domingo, 7 de agosto de 2011

Las cuentas de la familia y el Estado.

En esta crisis, los especialistas son los únicos que creen poder hablarnos de economía. Esos economistas aterrados nos explican lo que ha ocurrido en estos casi tres años y nos advierten de los peligros del déficit público.  Parece que pensarán que la economía no afecta a la gente común, a la gente corriente, que podría contarnos de forma más sencilla y cotidiana las cuentas de su familia o del Estado. Por eso, dejémonos de abstracciones, de hablar del mercado o de las llamadas agencias de calificación -a propósito, cuándo la Comisión Europea abrirá expediente a esas agencias cada vez que golpeen injustamente nuestra deuda poniendo una nota a capricho-, y otras zarandajas que lo que hacen es confundir al personal. Los jóvenes del 15-M lo tienen muy claro, una de sus reivindicaciones es acabar con el gobierno de los mercados para devolvérselo a la política. Pero, política con mayúscula y con procesos electorales verdaderamente democráticos. Es intolerable que los mercados – repetimos por si a alguien se le ha olvidado, los mercados son los ricos, los que tienen el dinero- dicten las políticas de los gobiernos, sus presupuestos -cómo ingresar y  gastar- y las condiciones que deben cumplir para recibir préstamos de los bancos. A los bancos acudimos los que necesitamos dinero para pedir un préstamo o crédito y si lo hacemos ya formamos parte del mercado financiero. Primeramente, los bancos comprueban lo que tenemos -ingresos y patrimonio- y lo que debemos -otros préstamos- para asegurarse la devolución del préstamo, inclusive investigan nuestra reputación y el tipo de vida que llevamos. Si todo es positivo y el mercado funciona es probable que nos concedan el préstamo solicitado. Igual ocurre con el Tesoro público, aunque las cifras sean mayores. Cuando el Tesoro del Estado pide dinero tiene que explicar su déficit, diferencias entre ingresos y gastos -este año 40.000 millones de euros-, y al déficit hay que añadir los intereses por deudas anteriores -27.000 millones de euros-. El año próximo vencen 140.000 millones de euros, parte de esa deuda anterior, que debería ser renovada porque el Tesoro no tiene recursos suficientes para su devolución o amortización. Sumando todo eso, nos sale un agujero de 200.000 millones, para que el Estado funcione con normalidad. Pero, lo peor es que la deuda aumentará, si seguimos teniendo déficit todos los años. Así que, tanto en las familias como en el Tesoro se debería hacer lo que dicta el sentido común y la prudencia, ingresar más y/o gastar menos, porque si no estaremos a merced de la tiranía de los bancos y los mercados. ¿Cómo ingresar más o gastar menos? Eso será motivo de una próxima reflexión y debate.
Ángel Luis Jiménez Rodriguez

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