martes, 16 de abril de 2013

Hay alternativa.

En su tiempo Margaret Thatcher hizo celebre una frase “No hay alternativa”. La repetía con contundencia,  pero no precisamente buscando consensos. Y de hecho, hace treinta años que está pudriendo los cimientos de nuestra sociedad. Ahora, la troika la ha hecho suya para implantar su política de austeridad en Europa, y el Gobierno español y su presidente Mariano Rajoy la siguen al pie de la letra. Este mantra de no hay alternativa viable, sirve para justificar decisiones que son, estrictamente, opciones ideológicas liberales o más bien neoliberales, cuando no directamente reaccionarias.
El problema es que esta mentira tiene las patas cortas, porque “si hay alternativa” y “si se pueden cambiar las cosas”, lo decía José Luis Sampedro “otro mundo no es posible, otro mundo es seguro”. John K. Galbraith y muchos otros economistas ya intentaron desmontar la falacia que se esconde detrás de este planteamiento mentiroso de que no hay alternativa, recordaban que la economía no existe separada de la política y que convertirla en un sujeto no político conseguía destruir su relación con el mundo real, como ocurre ahora. Visto lo visto, no tuvieron mucho éxito desmontando las mentiras de la Thatcher y de su compañero de fatiga, Reagan.
La realidad no es que no hubiera alternativas, que las había, locales y globales. Sino que habiendo aniquilado cualquier atisbo de oposición interna y resquebrajándose el muro en 1989, no había nadie en disposición de ofrecerlas. Thatcher y los suyos completaban así una suerte de profecía autocumplida para hacer del liberalismo económico el único sistema social viable. Apelaron al miedo, a la alarma social, al riesgo… lo mismo que podemos descubrir en tantos titulares de hoy en día, complemento perfecto para aplacar cualquier atisbo de reforma (o de ruptura) que pueda llegar a cuestionar el mantra de que no hay alternativas viables.
La combinación de la frase “no hay alternativa” con las retóricas de la intransigencia, diseña una pinza perfecta para que, ya sea desde el gobierno o desde la oposición, las fuerzas de la reacción apoyadas por sus no pocos voceros mediáticos garanticen que las cosas sigan siendo como deberían (o que, como la peor de las alternativas, no puedan ser de otro modo), haciéndonos creer que intentarlo es inútil para que la disidencia deje de luchar contra lo inevitable, para que al final así lo vea la mayor parte de la gente. El mensaje de los poderosos supone que si no hay alternativa a la pobreza, tampoco tiene sentido que haya un movimiento en contra de ella. Y pienso que la mejor manera de combatir este mensaje es saber hacia dónde se quiere ir o donde nos quieren llevar.
Para ello nada mejor que el libro “Hay alternativa” de Vicenç Navarro, Juan Torres y Alberto Garzón, que además se puede descargar gratuitamente. En este libro se cuenta la verdad sobre lo que está sucediendo en nuestra economía, que esta crisis no se debe a leyes de la naturaleza o a leyes económicas o a otras fuerzas impersonales, sino al resultado de decisiones específicas dentro de estructuras institucionales que la han favorecido. Y que esto continuará, a no ser que estas decisiones y planes se reviertan mediante acciones y movilizaciones populares con compromisos dedicados a programas que abarquen desde remedios factibles a corto plazo hasta otras propuestas a más largo plazo que cuestionen la autoridad ilegítima y las instituciones opresivas entre las que reside el poder, que nos está llevando a un mundo que debería horrorizar a toda persona decente.
Ángel Luis Jiménez Rodriguez



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