martes, 1 de marzo de 2011

Un dilema moral.

En la llamada guerra contra el terror, muchos gobiernos reconocidos como democráticos se plantean todavía este dilema moral: ¿Se puede hacer uso de la tortura con sospechosos de terrorismo, si con ello puede salvarse la vida de decenas de inocentes? Este viejo dilema moral, cada día más vigente desde los atentados del 11-S, tiene en nuestro tiempo dos respuestas o posturas irreconciliables: Primera, la de quién responde afirmativamente considerando que el valor de la vida de esas decenas de personas está por encima de cualquier otra consideración. Y segunda, la de quién responde negativamente, convencido de que la tortura es en sí mismo un acto inhumano y que como tal debe rechazarse siempre, incluso al precio de arriesgar la vida de los demás. Ahora, el profesor de la Universidad de Harvard, Michael J. Sandel, autor del libro Justicia ¿Hacemos lo que debemos?” publicado por la editorial Debate, demuestra que el criterio utilitarista, que sostiene que sólo los números importan, es insuficiente a la hora de autorizar el uso de la tortura. El citado libro disecciona las implicaciones morales de las leyes, revisando las grandes teorías de la justicia: la búsqueda del bien común de Aristóteles, el igualitarismo de John Rawls o el universalismo de Kant. La teoría de Aristóteles ha estado siempre presente en nuestra vida cotidiana, pues términos como “ser un asesino en potencia” proceden de él. En su teoría establece que la pauta ética más adecuada es buscar siempre el término medio y que la ética invariablemente está subordinada a la Política, que es la búsqueda del bien común. El Igualitarismo liberal nace del estudio de la teoría de la Justicia desde la filosofía política. El profesor norteamericano, John Rawls, partiendo de una crítica al utilitarismo, establece sus dos famosos principios: el principio de las libertades iguales para todos y el principio sobre las desigualdades económicas, estas últimas aceptadas mientras garanticen la igualdad de oportunidades y actúen en beneficio de los peor situados de la sociedad. Kant, con el universalismo, defiende que lo que está bien o mal no depende ni de la sociedad, ni del individuo, sino que es independiente a ellos y, con el relativismo, sostiene que no hay verdades absolutas sólo relativas, lo que implica que no hay una forma universal de la razón. Por eso, prefiero el universalismo que trata a todos los individuos por igual frente al relativismo que te obliga a hacer lo que dicte cada sociedad, aunque tú no quieras. También Sandel en su libro, pregunta ¿Qué hacer?, pues lo justo, algo que cada día, cada persona, debe explorar y decidir en múltiples ocasiones, porque las cuestiones cotidianas o de actualidad reflejan a veces ideas muy profundas.
Ángel Luis Jiménez Rodriguez

No hay comentarios:

Publicar un comentario