martes, 20 de agosto de 2013

El nepotismo municipal.

Nepotismo, dice la RAE, es la preferencia desmedida que algunos dan a sus parientes para las concesiones o empleos públicos.
Hace unos días, hablando con amigos de mi época de concejal, comentaba la poca importancia que se le está dando a las contrataciones de parientes -hijos, hermanos, cuñados y cónyuges- o militantes del Partido Popular en el actual Ayuntamiento. Y ahora menos con la distracción que supone el “espantajo” veraniego de Gibraltar. En mi época también había enchufaos pero esta corrupción provocaba amplios debates y muchos enfrentamientos entre las fuerzas políticas presentes en aquella primera Corporación democrática.
No favorecer a parientes y amigos, si se ejerce un cargo público, se maneja el dinero de los contribuyentes o se goza de una posición de poder, es una buena conducta. Antes y ahora, sopesadas con la razón -y no con la mera costumbre- son conductas necesarias, recomendables e incluso obligadas.
Mi actitud ante el nepotismo, el amiguismo o estas corruptas pautas de comportamiento ha sido siempre de repulsa y rechazo total. Nunca me pareció que esa actitud fuera digna de elogio o de mérito alguno, sino algo de cajón y totalmente obligado para quién ejerce un cargo público. Por eso me cuesta comprender que en este país la norma sea el nepotismo.
A mí me da lo mismo que mi pariente o amigo sea un profesional competentísimo e idóneo para el puesto que depende de mí o de mi partido, porque por ser mi pariente o amigo no puede ocuparlo. Y cuando me dicen que salimos perjudicados los que estamos en cargos públicos, les digo que así deberían ser las reglas: a veces debe salir uno perjudicado para que no quepan dudas de no haber sido favorecido.

Ángel Luis Jiménez Rodríguez

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