Que carencia emocional
la del ministro Wert y que grosera su expresión relacionando becas con
limosnas. No solo se entiende lo que dice, sino más de lo que dice y, sobre
todo, lo que piensa de los pobres.
El ministro de
Educación, José Ignacio Wert, ha justificado “la nueva regulación de las
becas”, que endurece los requisitos
académicos necesarios para obtenerlas, con las presiones de los rectores, los
Gobiernos autónomos y también de su propio partido. Nueva mentira y engaño del
ministro, pues los debates y el rechazo de rectores, educadores y alumnos en
las tribunas mediáticas y políticas es continuo. Aunque me parece más grave su
permanente estrategia de tensión y confrontación con la reforma educativa,
relacionando ahora becas con limosnas, en una demostración papable del nefasto
clasismo ideológico del ministro.
En cualquier caso, en un
foro organizado por el PP en Alcalá de Henares, Wert ha querido dejar claro que
“esos recursos escasos” no se deben “distribuir en forma de limosnas sino como
contribución de recursos que la sociedad hace y que deben tener su justa
correspondencia”. Y además, que “no hay discurso más demagógico que aquel que
intenta oponer la exigencia de rendimiento a la equidad”. Afirmando a
continuación, con lo que se le rompe el discurso, que tiene que ser duro con
los pobres porque “cuando se recibe dinero público, es lógico pedir un esfuerzo
extraordinario”.
La ideología de la
derecha es muy hábil en hacernos creer que hay una horda de holgazanes viviendo
a nuestra costa. Es una vieja estrategia de tensión y de confrontación que
intenta servir de válvula de escape a
unas clases medias cada vez más empobrecidas por la crisis. Por eso es muy
importante que la verdadera información y la pedagogía nos ayuden a separar los
argumentos mentirosos y ficticios de los reales. Así que antes de que alguien
se apunte a las tesis de Wert es conveniente conocer la realidad.
La realidad es que la
Universidad se sufraga fundamentalmente con dinero público. Dependiendo de la
Comunidad autónoma, las tasas solo suponen entre el 15% y el 25% del coste
total del servicio universitario. En consecuencia, no solamente están becados
los “pobres”, sino la totalidad de los estudiantes universitarios, porque sus
estudios son financiados con los impuestos de toda la ciudadanía. Y
curiosamente, el 80% de estos impuestos proceden de los trabajadores y casi el
40% de cotizantes son mileuristas. Por eso, todos los que estudian en la
Universidad pobres y ricos son becarios, es decir, reciben “becas”.
Es más, cuando el
ministerio niega ayudas públicas a un estudiante por haber suspendido alguna
asignatura, no está defendiendo ningún criterio de excelencia de la educación
universitaria, simplemente lo condena a la exclusión mientras sigue regando con
dinero público los estudios de sus compañeros de aulas que han suspendido el
curso completo. El término “excelencia” del ministro se ha convertido en el
caballo de Troya de la exclusión social.
Por eso para Elena
Valenciano -lo dice en su blog-, la clave de “la política educativa” de Wert es
“ordenar el sistema para que se detenga un camino de corrección de
desigualdades que España emprendió hace años. A Wert le parece exagerado que
todo el mundo quiera ir a la universidad”. Valenciano ha ironizado, como ya
hizo en otra ocasión refiriéndose a la reforma educativa, con que el ministro
es “un firme defensor de esa máxima tan conocida, de que siempre han existido
clases”.
Así que, si alguien
piensa que el debate sobre las becas solo atañe a las personas sin
recursos, se equivoca gravemente. En
esta primera fase del proyecto educativo de la FAES y del PP, tratan de reducir a la mitad el número de
alumnos sin recursos. Sin embargo, tras este ajuste se pretende “adecuar las
tasas universitarias a sus costes reales”, es decir, encarecer de forma
exponencial el acceso a la Universidad, lo que devorará el modelo
universitario, tal y como lo conocemos ahora, que terminará por ser
privatizado. Avisados estamos.
Ángel
Luis Jiménez Rodríguez.
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