Después de los congresos
provinciales y a una semana de la conferencia política, si el PSOE quiere
sobrevivir a esta crisis económica, moral y política, debe abrirse a la
sociedad y a nuevas formas de hacer política. Hay que cambiar de estrategias y
generar en la ciudadanía la impresión de que los socialistas podemos ser otra
vez los verdaderos agentes del cambio en este país.
El coordinador de la
Conferencia Política, Ramón Jáuregui, también ha dicho esta semana que el PSOE
necesita volver a ser el motor del cambio social en España “como lo fue en los
años 80”. Sin embargo, ya está anunciado que temas como el debate sobre el
modelo territorial, el encaje de Cataluña en España, la relación con el PSC y
la fecha para elegir en primarias al candidato de las próximas elecciones
generales quedan fuera del orden del día de la conferencia. El partido defiende
que la Conferencia Política no es el órgano encargado de hablar sobre las cuestiones
territoriales, porque en ella no estarán representados todos los territorios. Además
recalca que el debate sobre el encaje de Cataluña dentro del Estado quedó “cerrado
y bien cerrado” durante el Consejo Territorial celebrado por el PSOE en julio en
Granada. ¿? Lo dudo, por lo que mal empezamos.
Odón Elorza y Beatriz
Talegón han escrito en varios medios de comunicación sus dudas sobre el objetivo de la Conferencia Política de la
próxima semana. Creen que el verdadero objetivo de la Conferencia debería ser
acordar una propuesta realmente innovadora para devolver la esperanza a una
ciudadanía que expresa cada día su desafección hacia el sistema político
tradicional y su angustia al sentirse abandonada e invadida por el fatalismo. Un
pacto cívico basado en la ética política, en una concepción participativa de la
democracia capaz de articular otra política económica global alternativa al
modelo involucionista de la derecha neoliberal, y en la corresponsabilidad social
compartida para buscar una salida a la crisis que pivote sobre la honestidad y
la solidaridad como grandes valores, la creación de empleo, el combate contra
la exclusión, la eliminación de las desigualdades y un reparto justo de las
cargas y los sacrificios dentro de una reforma fiscal necesaria para que paguen
más los que más tengan.
Y es que precisamos
repensar, y eso creo que lo tenemos claro todos y todas, el funcionamiento de
la democracia y actuar con reformas legales que hagan posible los procesos de
rendición de cuentas, la práctica de las consultas y el referéndum, las listas
desbloqueadas y abiertas, las primarias ciudadanas con plenas garantías
democráticas, el respeto a la división de poderes, la prevalencia de los méritos
y el prestigio a la hora de designar a los componentes de los organismos
reguladores y de control, la transparencia de las cuentas de los partidos, la
prevención y castigo de la corrupción y un desarrollo favorecedor del uso de la
iniciativa legislativa popular.
Todo esto necesitaría
mucha pedagogía y contar con nuevos liderazgos sin mochila, dispuestos a
conectar en red y escuchar a la calle, y por supuesto a las bases socialistas. También
conllevaría un compromiso de todos los cargos públicos con un código de honestidad
y de servicio público. En definitiva, abrirnos a otra forma de sentir la
política y de ejercerla desde valores firmes en la defensa del interés
colectivo y no de privilegios o intereses personales. Y por supuesto, habría que
formular de manera pública y solemne este contrato de compromisos y recogerlo en
un programa de gobierno de cara a las elecciones generales, incorporando mecanismos democráticos para el
seguimiento y control de su cumplimiento.
El reto es reencontrarse
con la ciudadanía y con la identidad socialista. Y eso sólo será posible reafirmando
los principios éticos, manifestando nuestra voluntad de gobernar para
transformar una sociedad infeliz e injusta, actuando sobre los poderes
económicos y regulando el mercado financiero en una Europa que defienda a las
personas. Sin duda algo bien diferente al simple hecho de ocupar y gestionar el
poder como se ha hecho ya durante demasiado tiempo.
María
José Jiménez Izquierdo
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