lunes, 22 de agosto de 2011

Lo que queda después de las JMJ.

Hoy por la tarde el Papa abandonaba Madrid y las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ), aunque le quedaba todavía su discurso de despedida en el aeropuerto de Barajas. La tormenta del sábado, acompañada de un fuerte viento, se llevó parte del discurso preparado sobre sus planes de futuro para los jóvenes. En él les indicaba que debían casarse o convertirse en religiosos. Menos mal que el viento estuvo oportuno. La Iglesia ha estado de fiesta en Madrid. No lo digo yo, la jerarquía, cuando se criticó los gastos de estas jornadas, decía que costaban como una fiesta o un concierto de Rock. Que queda de esta visita: la idea de la religión como espectáculo, representación teatral -los pasos de semana santa fuera de contexto eran eso representación-, fenómeno de masas y culto a la personalidad del pontífice, sin apenas componente religioso y espiritual, ni horizonte alternativo y transformador, como no fuera casarse o hacerse religioso o religiosa. ¡Qué pobreza de espíritu! ¡Qué ignorancia! No conocen el dato de que el 46% de la juventud española está en paro. Se han olvidado de que la verdadera naturaleza de la religión es su dimensión mística y liberadora. Los organizadores de las jornadas olvidan o ignoran el pasaje del primer libro de los Reyes (IRe19.11-12) que dice “Y vino tras el viento un terremoto, pero no estaba Dios en el terremoto. Vino tras el terremoto un fuego, pero no estaba Dios en el fuego. Tras el fuego vino un ligero y blando susurro, y ahí si se encontraba Dios.” Porque la preocupación de la Iglesia, aquí y ahora, era mostrar el poder y la fortaleza del número: un millón, dos millones…, cuanto más mejor, en eso consistía el éxito del viaje. ¡Qué tiempo, esfuerzo y dinero perdido! Por eso no había tiempo para reunirse con los inmigrantes, las mujeres maltratadas, con los cristianos y cristianas de base, con los jóvenes del 15-M. Qué ocasión perdida, como las anteriores visitas a Santiago de Compostela y Barcelona, para estar con los sectores más vulnerables de la sociedad, y hacer realidad la opción por los pobres, y predicar la paz y la caridad. El teólogo José María Castillo, de la Universidad de Granada, sostiene que la crisis de Dios se desencadena por la forma falseada de presentarlo a la sociedad. "Mucha gente no ha abandonado su creencia en Dios porque se haya pervertido, sino porque se le ofrecido una imagen de Dios tan deformada, que Dios le resulta inaceptable e incluso insoportable".
Ángel Luis Jiménez Rodriguez

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