Desgraciadamente, hay que reconocer que la UE habla con muchas voces, las de los presidentes de la
Comisión y del Consejo, la de los jefes de Gobierno que asumen por turnos la
presidencia de la Unión y por supuesto las de Berlín, Paris, Londres, -que ahora
se plantea con un Gobierno conservador salir de la Unión Europea-. Sin embargo,
Madrid no habla porque a Rajoy no se le escucha en Bruselas. La diplomacia
comunitaria se pregunta continuamente, ¿Por qué habla tan poco? En la UE era
moneda corriente despotricar contra esa cacofonía. Pero de repente vino la
crisis y se acabó la cacofonía. Europa tenía un teléfono y estaba en Berlín. De
momento, pertenecía a Ángela Merkel, más fuerte que nunca, aunque necesitada de
alianzas -el ex presidente francés Sakorzy era hasta hace poco su acompañante
perfecto- ante el desasosiego que provoca siempre el liderazgo alemán. Ya que en
el liderazgo alemán resuenan demasiados ecos del pasado. No se puede olvidar que
Alemania fue en el siglo pasado la promesa y luego la némesis -origen de todos
los males- de Europa. Los socios europeos no están cómodos con Ángela Merkel,
porque es un político de esos que dice a todos lo que tienen que hacer, sin
embargo no hace lo que dice. Ni siquiera los alemanes se sienten ya cómodos con
la canciller Merkel. El domingo pasado en las elecciones del “land” (como una
comunidad autónoma) de la Baja Sajonia, salió derrotada.
La
pérdida de la Baja Sajonia es la quinta derrota desde el 2010 de los
cristianodemócratas de Ángela Merkel, después de Renania del Norte, Hamburgo,
Baden-Wurtemberg y Shleswing-Holstein. Esta derrota deja a su
Gobierno sin capacidad operativa en la cámara alta del Parlamento alemán y a
merced de la oposición. Y aboca a la canciller alemana a luchar contra todos,
incluidos sus socios de gobierno, ante la evidencia de que su popularidad no le
garantiza la reelección en los próximos comicios generales de septiembre, sobre
todo si los duros ajustes en los países del sur comienzan a hacer mella en la
economía Alemana. Por eso esta semana cambió su discurso en el Foro Económico
Mundial, que se celebra en Davos (Suiza). En su discurso abogó por mejorar la
movilidad de las fuerzas laborales dentro del mercado común y recordó que el
desempleo juvenil en España supera ya el 50%. Habló de la necesidad de arbitrar
medidas temporales en el seno de la UE para poder ayudar a los países hasta que
las reformas estructurales surtan efectos, porque esta situación puede provocar
fuerte inestabilidad política. Y esa situación no cuadra con su estrategia
electoral para este año y la de evitar cualquier sobresalto antes de septiembre.
Porque la precaria calma chicha de la economía alemana podría convertirse si las
cosas se tuercen, la coyuntura mundial empeora y el paro aumenta, en la tormenta
final de Merkel. Después de esta larga reflexión, lo que está muy claro es que
en Europa todo funcionaría mejor cuanto mejor distribuido estuviera el poder,
cosa que no ocurre ahora.
Ángel Luis Jiménez Rodriguez
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