martes, 2 de agosto de 2011

¿Qué se puede hacer?

Ayer terminó el peor mes del año en la Bolsa, tenemos que remontarnos a noviembre de 2010 cuando se produjo el rescate de Irlanda para encontrar algo parecido. El Ibex 35 español tuvo una caída mensual superior al 7%. También el diferencial del bono español a diez años frente al alemán cerró en 354 puntos básicos, (sobrecoste del 3,54% de interés de la deuda española) y el 18 de este mes llegó a superar los 366 puntos. Ni el comienzo de la reestructuración del sistema financiero español, ni el segundo plan de rescate griego han traído la calma a los mercados que siguen especulando con la deuda española. Igual que está ocurriendo con la italiana. Y es que ni la noticia del adelanto electoral al 20N, que decían tranquilizaría a los mercados, sirvió para amortiguar estas caídas. No será fácil salir del círculo vicioso en que estamos atrapados, sino se ponen en marcha normas que impidan estas operaciones especulativas. Y es que los episodios de bolsa y deuda del mes de Julio en España, al margen de las turbulencias financieras que sacuden Europa, son muy ilustrativos de la especulación que estamos sufriendo con la deuda pública de nuestro país. En este mes, los tipos de interés de la deuda española elevados artificialmente han supuesto un coste de 488 millones euros y en el año ya se aproximan a 3.500 millones de euros los costes de la deuda al Estado español. Y la operación es bien fácil para los especuladores. Cuando  el Estado anuncia que emitirá nuevos títulos de deuda en el mercado primario -este mercado es  donde los agentes financieros compran la deuda nueva-, los bancos venden en el secundario -donde se vende y se compra a otros agentes los títulos que tienen en su cartera antes de su vencimiento- hasta inundarlo con toda la deuda española que pueden, dando así la impresión de que nadie los quiere y dotándole de mayor aliciente al subir los tipos de interés para decidir la compra. Y a este tipo de interés crecido especulativamente tendrá que pagar el Estado la deuda nueva que va emitir y subastar. Esta subida no está asociada a los títulos, ni a que los potenciales compradores estén preocupados por la capacidad del Estado español para reintegrar su deuda. La deuda pública española es de las más bajas de Europa, se sitúa en torno al 60% del PIB. Y la prueba irrefutable es que cada vez que el Estado saca sus títulos a la venta, por cada euro de deuda que se oferta hay una demanda dispuesta a comprar hasta tres. Por supuesto, los bancos recompran con esta nueva y ventajosa rentabilidad la deuda antigua que acaban de vender en el mercado secundario. La operación es redonda: no sólo compran deuda nueva muy rentable, sino que elevan artificialmente la rentabilidad de los títulos que tenían. La contrapartida, para el Estado, es ruinosa: más recursos públicos regalados a los especuladores que tienen que pagar los españoles. ¿Tiene que ser este irremediablemente el destino de nuestro dinero? ¿Puede hacer algo más que lamentarse el Estado ? ¿No tiene fuerza el poder político para establecer normas que acaben con esta especulación? Ya está bien. Es hora de hacer algo. Y soluciones hay en España y en Europa.

María José Jiménez Izquierdo y Ángel Luis Jiménez Rodriguez.

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