lunes, 4 de abril de 2011

Indignarse y comprometerse.

Muchas veces, nos cuestionamos sobre si vale la pena movilizarnos contra las injusticias, y dudamos sobre si ese esfuerzo será recompensado con el éxito. Esta semana en Madrid, Stéphane Hessel, autor del opúsculo ¡Indignaos! del que lleva vendido casi dos millones de ejemplares, decía que es más importante el compromiso que la victoria. “El camino satisface tanto o más que la meta”, señaló. Me recuerdan sus palabras a los versos de Machado, caminante, no hay camino, se hace camino al andar. En el mundo en que vivimos, no podemos aceptar esa lógica funesta de coste-beneficio, porque implica no movilizarse por nada, salvo que tengamos la certeza de que el esfuerzo, por pequeño que sea, será recompensado. Esa dinámica nos conduce a la melancolía y a la indolencia. Y además, beneficia a esa oligarquía financiera, culpable de la crisis, que no deja que le pongamos barreras y regulación a los elementos que la provocaron. Hay que comprometerse, afirma Hessel. Debemos volver a creer que el interés general siempre prevalece sobre los intereses particulares, que una persona vale más que todos los mercados juntos o que el progreso de unos pueblos no puede edificarse sobre la miseria de otros. Porque los valores democráticos o los principios éticos, por los que tanto hemos luchado, no se pueden sustituir nunca por los valores del mercado o los intereses del capitalismo. La experiencia y la historia demuestran que esta lucha es posible. Si hasta el mundo árabe ha sido capaz de despertar de su letargo y romper las cadenas, ¿no seremos nosotros capaces de hacerlo?
Ángel Luis Jiménez Rodriguez

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