sábado, 14 de mayo de 2011

La semana negra.

Esta semana se ha cumplido un año desde que el Gobierno español asumió un programa de estabilización, austeridad y reforma, forzados por nuestros socios de la Unión Europea. Esto ha supuesto el giro más dramático de la política económica española en la democracia. Este programa hizo frente, de una manera realista, a la reducción del déficit  provocado por la crisis (11,2% del PIB) y para garantizar la vuelta de España a la estabilidad presupuestaria. Las miradas de la Unión en la dramática reunión del Ecofin (Consejo Económico y Financiero) de la madrugada del 9 de mayo del 2010, se centraron principalmente en nuestro país, no sé si de forma justa o injusta, pero los ministros de Economía europeos pensaban que teníamos el tamaño suficiente para hacer de la crisis de nuestra deuda una pesadilla para la eurozona. Además, por la proporción que podía alcanzar, sentían amenazada su estabilidad y en situación de riesgo de solvencia a cualquier país del euro. Esta mirada y preocupación estaba basada en los graves desequilibrios que aquejaban hace un año -y aún aquejan - a la economía española. El presidente Zapatero era consciente de que este giro le pasaría factura a su futuro político personal, pero aquella semana de mayo había sido de infarto, una semana de ataques financieros, -la Bolsa cayó en solo siete días el 14%- que habían situado a España al borde del precipicio. Por eso, la sesión parlamentaria del 12 de mayo de 2010 quedará grabada para siempre en la memoria de España y de los españoles. Ese día el presidente Zapatero anunció los ajustes económicos más importantes y dolorosos de la democracia con nueve medidas – entre otras, la reducción de sueldos de funcionarios, la congelación de pensiones y el adelgazamiento del gasto público-, medidas “imprescindibles y equitativas” para salir del pozo en el que nos encontrábamos. La tijera del Gobierno se llevaba por delante 15.000 millones de euros en año y medio -Europa quería 30.000 millones-, una factura dramática que había que pagar para ahuyentar los fantasmas que amenazaban la estabilidad financiera de España y de la Unión Europea. Pasado un año, si se juzga sin prejuicios, el balance de la aplicación de ese doloroso programa es positivo. El giro iniciado en mayo del año pasado ha logrado su objetivo principal, desacoplar a España de los países periféricos del euro -Grecia, Irlanda y Portugal- que han debido solicitar su rescate por la UE (Unión Europea) y el FMI (Fondo Monetario Internacional). Justo es decir que al modificar poco la pauta y el modelo de crecimiento, la consecuencia es el desempleo de más del 20% de la población activa. Pero si los avatares reformistas del Gobierno ofrecen claroscuros, la acción del partido de la oposición, el PP de Mariano Rajoy es lamentable. No ha ofrecido alternativa alguna, ni voluntad de pactar para solucionar problemas, lo contrario de lo que ha hecho la oposición de los países de nuestro entorno. Sólo anda agazapado y sin hacer nada, esperando irresponsablemente que los errores y mediocres resultados del Gobierno les impulsen al poder. ¡De pena y de vergüenza!
Ángel Luis Jiménez Rodriguez

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