El enfrentamiento entre la Comunidad de Madrid y
la Moncloa, siendo los dos gobiernos del mismo partido, resulta cada día más
evidente. La última bronca o situación grotesca ha sido el enfrentamiento del
euro por receta en Madrid. De hecho, el presidente madrileño, Ignacio González,
dice que seguirá en vigor, aunque esté suspendido en Cataluña por el Tribunal
Constitucional. Todo ello pese al acuerdo del Consejo de Ministros del pasado
viernes recurriendo esta medida en el Constitucional. Pero es que la penúltima
fue -grabada con un teléfono móvil- entre Aguirre y Rajoy, que acabó con la
dimisión obligada de la presidenta madrileña por haberse tomado atribuciones en
el asunto de Eurovega, que no eran de su competencia. En la
discusión, Rajoy le gritó a Esperanza Aguirre “tú no eres quién para llegar a
acuerdos que no puedes cumplir”. Posiblemente los cumpla él, siguiendo esa
política de promiscuidad en la que está el PP con el dinero sucio de Eurovega.
Pero la historia continúa, ayer asistimos a la dimisión del ex
consejero de Sanidad madrileño, Juan José Güemes, del Consejo de Administración de Unilabs, debido a la presión popular y
a lo impresentable de la situación para la cúpula del PP. Me figuro que ahora le
tocará a Rodrigo Rato, que privatizó Telefónica y ahora ha sido acogido en su
regazo, después de haberse llevado como presidente de Bankia en el 2011 la
cantidad de 2,4 millones de euros y estar imputado por cuatro delitos:
falsificación de cuentas, administración desleal, maquinación para alterar el
precio de las cosas y apropiación indebida. Además, deja Bankia con un ERE
brutal, que plantea el despido de 5.000 trabajadores. Este país, si no quiere
tener tan mala imagen, tiene que poner fin a esa "puerta giratoria" entre
política y empresa: Yo te privatizó y beneficio, y luego tú me fichas al dejar
la política y me pagas un pastón. Además de ilegal, aunque se quiera vender como
legal, es inmoral y antidemocrática. Estamos dando una desastrosa imagende de
la gobernanza de este país, no sólo dentro sino también fuera. Sin remedio,
estamos obligados a cambiar las políticas y los medios si se quiere acabar con
la corrupción. Eso se hace agilizando la Justicia en la investigación de los
casos de corrupción, pero todos los casos, no solo los que interesen a los
partidos. Y no votando las listas que incluyan candidatos acusados de
corrupción. Por eso no es extraño que, en encuesta tras encuesta, los ciudadanos
consideren que existe mucha o bastante corrupción en nuestro país. Además
consideran, que ahora es más elevada que hace dos o tres décadas y que está
mucho más extendida en el ámbito político que en otras esferas de nuestra
sociedad. Así que no es extraña esa desconfianza en los políticos,
porque muchos de ellos se han convertido en sinvergüenzas
andantes.
Ángel Luis Jiménez Rodriguez
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