El
viernes pasado José Villalba recordaba en las páginas de Opinión de La Verdad
del Campo de Gibraltar a nuestro buen amigo José Luis Villar Cerón, ex senador
constituyente y mejor linense. Decía que en estos tiempos de graves problemas
de convivencia y diálogo, de crispaciones e improperios, se demandan hombres
como él, ejecutantes políticos pertrechados con esa inapreciable mochila del
buen humor que lubrifican desencuentros, serenan ánimos y transmutan malos
genios en buen vibrar.
Desgraciadamente,
ninguna de esas virtudes adornan a nuestro verborreico alcalde-diputado José
Ignacio Landaluce, que ha considerado “traidores a la Patria” a los diputados
Chaves y Moscoso por reunirse, oficial u oficiosamente -me da lo mismo-, con el
máximo mandatario del pueblo gibraltareño para escuchar su visión y postura
sobre diversos asuntos relacionados con el contencioso del Peñón.
El
remate, como siempre, ha sido la insidia
del presidente del PP Provincial, Antonio Sanz, al señalar que “alarma mucho la
sospechosa coalición de intereses” entre el PSOE y Picardo, acusando a Chaves de “mantener una actitud de
deslealtad e irresponsabilidad muy grave”. Además, ha pedido a la presidenta de
la Junta, Susana Díaz, que los castigue como si estuvieran en el colegio y
hubieran cometido una falta. No sé qué entiende el PP por democracia y mucho
menos por autonomía e independencia de los diputados españoles, sean del PSOE o
de cualquier otro partido político.
Parece que
estos políticos locales o provinciales no están en la línea de Rajoy, que el
sábado en la Escuela de Verano del PP tuvo un gesto de audacia al admitir que
es preciso hablar con la máxima autoridad de la autonomía catalana para buscar una
salida al problema planteado con el referéndum de autodeterminación. Decía “Sé
que hay un problema y sé que hay que afrontar el problema”. El reconocimiento
de “un problema” indica que los enroques de ambas partes han dejado de ser
eficientes, lo cual abre paso a la posibilidad del diálogo. No hay otra
solución para el problema catalán que abrir un diálogo político entre
políticos.
Dice el diccionario que diálogo es la discusión o trato
entre dos o más personas buscando la avenencia o el acuerdo. Pero cómo se puede
llegar a acuerdos si está prohibido el diálogo o se critica y rechaza como hace
el PP con el tema de Gibraltar. Espero que esa apuesta reciente de Rajoy por el
diálogo se dé también en otros temas como el del Peñón. Dialogar nunca ha
resultado dañino, sino todo lo contrario. Y no estoy hablando del contencioso
sobre la soberanía, pues eso se lo dejo a los Gobiernos de España y el Reino
Unido, sino de aquellos que buscan con el diálogo retomar la vía de la
colaboración y la buena vecindad. No tengo la menor duda, la vía actual de
crispación e improperios es calamitosa, ahora y después, para el futuro de la
comarca.
Defender el diálogo es un ejercicio razonable, responsable y
democrático con independencia de las diferencias existentes y el único medio
para conseguir avances beneficiosos para los que viven a un lado y al otro de
la verja. En todo
conflicto y enfrentamiento nunca se debe decir que no hay otras opciones.
Siempre hay opciones y en el contencioso de Gibraltar también. Sobre este
contencioso histórico yo tengo una máxima, que escuché a un yanito y he hecho
mía, “Gibraltar no es un problema a resolver, sino un problema a disolver”.
Ángel Luis Jiménez Rodríguez
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