viernes, 17 de febrero de 2012

A la calle que ya es hora…

Estamos viviendo una época de mentiras, fraudes y estafas, aunque no les llamemos por su nombre. Demasiado poco se habla del fraudulento sistema financiero que provocó la crisis. Tenía que ser el ministro Guindos, increible ironía, el que recordara el domingo en El País al preguntarle por la reforma financiera, “la banca es causa y es efecto de la crisis”. “Hay entidades que no cumplen su función básica, que es dar prestamos, aunque lo justifiquen diciendo que no hay demanda solvente. El único crédito que dan es para mantener la ficción de las valoraciones de sus propiedades o activos”, añadió. Y es que cuando se habla del tema, en vez de decir la verdad, se presenta como un debate ideológico: los que están a favor de una mayor regulación contra los que prefieren una economía más liberalizada, los ricos productivos contra los pobres improductivos. Pero esto no tiene nada que ver con la ideología, más bien es un tema policial, pues hablamos de delincuentes que le roban el dinero a la gente, ladrones aunque se les llame de guante blanco. Hay banqueros que vendieron y siguen vendiendo productos y servicios incomprensibles. Que te cobran tarifas exorbitantes utilizando un lenguaje impenetrable que no comprendemos ni siquiera consultando los documentos y la letra pequeña bajo la que esconden estos conceptos abusivos. Por eso, es necesario combatir esta situación con todos los medios que sean necesarios, obligando mediante leyes reguladoras a traducir a lenguaje normal lo que hoy no lo es, y sobre todo esas oscuras operaciones especulativas o de vampirismo financiero como las que trajeron la crisis. Porque si los bancos no facilitan el crédito, cumpliendo con su función y objeto social, para qué queremos bancos privados, si podemos tener bancos públicos. Además, debemos batallar también contra las mentiras del PP. Cómo pueden afirmar que la reforma laboral y la reforma financiera nos llevarán al pleno empleo y a la facilidad crediticia. Y sin embargo, hay gente que se lo cree. Hace falta mucha indignación para desmontar esas mentiras, porque sin la capacidad de indignarse no podemos percibirlas, ni tampoco las injusticias que conllevan. La indignación llegará de manos de los millones de parados, desahuciados y/o estafados, que lo han perdido todo. Entonces nacerán nuevos movimientos sociales, mucho más potentes que los actuales, que terminarán amenazando el sistema y obligándolo a cambiar. No sé si sucederá este año, pero estoy segura que cada día está más cerca. La gente, cada vez más indignada, harta y cabreada, no sabe cuánto tiempo más podrá soportar esta situación antes de gritar en las calles “Basta Ya”. ¿Será esta primavera? Por lo pronto, el 19 de febrero saldré a la calle y diré no a la reforma laboral. Nos vemos en la plaza…

María José y Ángel Luis Jiménez.

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