El que sabe y quiere ver no tiene ya la menor duda, estos son tiempos de cambio. Cada
día se producen movimientos de caída libre y otros emergentes del sistema. Está
cayendo la falsa democracia, el capitalismo incompatible con lo humano y está
renaciendo un reencuentro con el humanismo. Los ciudadanos hacen cosas todos
los días, se movilizan, protestan y no se callan. Y se plantean nuevas acciones
como la desobediencia civil, porque cuando las leyes son injustas, lo justo es
desobedecerlas.
La
sociedad necesita, y también los ciudadanos, recuperar su naturaleza humana y abandonar
esa competencia salvaje que no conduce a nada. Está comprobado que se disfruta y
se es más feliz con los valores humanos de siempre como la libertad, la igualdad
y la fraternidad. Por otro lado, estamos obligados a hacer que se lleven bien
lo individual y lo colectivo, que la libertad y la igualdad sean compatibles,
porque dan lugar a la fraternidad, y que las libertades personales y colectivas
sean esenciales en nuestra democracia, porque todo lo demás ya resulta secundario.
Para
todo ello es necesario hacer previamente una revolución interior y luego una
apuesta fuerte por lo colectivo, por la marea humana y la ciudadanía que se ha
lanzado a la calle. Por esa nueva guerrilla urbana de gente indignada y solidaria
que de momento no busca destruir nada, sino conseguir la salvación fuera del
sistema, por si misma. Esta es una reacción dialéctica normal de la ciudadanía a
la estafa general en la que vivimos atrapados y que ha buscado en la
solidaridad su propio camino para sobrevivir.
Por
eso ante los mandarines del plasma como Rajoy que se niegan a escuchar el
clamor popular, habrá que reinventar formas de hacerse oír que, sin violencia,
opongan murallas de resistencia, pasiva pero firmes, a la desvergüenza con que
nuestros verdugos transitan por los pasillos de la Moncloa del sillón al plasma
y del plasma al sillón. Porque como dice Maruja Torres tendrán la sartén por el
mango, y el mango también, pero el fuego no, porque el fuego somos nosotros.
Ángel Luis Jiménez Rodriguez
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