gobierno es el nulo protagonismo que se concede a las mujeres y su derecho a decidir, base de cualquier reforma que se quiera hacer de la ley.
Ahora el ministro de Justicia, Ruiz Gallardón, que parece no tener el respaldo de Rajoy para su reforma de la ley del aborto, -aunque parece extraño que la haya podido plantear sin su autorización- se atreve a decir en el Congreso de los Diputados que la reforma preparada responde a “un mandato de los ciudadanos españoles”, cuando la realidad según las encuestas es la contraria. El 75% de la ciudadanía española (incluso el 57% de los votantes del PP) piensa que la mujer tiene derecho a decidir libremente si desea o no seguir con un embarazo sin temor a sanción penal alguna. Tan solo un 17% (29% entre los votantes del PP) afirma en cambio que quien aborta comete un delito que debe ser legalmente penado.
Así que el ministro de Justicia miente y exagera cuando dice lo que dice. Es más, cuando se relaciona la interrupción del embarazo con el derecho de la mujer a decidir libremente sobre su propio cuerpo, la respuesta ciudadana es favorable e inequívoca a la total despenalización del aborto. Tres de cada cuatro españoles se resisten a aceptar que por estar embarazada, el Estado, el Gobierno o el ministro de Justicia puedan “expropiar” a la mujer su plena capacidad de decisión sobre su propia corporeidad por una supuesta colisión de derechos con los de alguien que aún no es, por más que finalmente pueda llegar a ser. Aristóteles decía que la bellota no es un roble de verdad, un roble en acto, sino sólo un roble en potencia.
Si el Gobierno quiere reducir el número de abortos, lo que debe hacer es actuar contra los embarazos no deseados, cuya frecuencia es ya preocupante, y olvidarse de tanta ideología anacrónica en un problema que es solo de sentido común. Y por supuesto, deberían dejar de hacer comparaciones absurdas sobre la interrupción voluntaria del embarazo y ETA como hizo hace unos días el ministro del Opus Dei e Interior. Pero como siempre, quien la acaba de liar cuando se habla de estos temas es la Conferencia Episcopal con su limitada noción de la vida, reduciéndolo todo a lo estrictamente biológico. Por qué no se preocupa en la misma medida o hace las mismas campañas por la vida de los ya nacidos. Parece como si pensaran, -solo parece- que si luego han de pudrirse en la calle, que se pudran, pero que nazcan. Qué absurdo, incoherente y anormal planteamiento.

María José y Ángel Luis Jiménez

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