miércoles, 6 de noviembre de 2013

Siempre en la izquierda.


La semana pasada Nicolás Sartorius, abogado laboralista, fundador de CCOO y hombre de izquierda, presentó su libro “Siempre en la izquierda”, una revisión a sus reflexiones sobre los asuntos de más actualidad desde 1983 hasta la actualidad. No en vano se trata de artículos publicados en el periódico El País a lo largo de estos 30 últimos años. En el ámbito político una de las ideas fuerzas presentadas en su libro es la transformación de los partidos políticos de militantes en partidos de ciudadanos. Los partidos, en la medida que se financian con ayudas públicas que pagan todos los ciudadanos, no son solo propiedad de sus militantes sino que deben abrirse al control y la presencia ciudadana. Y las primarias son el primer eslabón de esa transformación.

En su libro reconoce la crisis de la izquierda y acepta que su estancamiento no se debe solo al poder de sus contrarios. Hay ejemplos que corresponden exclusivamente a la izquierda. Alguno de esos ejemplos puede ser la teoría de las dos orillas o la irresponsabilidad de haber dejado, cuando se ha podido, el gobierno a la derecha y a la consolidación de sus políticas como está ocurriendo ahora. Y una conclusión final: la opción inmediata para hoy no la ve en el debate liberalismo-socialismo, sino en más democracia, con todo lo que significa para conseguir sociedades más transparentes.

Por eso no entiendo cómo entre mucha gente que se define de izquierda se pueda defender ahora la tesis reaccionaría de que “la vieja división de izquierda y derecha ya no existe”. Es más, llegan a admitir que ha terminado la superioridad moral de la izquierda, porque ha habido políticos de izquierdas corruptos.  Pero no se dan cuenta que esa lupa inquisidora no ha buscado igualmente conductas delictivas en las organizaciones sociales de la derecha claramente más corruptas y que han ocasionado mayor daño económico. Por supuesto, no pretendo con esa comparación disminuir la responsabilidad o la condena moral de políticos de izquierda que se hayan aprovechado de los caudales públicos. El daño causado va mucho más de su penalización legal, si se demuestra su culpabilidad. Pero sea la que sea su condena no pagaran el daño producido a la izquierda.

Para aclararnos sobre esa fomentada idea de que todos son iguales, lo mejor es hacer un sencillo ejercicio de utilidad y preguntarnos o intentar recordar lo ocurrido en nuestro país desde la llegada de la democracia. Qué leyes que afectan a derechos sociales, a la igualdad de oportunidades, a la ampliación del estado de bienestar y a la justicia social han sido elaboradas o impulsadas por partidos y organizaciones de derecha. Cuando han llegado al poder los gobiernos de derecha o sus organizaciones se han impuesto como tarea la reforma de todo el edificio institucional propio de un estado de bienestar para cambiarlo por unos valores que se asientan en el poder del dinero, la división social y el quebranto de la igualdad de oportunidades. La justicia ha dejado de ser gratuita, la seguridad social ha dejado de ser universal, las pensiones han dejado de estar ligadas al coste de la vida, los derechos de las personas con dependencia han dejado de ser vinculantes para ser potestativos y en la educación se impone el criterio de excelencia al de igualdad. Esta operación de la derecha más que de reformas es de demolición.

Para el triunfo de esta operación de demolición se requería la liquidación del patrimonio moral y ético de la izquierda. Y para ello la derecha necesitaba como agua de mayo al sindicalista corrupto y al político de izquierda trincón, para airear sus desmanes y magnificarlos a través de sus medios. Aunque esa lupa inquisidora no ha buscado igualmente conductas delictivas en las organizaciones de la derecha, que como se ha dicho son claramente más corruptas. Así que no tiremos más piedras sobre nuestro tejado. Que los ladrones sean condenados, cumplan sus condenas y devuelvan los dineros, pero no ayudemos a destruir a la izquierda y al movimiento obrero, imprescindibles para la búsqueda de una sociedad más justa, solidaria y democrática. Porque ahora los enemigos de la democracia ya no necesitan imponer regímenes totalitarios en los países como antes, solo les basta con vaciar de contenido la democracia. Y para nuestra desgracia cuantos hombres llamados de izquierda están colaborando hoy en esa tarea.

María José y Ángel Luis Jiménez

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