domingo, 7 de noviembre de 2010

El discurso del Papa

La visita del Papa Benedicto XVI a España ha dejado una serie de afirmaciones que es necesario aclarar. El Papa decía en el avión que le traía de Roma: “Es en España donde se juega la batalla decisiva entre fe y razón”. Y relacionó el choque entre la fe y el “laicismo agresivo” en la España actual y el anticlericalismo de la Segunda Republica, reviviendo fantasmas del pasado. También en la homilía de la misa celebrada en la plaza del Obradoiro de Santiago, el Papa llamó a defender las raíces cristianas de Europa y se preguntaba: ¿Cómo lo más determinante de la vida puede ser recluido en la mera intimidad o remitido a la penumbra?
No puedo concebir estas declaraciones sino desde una ignorancia irresponsable -lo cual me extraña en la sabiduría y formación de este Papa- al afirmar que en España se practica hoy un “laicismo agresivo” o que existe un anticlericalismo como el que se desató en la Segunda Republica. Sólo puedo hacer responsable de este desliz a sus informadores del episcopado español. ¿Y a quién más que a Rouco?
En sus palabras parece no reconocer que la sociedad europea es bastante laica, como lo prueba el debate suscitado en la elaboración de la Constitución Europea y la conveniencia de citar el cristianismo o no. La filosofía tuvo mucho que ver en este proceso de secularización por el que la sociedad europea se está haciendo más y más laica. Llamamos laica a una sociedad que, tolerante con las religiones, no las usa como explicación ni fundamento de la convivencia. Y, por lo común, tampoco les concede un gran papel en la explicación del mundo físico. Una sociedad laica ni prohíbe ni persigue las diversas confesiones religiosas, sino que las coloca en su propia esfera, la de las creencias privadas, como se ha intentado en España a partir de la transición política. El camino del laicismo no es nada fácil, pues las religiones ni son tolerantes ni desean en absoluto restringirse a la esfera privada. Así pues, el que Europa sea hoy relativamente laica ha sido fruto de un largo y difícil proceso, iniciado tras las terribles guerras de religión que casi acaban con la civilización europea. No podemos olvidar tampoco que la filosofía contribuyó también a la Modernidad y al fin de la explicación, no solo religiosa, del mundo. Ahora vivimos una situación en que las religiones ya no explican ni sus creencias, ni quieren hacerlo, sino que se dedican sólo a administrarlas. Me pregunto: ¿Satisfacen las creencias religiosas alguna necesidad que no puedan ser satisfecha de otra forma? La respuesta se la dejo a mis lectores, yo la tengo clara. Para finalizar, como me decía un amigo, me parece que la religión es algo demasiado importante para dejársela solo a los curas.
Ángel Luis Jiménez Rodríguez

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