Este fin de semana se han publicado encuestas en La
Sexta y en El País donde la imagen de Rajoy cae en picado y la estimación del
voto del PP se desploma. La situación de Mariano Rajoy es paradójica, es el
presidente del Gobierno con mayor poder real de la historia constitucional y, al
mismo tiempo, tiene el menor apoyo popular y la más baja estimación de voto de
todos los presidentes españoles, con sólo un año desde su llegada a la Moncloa.
Además, su falta de liderazgo para dirigir, encauzar y negociar ese gran pacto
que, sondeo tras sondeo, los ciudadanos siguen reclamando para salir de la
crisis, está afectando gravemente a la calidad de vida de los españoles cada vez
más. Ya nadie cree en su palabra como jefe de un Ejecutivo que en este año debe
afrontar los retos más enormes de nuestra historia democrática: el paro, la
crisis económica y el desafío soberanista de Cataluña. Todos ellos acompañados
de notables crisis institucionales y políticas. Por eso los ciudadanos se
muestran pesimistas en las encuestas, porque consideran que la élite política
española no está a la altura que demandan las actuales circunstancias. Muestran
su preocupación porque nuestros actuales dirigentes anteponen los intereses
partidistas a los nacionales, crean más problemas que resuelven y son incapaces
de llegar a acuerdos en cuestiones importantes. Para los encuestados, estos
dirigentes no son sólo peores que los de hace treinta años sino que, para la
mayoría, con los actuales políticos no se hubiera podido conseguir la transición
a la democracia, por su pasividad y cobardía para afrontar retos y cambios.
Rajoy suele decir con la pasividad y el ensimismamiento que le caracteriza, que
el tiempo arregla las cosas y los problemas que no se pueden arreglar, no tienen
solución. Y así nos va a los españoles.
Ángel Luis Jiménez Rodriguez
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