Este Gobierno
desde que ganó las elecciones en noviembre de hace dos años nos repite
machaconamente que los servicios públicos son un desastre y que hay que
privatizarlos en beneficio de todos los usuarios. Aunque la realidad es para beneficiar
solo a unos pocos empresarios: los suyos. Como ocurre, por ejemplo, con el
fichaje por Iberdrola del marido de la Cospedal, que le garantiza a dicha
empresa más facilidades, sablazos y subidas para los usuarios de sus servicios
eléctricos.
De hecho, la vía
privatizadora es dominante en los municipios andaluces en poder del PP. Cada
alcalde nuevo quiere que el mundo del negocio entre a saco en los transportes
públicos, la sanidad, la educación, el cementerio, la basura, y quizá el aire, pero
convenientemente depurado como tendría
que estar en el Campo de Gibraltar. Hay demasiada polución y contaminación y se
hace poco. Aunque al final ocurriría como con el agua mancomunada que no se
depura, pero si se cobra.
Se nos dice por el
PP que privatizando los servicios, el usuario o cliente -al usuario lo llaman
cliente para transformar a los ciudadano en clientes forzosos de los
empresarios- percibirá la importancia que tiene el cuidado de un bien público, valorándolo
y haciendo un uso responsable del mismo. Dichas así, estas palabras parecen
meditadas y razonables, aunque en el fondo demuestran una rotundidad
autoritaria y un trato infantilizado de los ciudadanos que no perciben o no
saben darle la importancia debida a las cosas. No saben cuidar los bienes públicos,
ni los valoran, y por eso hay que privatizarlos. ¿Cómo? ¿Qué dicen?
Hay que abrir los
ojos y darse cuenta que este es el lenguaje o la forma de hablar de los
propagandistas, embaucadores y vendedores de mitos. Y uno de los mitos en
circulación que han existido siempre, pero que ahora promocionan mejor que
nadie los del PP, es que los empresarios tan preocupados por sus beneficios, al
mismo tiempo están favoreciendo a todo el mundo. Sin embargo, la realidad es
que en los últimos años tenemos abundancia de ávidos empresarios que anteponen su
propio y máximo beneficio a las normas y las leyes vigentes, y además quieren
ganar mucho dinero en el menor tiempo posible.
Pero lo más grave es que no aprendemos y seguirán y seguiremos
repitiendo como urracas las fabulas privatizadoras. Seguirá el desmantelamiento
gradual de todo lo que es compartido, común y dependiente de los impuestos que pagamos
los ciudadanos. Y seguirán privatizando nuestras vidas, por eso tengo muy claro
que si ahora no hacemos nada, luego será demasiado tarde. Y el que avisa no es
traidor.
Ángel Luis Jiménez Rodriguez
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