domingo, 5 de febrero de 2012

Establecer la verdad y cerrar heridas.

Mañana lunes, se reanudará el juicio contra el juez Garzón con seis nuevos testigos de los crímenes del franquismo. La semana pasada el Tribunal Supremo escuchó por primera vez a las víctimas. Fue un historiador, Ángel Rodríguez Gallardo -testigo en sustitución de la presidenta de la Asociación de la Memoria Histórica de Ponteareas-, quien detalló cómo se había tratado a las víctimas del franquismo en los últimos cuarenta años, haciendo un repaso por las distintas sensibilidades con que la sociedad española había vivido desde la Transición los crímenes del franquismo . Señaló que la primera exhumación de una fosa se realizó en la Solana en 1977 y después, se realizó otra en el Ferrol para recuperar los restos de su alcalde republicano. Pero el 23-F supuso un momento de inflexión porque conllevó la “suspensión” de las exhumaciones. El Gobierno socialista decidió aparcarlas por razones políticas y sociales, explicó. Yo diría que también por miedo o prudencia. Este impulso inicial de los primeros años de la democracia no se recuperó hasta que comenzaron a constituirse por parte de los nietos de las víctimas las asociaciones de Memoria Histórica en el año 2.000 y siguientes. Otra testigo, Josefina Musulén Giménez, dijo que los nietos “mantienen la misma dignidad, pero no el mismo miedo que sus padres. Por eso queríamos que se investigara lo que había pasado”. Y porque la sociedad civil empezaba a sentir cierta seguridad y creían llegado el momento de la Justicia. Y por primera vez, la semana pasada, tras décadas de silencio forzoso, víctimas de la brutal represión del franquismo han podido contar su caso ante el máximo órgano judicial de España: El Tribunal Supremo. Una testigo cuando se retiraba de la sala del tribunal decía “contenta me veré el día que me entreguen los restos de mis padres fusilados”. Y sin embargo, todavía hay quien acusa al juez Garzón de abrir heridas por haberse declarado competente para investigar los crímenes del franquismo. Las heridas, como se ha podido comprobar en el juicio, están abiertas y bien abiertas y hay que cerrarlas estableciendo judicialmente la verdad. Y el que no lo entienda así, o bien está equivocado o bien es un malvado.
Ángel Luis Jiménez Rodriguez

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