martes, 22 de febrero de 2011

No es posible el olvido.

“Dicen que no hay que remover el pasado, que no hay que tener los ojos en la nuca, que hay que mirar hacia adelante y no encarnizarse en reabrir viejas heridas. Están perfectamente equivocados. Las heridas aún no están cerradas. Laten en el subsuelo de la sociedad  como un cáncer sin sosiego. Su único tratamiento es la verdad y luego la justicia. Sólo así es posible el olvido verdadero” (Juan Gelman).
La verdad es que el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 en nuestro país fue un levantamiento militar ilegal e ilegítimo contra un gobierno democráticamente elegido. El fracaso de ese golpe desencadenó una guerra civil, y en ella, se cometieron ejecuciones y asesinatos en ambos bandos.
La dictadura hizo cientos de exhumaciones en toda España para las víctimas franquistas de la Guerra Civil, pero las familias de los republicanos, en aquél entonces, ni siquiera podían nombrarlos, en muchos casos, ni siquiera vestirse de luto, como si ese crimen no hubiera ocurrido.
Terminada la guerra, el hecho más dramático de la dictadura fue la represión. Hoy día desconocemos  todavía el alcance de la misma debido al oscurantismo sobre las fuentes documentales, pero  sabemos que los decretos, bandos y órdenes de los militares fascistas ponen al descubierto la planificación de un tremendo genocidio.
Dicho esto, hay que tener claro que para fortalecer nuestra democracia y hacer justicia tenemos que poner en valor el proyecto político democrático de la II República, que defendían las víctimas del franquismo. No se trata sólo de recuperar los restos de las víctimas para entregarlas a las familias investigando las violaciones cometidas y, en el caso de que se reúnan suficientes pruebas admisibles, emprender acciones judiciales contra los presuntos responsables, sino de recuperar los valores de igualdad, fraternidad y solidaridad que portaban aquellos hombres y mujeres represaliados por el fascismo español.
Sin embargo, en este país ni podemos hablar de justicia  ni de reparación plena y efectiva a las víctimas y a sus familiares -con restitución, indemnización, rehabilitación, satisfacción y garantías de no repetición-,  lo cual impide el final de nuestra transición, aunque todo el mundo la de por superada. Por eso, sin verdad, justicia y reparación nunca habrá olvido.
María José Jiménez Izquierdo

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