domingo, 24 de marzo de 2013

Reflexiones de Semana Santa.


Un valor básico del ser humano tendría que ser la sencillez, aunque ahora resulte poco común y lo subrayen tanto los medios de comunicación, porque demasiadas veces se considera como algo excepcional, hasta escriben y cantan canciones muy populares que sin ningún pudor dicen antes muertos o muertas que sencillas. Este rasgo que era fundamental en otra época ha dejado de ser común en la vida civil y en la curia.

En estos días con motivo de la entronización del nuevo papa se han visto las procesiones de los prebostes de la Iglesia coronados por mitras doradas, capelos púrpuras y capas pluviales rematadas con encaje fino. Esa solemnidad en la ropa es extensible a otros paramentos litúrgicos llenos de damascos y brillos, bordados y encajes y cruces y joyas que identifican su poder sobre los hombres y las almas. En la Iglesia católica este exceso, que muchos llaman liturgia, se ha convertido en la norma y lo que se siente por la gente común es el poder de los protagonistas, porque te hacen creer que ellos tienen la llave de la verdad y la puerta hacia la gloria o el abismo.

Me pregunto, como lo hacía Juan Cruz el domingo en El País, qué ha pasado para que la Iglesia perdiera ese rasgo de sencillez y humildad que distinguió a Jesús y a un número formidable de sus seguidores. La respuesta no puede ser otra, fue cuando tocó poder y quiso evangelizar desde el poder, y éste la acabó transformando en un poder de este mundo. Al hacerse poderosa perdió la sencillez y abandonó la humildad. Y, ay, lo más grave, es que se asoció con los poderosos. Entonces y solo entonces es cuando abrazó la liturgia del boato y se alejo de la sencillez y humildad en la que se había sentido hasta entonces fuerte y creíble. Desde entonces en su historia alienta ese fantasma como una losa.

Ahora nos dicen todos que el nuevo Papa es sencillo y humilde. ¿Cómo? ¿No tendría que serlo? ¿No se le elige por eso? ¿Es que no lo han sido los otros papas? ¿No lo fue Juan XXIII o no tendría que haberlo sido Juan Pablo II? ¿No debería ser la sencillez y la humildad un rasgo característico de los Papas, los obispos o de los sacerdotes de la Iglesia católica? Por lo visto no, cuando se comenta tanto que este Papa es sencillo porque ha vivido en lugares sencillos a pesar de su rango. ¿A pesar de su rango? Pero, ¿no es su rango el que tendría que haberlo convocado a situaciones en las que su humildad fuera equivalente a los valores que predica? No quisiera pensar que para todos los que se acercan al poder o lo ejercen, ya sean políticos, intelectuales, jueces, banqueros o religiosos…, la sencillez y la humildad sean ropajes que solo se ponen para utilizarlos en beneficio propio y que después se los quitan porque ese ropaje les pesa y les incomoda mucho.

Ángel luis Jiménez Rodriguez

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