sábado, 16 de abril de 2011

Una nueva batalla en la lucha de clases.

El multimillonario americano Warren Buffet, uno de los propietarios de la agencia de calificación Moody´s, ha dicho con desprecio sobre las confrontaciones económicas americanas: “Esto es la lucha de clases y los míos -los ricos-, la están ganando”. Sabiendo que la lucha de clases es el plan establecido por el sistema para debilitar al mundo del trabajo -incluido clases medias- y optimizar los intereses del capital, me pregunto, si lo dicho es una extravagancia o tiene algo de cierto. Porque la realidad es que  los republicanos más fanáticos están atacando los derechos de los trabajadores, aprobando leyes en los estados de Wisconsin y Ohio que prohíben formar sindicatos, tener seguros médicos y percibir el  desempleo. Ahora, el gobernador de Maine, también republicano, ha ordenado retirar del Departamento de Trabajo un mural de la historia obrera porque choca con su discurso empresarial y a favor de los negocios. Además, en un intento de borrar la historia, ha rebautizado todos los salones del edificio quitando los nombres de líderes históricos del movimiento obrero, como el de la ex-secretaria de Trabajo Perkins, enterrada en Maine. Frances Perkins fue la primera mujer que llegó al Gobierno federal en la historia de Estados Unidos. Ella y su jefe demócrata, Franklin D. Roosevelt, llegaron al poder en plena depresión y juntos crearon la Seguridad Social, el seguro de desempleo, el derecho a sindicarse, el salario mínimo y la semana laboral de 40 horas. Los grandes empresarios y Wall Street no se lo perdonaron nunca. Roosevelt no se arrugó. En un discurso pronunciado en octubre de 1936, condenó el monopolio empresarial y financiero, la especulación y la banca despiadada. “Nunca antes en nuestra historia -dijo Roosevelt- esas fuerzas han estado tan unidas contra un candidato demócrata como lo están hoy. Ellos mantienen unanimidad en su odio hacia mí, y yo doy la bienvenida a su odio”. Me resulta muy familiar ese odio. Ahora, el partido republicano, con mayoría en el Congreso, le ha echado un pulso a los demócratas y a la Casa Blanca con el presupuesto estatal, pretendiendo recortar los gastos del actual presupuesto en 100.000 millones de dólares y así controlar la agenda política del Gobierno de Obama. El presidente ha evitado in extremis el “cierre” de la Administración Federal a costa de ceder ante los republicanos que, a su vez, están secuestrados por el extremismo del Tea Party, que no trata de reducir el déficit sino de acortar el pacto social básico de EE.UU. Obama admitió, al anunciar el acuerdo, que programas de los que depende el bienestar de mucha gente serán recortados y que proyectos de infraestructuras necesarios serán retrasados. Esta batalla sólo ha sido un ensayo de las confrontaciones económicas que se avecinan y por el momento no han tenido un vencedor claro. Lo mismo está ocurriendo en casi todo el mundo. No será por eso, que lo primero en esta lucha o pulso por el poder es cargarse a los sindicatos por ser la estructura de la sociedad civil mejor preparada para responder a los problemas y a las provocaciones de ese poder económico. Ante este panorama necesitamos nuevas fuerzas, nuevos recursos que traigan un soplo de aire fresco a esta colisión de intereses. Y este vendrá de los que más están sufriendo esta crisis: los jóvenes, hombres y mujeres, sin casa, sin trabajo y sin futuro que convocados desde internet están saliendo ya a la calle, sin miedo, afirmando que, “ya que nos habéis quitado demasiado, ahora lo queremos todo”. Ellos son el germen de una nueva expectativa, de una nueva esperanza, porque de su indignación nacerá la voluntad de un nuevo compromiso con la historia.
María José Jiménez Izquierdo

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