En su tiempo Margaret
Thatcher hizo celebre una frase “No hay alternativa”. La repetía con
contundencia, pero no precisamente buscando consensos. Y de hecho, hace
treinta años que está pudriendo los cimientos de nuestra sociedad. Ahora, la
troika la ha hecho suya para implantar su política de austeridad en Europa, y
el Gobierno español y su presidente Mariano Rajoy la siguen al pie de la letra.
Este mantra de no hay alternativa viable, sirve para justificar decisiones
que son, estrictamente, opciones ideológicas liberales o más bien neoliberales,
cuando no directamente reaccionarias.
El problema es que esta
mentira tiene las patas cortas, porque “si hay alternativa” y “si se pueden
cambiar las cosas”, lo decía José Luis Sampedro “otro mundo no es posible, otro
mundo es seguro”. John K. Galbraith y muchos otros economistas ya intentaron
desmontar la falacia que se esconde detrás de este planteamiento mentiroso de
que no hay alternativa, recordaban que la economía no existe separada de la
política y que convertirla en un sujeto no político conseguía destruir su
relación con el mundo real, como ocurre ahora. Visto lo visto, no tuvieron mucho
éxito desmontando las mentiras de la Thatcher y de su compañero de fatiga,
Reagan.
La realidad no es que no
hubiera alternativas, que las había, locales y globales. Sino que habiendo
aniquilado cualquier atisbo de oposición interna y resquebrajándose el muro en
1989, no había nadie en disposición de ofrecerlas. Thatcher y los suyos
completaban así una suerte de profecía autocumplida para hacer del liberalismo
económico el único sistema social viable. Apelaron al miedo, a la alarma
social, al riesgo… lo mismo que podemos descubrir en tantos titulares de hoy en
día, complemento perfecto para aplacar cualquier atisbo de reforma (o de
ruptura) que pueda llegar a cuestionar el mantra de que no hay alternativas
viables.
La combinación de la
frase “no hay alternativa” con las retóricas de la intransigencia, diseña una
pinza perfecta para que, ya sea desde el gobierno o desde la oposición, las
fuerzas de la reacción apoyadas por sus no pocos voceros mediáticos garanticen
que las cosas sigan siendo como deberían (o que, como la peor de las
alternativas, no puedan ser de otro modo), haciéndonos creer que intentarlo es
inútil para que la disidencia deje de luchar contra lo inevitable, para que al
final así lo vea la mayor parte de la gente. El mensaje de los poderosos supone
que si no hay alternativa a la pobreza, tampoco tiene sentido que haya un
movimiento en contra de ella. Y pienso que la mejor manera de combatir este
mensaje es saber hacia dónde se quiere ir o donde nos quieren llevar.
Para ello nada mejor que
el libro “Hay alternativa” de Vicenç Navarro, Juan Torres y Alberto Garzón,
que además se puede descargar gratuitamente. En este libro se cuenta la verdad
sobre lo que está sucediendo en nuestra economía, que esta crisis no
se debe a leyes de la naturaleza o a leyes económicas o a otras fuerzas
impersonales, sino al resultado de decisiones específicas dentro de estructuras
institucionales que la han favorecido. Y que esto continuará, a no ser que
estas decisiones y planes se reviertan mediante acciones y movilizaciones
populares con compromisos dedicados a programas que abarquen desde remedios
factibles a corto plazo hasta otras propuestas a más largo plazo que cuestionen
la autoridad ilegítima y las instituciones opresivas entre las que reside el
poder, que nos está llevando a un mundo que debería horrorizar a toda persona
decente.
Ángel Luis Jiménez Rodriguez
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