Hernández Pezzi, expresidente del Consejo Superior
de Colegios de Arquitectos de España, fue una de las escasísimas voces que
habló de la burbuja inmobiliaria antes de que a España le estallara en la cara
un millón de viviendas vacías. El arquitecto y urbanista dice que ha defendido
durante años la rehabilitación de viviendas como salida a la crisis abismal que
atraviesa el sector. “En España, la rehabilitación supone apenas un 26% de la
actividad constructora, una cifra escandalosamente baja frente al 41% de media
en Europa. Allí se han dado cuenta de que es un negocio importante y que
produce mucho ahorro energético”.
Desde su atalaya actual de director de la Oficina de Supervisión de
Proyectos de la Diputación de Málaga, detecta que “la situación de los pequeños
y medianos contratistas, e incluso de algunos de los grandes, es angustiosa”.
Según él, la combinación de una falta de cultura de rehabilitación de viviendas
y el cierre del crédito a las empresas ha agravado el desplome del sector. “Si
el crédito a las pequeñas y medianas empresas fluyera, se podría ver una
remontada inmediata (...) En el mercado de rehabilitación es donde hay más
beneficios y donde se ven los resultados más directos con menos dinero”. Sin
embargo, no alberga demasiadas esperanzas, “el sector ahora tiene nostalgia y
está esperando una recuperación de la economía para volver al mismo sistema que
llevó a la burbuja. No sería capaz de decir que no hemos aprendido nada, pero
es cierto que hemos aprendido poco. De las crisis se sale a veces para peor y
cosas que se han hecho mal se pueden volver a repetir”.
Esto que denuncia Hernández Pezzi, ya está formando parte de nuestra
realidad actual. Y es peligroso porque podemos volver a tropezar con la misma
piedra, si basamos nuestra recuperación económica en confiar de nuevo en la
locomotora del ladrillo para el crecimiento y la acumulación de capital, que en
nuestro país provocó la más devastadora hipertrofia de ese modelo capitalista y
que dejó a su alrededor un paisaje desolado, una economía quemada y, además,
escasamente competitiva. Sin embargo, una serie de alcaldes de Andalucía se
aferran de nuevo al urbanismo para reactivar su economía, impulsando grandes
proyectos urbanísticos y cambios en los usos del suelo, que pueden abrir la
puerta a futuras operaciones especulativas a gusto de quién tiene el dinero.
Pero utilizan recetas muertas para dolencias vivas, que nos pueden llevar de
nuevo a otra burbuja inmobiliaria.
Ejemplos los hay desde los más cercanos a los más lejanos, como el complejo
hotelero y de vivienda de Tarifa en un espacio natural y protegido como
Valdevaqueros. El de Jaén con las 10.000 viviendas proyectada por el gobierno
municipal con una población de solo 117.000 habitantes y con miles de viviendas
vacías en la ciudad. Pasando por el proyecto de ocio y deportes de Córdoba,
promovido por el grupo Tremón en un suelo controvertido por no estar claro a
quién pertenece si a Tremón o a Rafael Gómez, el Sandokan, del caso Marbella. O
la construcción de aparcamientos rotatorios en el casco histórico de Sevilla
porque al eliminar el Plan Centro entran más coches y faltan aparcamientos o el
cambio en su PGOU de varias parcelas para adaptarlas a las necesidades de
cualquier promotor con cartera. Todos estos municipios y otros más, regidos por
alcaldes del PP, quieren volver a un modelo de ciudad y de economía sustentado
en el urbanismo. Modelo que ha sido uno de los grandes orígenes de la crisis
que padecemos y de los males posteriores que estamos sufriendo.
Ángel Luis Jiménez Rodríguez
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