miércoles, 23 de octubre de 2013

El pragmatismo político.

Cuántas decisiones equivocadas se han adoptado y cuántos atropellos se han realizado en aras de lo que se llama pragmatismo político.
Según el diccionario de la Lengua Española, Pragmatismo político es la actitud basada en la eficacia, y consiste en ocuparse solo de hechos y oportunidades rechazando todo lo que sea ideológico. Así que nada de ideas, nada de especular, a lo práctico y a tirar para adelante. Sin embargo, esa eficacia política tiene un peligro que es el debilitamiento de la democracia. Y además se discute tan poco como en el siglo pasado lo fueron las doctrinas de apaciguamiento de las organizaciones autoritarias (fascismo, nazismo, etc.), y con el mismo resultado.
Los dirigentes políticos que aceptan recortar los derechos civiles, los portavoces que comparten el lenguaje autoritario de los extremistas, los grupos sociales que se limitan a realizar débiles intentos en defensa de la democracia, serán los responsables de que los extremistas lleguen un día a ocupar extensas áreas de poder. Y que no nos digan que la culpa la tuvieron los furiosos parados o la atemorizada clase media, tal y como ahora se acusa sin ningún pudor a los ciudadanos de haber provocado la crisis con su consumo descontrolado.
La responsabilidad es y será siempre de quienes siendo políticos democráticos hacen el juego a los grupos extremistas hablando de sus temas preferidos, inmigración, seguridad y exclusión del extranjero. El ministro francés del Interior reivindica cada día  más “firmeza” en la política de inmigración haciendo referencia al asunto de la familia Dibrani y su hija Leonarda. Y la Unión Europea ha aceptado sin objeciones que el debate sobre inmigración ocupe un lugar predominante en el contexto de la crisis, cuando los inmigrantes, que yo sepa, no tienen nada que ver con el hundimiento de los mercados financieros. Sin embargo, millones de europeos y españoles creen lo que les dicen los grupos extremistas y sus medios de comunicación. Lo mismo que en los años veinte y treinta millones de alemanes creyeron que los judíos eran los responsables de la crisis.
La periodista Soledad Gallego-Díaz se preguntaba hace unos días en El País qué tienen que ver los inmigrantes con el estancamiento económico de Europa. Qué tienen que ver los inmigrantes con los millones de parados, españoles, portugueses o griegos. Y se contestaba con firmeza: Absolutamente nada. Continuaba diciendo que aceptamos hablar de leyes contra la emigración y el cierre de fronteras como si eso aportará alguna solución a la crisis, y nos creemos, porque así nos lo dicen, que eso es pragmatismo político. Y mientras nos distraemos con estas cosas, el dinero atraviesa fronteras y se guarece en paraísos fiscales, y los políticos hacen como si ese tráfico, esa descapitalización de nuestras empresas, no tuviera nada que ver con la crisis. Además, esperan tranquilizar a sus votantes y justificar de paso a los extremistas diciendo que son los inmigrantes y extranjeros los que amenazan nuestros puestos de trabajo y nuestros ahorros.
Pero eso no tiene qué ser necesariamente así. No nos podemos olvidarnos de nuestros valores democráticos por un pragmatismo sin sentido. Nos equivocamos de nuevo, porque algo se puede hacer y se debe hacer ante la “cruzada ideológica” del nacional-populismo contra los inmigrantes. Y lo más grave es que si no reaccionamos ya, para nuestra vergüenza, no dejaremos testimonio de que todo pudo haber sido de otra manera.  
Ángel Luis Jiménez Rodríguez

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