Cinco años después del estallido de la crisis financiera
internacional está demostrado que las políticas de ajuste tiene un fuerte
impacto sobre las distintas economías y el bienestar de sus ciudadanos, pero
también sobre la salud física y mental de la población.
El investigador de Oxford David Stuckler acaba de publicar
con su colega Sanjay Basu el libro “Por
qué la austeridad mata” (Taurus), un detallado estudio sobre los aspectos
económicos de la salud en el que pone en evidencia las consecuencias de las
políticas de ajuste. "Aumentan el paro, las enfermedades y los suicidios
cuando se aplican recortes".
En este libro se desgranan los efectos de los recortes
económicos a través de estadísticas y casos de personas directamente afectadas
por los recortes. Además pone en cuestión la afirmación de los dirigentes
políticos y económicos de que la austeridad es imprescindible para reducir los
desajustes fiscales y la deuda. Dice Stukler que lo que consigue la austeridad
es retrasar la recuperación, en el caso de que lo consiga. Como ejemplo pone a
los países que han aplicado en el pasado las recetas del Fondo Monetario Internacional
y cuenta que mientras eso sucede se está devaluando la sanidad pública y la
salud de la población. La idea más extendida es que las recesiones son
inevitablemente perjudiciales para la salud. Pero no es así. Son una amenaza,
pero también una oportunidad para la salud pública. El problema es que se está
optando por empeorarla, no por mejorarla.
“No es admisible el argumento de que España no se podía
endeudar más”, afirma Stukler. La prima de riesgo que tenía España antes de
aplicar las políticas de austeridad era muy inferior a la que tiene ahora.
Además, lo que se está consiguiendo es retrasar el crecimiento, alargar la
recesión y más paro. El paro es el principal riesgo para la salud de un país. Y
España tiene seis millones de parados. Un 57% de los jóvenes no tiene trabajo,
lo cual es una situación de extrema vulnerabilidad. Deberían ver que en países
donde no se ha aplicado la austeridad como EE UU, la economía va mejor que en
los que sí lo han hecho como Reino Unido y Grecia, donde la crisis se ha
convertido en una tragedia sanitaria. No tiene por qué ser así, una crisis
puede servir para corregir políticas.
Según Stukler los estudios de los datos existentes y de las
estadísticas sanitarias demuestran que la austeridad tal y como está planteada
es un peligro para la salud pública. Peligro de vida o muerte. Un parado es más
proclive a las enfermedades mentales, a caer en depresiones, ansiedad, a
consumir alcohol, drogas, etc. Además, cae la esperanza de vida. Un parado
puede perder su casa y verse en situaciones de emergencia. En los países en los
que se han aplicado medidas de austeridad los suicidios han aumentado. Los
datos están ahí. Y está claro que si no se cambia es por ideología. El FMI ha
tenido que pedir perdón a Grecia recientemente, pero ya es tarde. El problema
es que son decisiones ideológicas de los defensores del libre mercado y de la
austeridad que tienden a creer que las deudas hay que pagarlas,
independientemente del coste en términos humanos, cuando la prioridad es crear
empleo, no la austeridad. Se puede recortar, pero nunca en sanidad, educación o
servicios sociales. Una persona con empleo enfermará menos, consumirá más,
tributará y estará más feliz.
La conclusión del libro es que las decisiones económicas no
son solo cuestión de tasas de crecimiento y de déficits presupuestarios, sino
también una cuestión de vida o muerte. Por eso, invertir en salud es una opción
sabia en las mejores épocas y una necesidad urgente en las peores.
Ángel Luis Jiménez Rodríguez
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