En la
ciudadanía no caben dudas sobre la urgente
necesidad de reformar el sistema de reglas de nuestra democracia, pues los
políticos las utilizan a su antojo sin importarles el desdén ciudadano o el rechazo
que les tienen a ellos y a su política.
Franz
Kafka escribió en 1918: “Irrumpen los
leopardos en los templos y se beben los cálices, esto se repite y se repite
hasta que se vuelve previsible y se transforma en parte de la ceremonia del
templo”. Ahora, en 2013, lo que debería ser excepcional y raro como un leopardo
en el templo parece haberse convertido en norma y formará parte de la ceremonia
política en Andalucía, pues el presidente elegido por el Parlamento se va sin
comparecer ante el Parlamento. Esta vía sigilosa, inaugurada por Manuel Chaves
en la primavera de 2009, se repetirá con Juan Antonio Griñán a finales de
Agosto.
Chaves
impuso la norma no escrita de dejar la presidencia sin explicaciones
parlamentarias, y tampoco Griñán hablará de su dimisión ante el Parlamento que
lo eligió hace 15 meses. ¿No sería lo adecuado dimitir del cargo de la misma
forma en que se asumió? Los partidos gobernantes han reducido los parlamentos a
cámaras de asentimiento y adhesión, decorativas e insustanciales a la hora de
las decisiones trascedentes. También eso está ocurriendo con el actual Gobierno
nacional del PP, ejemplo de continuos desaires y mentiras al Congreso.
Los
políticos profesionales se duelen del poco aprecio que les tienen los
ciudadanos, pero olvidan el inmenso desdén que los gobernantes demuestran hacía
las instituciones democráticas. El desdén ciudadano hacia la política sólo es
un reflejo o una consecuencia del desdén de los políticos hacia los ciudadanos.
La aversión hacia la política coincide con la indiferencia, que es una forma de
desapego, fastidio y distanciamiento. Ya no creo que quepan dudas sobre la
necesidad de reformar un sistema de reglas que evidencian tanta aversión y
rechazo.
El
estío es tiempo propicio para reflexionar sobre la forma de corregir la
desafección ciudadana. Es muy preocupante el número de personas decididas a
engrosar las filas de los abstencionistas que, junto a las intenciones de voto
en blanco y a los indecisos, suman en torno a la mitad del electorado potencial,
que según las encuestas sigue bajando. Todo ello en un contexto de desánimo y
desconcierto colectivo ante la falta de explicaciones y las malas costumbres de
los políticos. Porque incluso cuando presumen de dar explicaciones, no las dan.
Y lo peor es que recriminan a los que las piden el estar poniendo en peligro la
grandeza de la patria o la marca España.
Solo
nos queda a la ciudadanía poder observar la realidad -la de verdad, la nuestra,
no la política- con ironía, sentimiento critico y distanciamiento. Y prepararnos
para salir todos a la calle a partir del próximo septiembre agitando las
conciencias de los que tienen más y de los que tienen menos, incluso de los que
no tienen nada, en defensa de una autentica democracia participativa y
representativa y una economía diferente que garantice el derecho al trabajo y a
una calidad de vida digna. Derechos constitucionales, recortados o
desaparecidos, que hay que recuperar con nuevas reglas políticas, pues las que
tenemos ya no nos sirven. En definitiva, un cambio de valores y una moral
diferente para hacer de sus crisis nuestras soluciones, porque ya no necesitamos
más pruebas para ver perfectamente que el sistema no funciona ni para ellos, ni
para nosotros, ni para el país.
María José y Ángel Luis Jiménez
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